miércoles, 6 de marzo de 2013

Primeros días de sede vacante


Apenas se ha convocado la primera congregación general luego de ser declarada la sede vacante. Según la Constitución apostólica Universi Dominici Gregis proclamada por Juan Pablo II en 1996, que establece los procedimientos a seguir luego de la declaración de sede vacante. A la congregación general pueden asistir todos los cardenales, incluso aquellos que no participarán como electores durante la realización del cónclave. Luego de la congregaciones generales se realizarán otras particulares. Éstas están conformadas por el cardenal camarlengo y tres cardenales escogidos a la suerte que tendrán como tarea discutir las cuestiones diarias y el ejercicio común del Colegio Cardenalicio.

Mientras que en las congregaciones generales será tratado todo lo referente a la situación de la Iglesia y a los temas que conciernen a los desafíos y retos que se han de enfrentar en el próximo Papado.

En la primera congregación general los cardenales deben disponer el entierro del Papa. Siendo, este caso, una novedad en razón de la renuncia de Benedicto XVI, se ha dispuesto entregar una carta al Papa emérito. En esta primera reunión, se deben establecer las primeras meditaciones sobre la situación y los retos que debe enfrentar el próximo Papado y se sortean los cuartos donde residirán los cardenales durante la realización del cónclave.

Esto es lo que está sucediendo en estos pocos días, en los que, más allá de estos acontecimientos, todavía se encuentra cerca el grandioso acto de Benedicto XVI que abre un espacio de debates que, sin duda, algunos teólogos no han dudado en llamar la "primavera vaticana".

Hemos asistido a una época de dinámicas aferradas al poder, incluso, sin importar si estas dinámicas cuestan la vida propia o de miles de personas civiles. Basta recordar lo sucedido en Libia, Egipto, etc. Ya en la época de los griegos, Tucídides aseveraba: "nadie antepuso jamás la razón al provecho de tal modo que, ofreciéndosele alguna buena ocasión de adquirir y poseer algo más, por sus fuerzas, lo dejase". Sostengo que el pasar por inadvertido el hecho de que estamos refiriéndonos a una elección pontifica de un Papa que ha renunciado, sería un craso error pasar por inadvertido el reconocimiento de un ambiente de renovación que empieza a percibirse en algunos sectores de la Iglesia. La comunidad general y algún sector de la Iglesia inmediatamente estarán sometidas a la novedad que representa el proceso de elección. Los medios tratan de obtener información privilegiada para tener la primicia y también se hacen hipótesis acerca de cómo y quién será el próximo Pontífice. Incluso, se ha creado una página web en la que se puede adoptar a un cardenal como si se tratase de una carrera o un concurso al mejor estilo mediático.

Sin embargo, insisto, en que en algunos sectores en la Iglesia la renuncia del Papa ha sido un gesto que anuncia la posibilidad de una primavera eclesial. Su gesto ha sido de una grandeza incalculable, como un "signo de los tiempos" que desmonta el poder en su dinámica perversa y le devuelve su realidad de servicio para dar espacio al otro. Como citaba anteriormente, Tucídides afirmaba que "nadie antepuso jamás el poder". Benedicto XVI, con clara conciencia de la "gravedad y la novedad" de la decisión tomada, ha mostrado la total libertad de la fuerza del Evangelio y, así, nos ha hecho recordar cómo el Espíritu actúa en la Iglesia, más allá de las propias fuerzas e intenciones humanas. Con ello ha devuelto a un sector la esperanza de una Iglesia en primavera, luego del invierno de seguidas acusaciones, de exigencias de coherencia con el mensaje predicado, de no escuchar al mundo de hoy, etc.

Sin duda, estas preocupaciones estarán en la mente de los cardenales que tendrán que velar por la proclamación de la fe en un mundo cambiante sin que ésta signifique perder la identidad y la fuerza del Evangelio. La elección del nuevo sucesor de Pedro tendrá lugar en la celebración de dos acontecimientos importantes para la Iglesia: primero, la celebración del año de la fe y, segundo, los 50 años del Concilio Vaticano II ¿Será esta primavera floreciente en toda la Iglesia Universal? Posiblemente la respuesta se encuentre en las palabras de agradecimiento que dirigió el Papa al cardenal Gianfranco Ravasi cuando terminó de dar los ejercicios espirituales el 23 de febrero: "sigamos haciendo 'caminatas', ulteriormente, en este misterioso universo de la fe, para ser cada vez más capaces de orar, de rezar, de anunciar, de ser testimonios de la verdad, que es bella, que es amor".

FÉLIX PALAZZI, TEÓLOGO, PROFESOR DE LA FACULTAD DE TEOLOGÍA DE LA UNIVERSIDAD CATÓLICA ANDRÉS BELLO (UCAB)

fpalazzi@ucab.edu.ve

@felixpalazzi

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