viernes, 24 de mayo de 2013

MISTERIO DE BONDAD


Evangelio
(Jn 16,12-15)
Lectura del santo Evangelio según san Juan
Gloria a ti, Señor

En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: “Aún tengo muchas cosas que decirles, pero todavía no las pueden comprender. Pero, cuando venga el Espíritu de verdad, él los irá guiando hasta la verdad plena, porque no hablará por su cuenta, sino que dirá lo que haya oído y les anunciará las cosas que van a suceder. Él me glorificará, porque primero recibirá de mí lo que les vaya comunicando. Todo lo que tiene el Padre es mío. Por eso he dicho que tomará de lo mío y se lo comunicará a ustedes”.


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MISTERIO DE BONDAD 

A lo largo de los siglos, los teólogos se han esforzado por investigar el misterio de Dios ahondando conceptualmente en su naturaleza y exponiendo sus conclusiones con diferentes lenguajes. Pero, con frecuencia, nuestras palabras esconden su misterio más que revelarlo. Jesús no habla mucho de Dios. Nos ofrece sencillamente su experiencia.

A Dios Jesús lo llama “Padre” y lo experimenta como un misterio de bondad. Lo vive como una Presencia buena que bendice la vida y atrae a sus hijos e hijas a luchar contra lo que hace daño al ser humano. Para él, ese misterio último de la realidad que los creyentes llamamos “Dios” es una Presencia cercana y amistosa que está abriéndose camino en el mundo para construir, con nosotros y junto a nosotros, una vida más humana.

Jesús no separa nunca a ese Padre de su proyecto de transformar el mundo. No puede pensar en él como alguien encerrado en su misterio insondable, de espaldas al sufrimiento de sus hijos e hijas. Por eso, pide a sus seguidores abrirse al misterio de ese Dios, creer en la Buena Noticia de su proyecto, unirnos a él para trabajar por un mundo más justo y dichoso para todos, y buscar siempre que su justicia, su verdad y su paz reinen cada vez más en entre nosotros.

Por otra parte, Jesús se experimenta a sí mismo como “Hijo” de ese Dios, nacido para impulsar en la tierra el proyecto humanizador del Padre y para llevarlo a su plenitud definitiva por encima incluso de la muerte. Por eso, busca en todo momento lo que quiere el Padre. Su fidelidad a él lo conduce a buscar siempre el bien de sus hijos e hijas. Su pasión por Dios se traduce en compasión por todos los que sufren.

Por eso, la existencia entera de Jesús, el Hijo de Dios, consiste en curar la vida y aliviar el sufrimiento, defender a las víctimas y reclamar para ellas justicia, sembrar gestos de bondad, y ofrecer a todos la misericordia y el perdón gratuito de Dios: la salvación que viene del Padre.

Por último, Jesús actúa siempre impulsado por el “Espíritu” de Dios. Es el amor del Padre el que lo envía a anunciar a los pobres la Buena Noticia de su proyecto salvador. Es el aliento de Dios el que lo mueve a curar la vida. Es su fuerza salvadora la que se manifiesta en toda su trayectoria profética.

Este Espíritu no se apagará en el mundo cuando Jesús se ausente. Él mismo lo promete así a sus discípulos. La fuerza del Espíritu los hará testigos de Jesús, Hijo de Dios, y colaboradores del proyecto salvador del Padre. Así vivimos los cristianos prácticamente el misterio de la Trinidad. 

José Antonio Pagola


Red Evangelizadora BUENAS NOTICIAS
26 de mayo de 2013
Santísima Trinidad (C)
Juan 16, 12-15

miércoles, 22 de mayo de 2013

Jesús ante los pobres y las víctimas



No se nos ha enseñado lo que significa discernir nuestras vidas a la luz de sus palabras y actitudes


RAFAEL LUCIANI |  EL UNIVERSAL
miércoles 22 de mayo de 2013  12:00 AM
Siempre existe la tentación de idealizar el mensaje de Jesús y leerlo fuera de los contextos sociopolíticos y religiosos donde nació. No se nos ha enseñado lo que significa discernir nuestras vidas a la luz de sus palabras y actitudes. Los gestos, las acciones y las palabras que decía Jesús resonaron en los corazones de personas que vivían en medio de una realidad completamente fracturada y desesperanzada, llena de ira e impiedad, agobiada por el peso de un porvenir incierto. Era una realidad cuyas instituciones de gobierno producían cada vez más «pobres» y «víctimas». Y donde las autoridades religiosas sólo ofrecían una vida de fe que se reducía al rezo de devociones y la asistencia al culto para ofrecer sacrificios. Muchos habían olvidado la fuerza transformadora de palabras como: «perdón» o «justicia», y ya no recordaban cómo era una vida de «solidaridad fraterna» donde no existiese la violencia.

En medio de estas condiciones, Jesús aprendió de Juan el Bautista que el proyecto de nación en el que él vivía, había fracasado (Mt 3,10.12), así como el sistema religioso del Templo (Mt 3,7). No obstante, Jesús no responde con los mismos criterios que el Bautista. No espera un juicio divino, ni anuncia la muerte de nadie. Él comienza a anunciar una buena nueva que acontecería cuando el odio y la violencia no dominaran los pensamientos y los corazones.

Él creía que sí era posible construir un mundo más humano, favorable a los ojos de Dios. Y que «comenzaba ese año». Así lo transmite Lucas: «Hoy se ha cumplido esta Escritura que habéis oído» (Lc 4,21). ¿Qué significa este «Hoy»? Según el profeta Isaías, en quien se inspira Jesús, sólo podía haber Buena Nueva sirviendo a los «pobres» y defendiendo a las «víctimas» (Is 61,1; Lc 4,18), porque estas dos realidades eran el testimonio más fehaciente de un sistema político que se había sostenido por la fuerza de la violencia verbal y física, y con el aval de una sociedad indiferente al sufrimiento de las víctimas. El «hoy» de Isaías comportaba un gran reto porque anunciaba la necesidad de tomar postura, como Dios lo había hecho. No se podía aceptar que siguiera creciendo la pobreza y se convirtieran a las personas en víctimas de la violencia, el miedo y la opresión.

Por ello, la oración de Jesús pedía al Padre que le diera fuerza para hacer de «este mundo, como era el del cielo» (Mt 6,10), es decir, que los hombres pudieran gozar de una calidad de vida como la de Dios (Gn 1,26). Su propuesta ofrecía algo que parecía insignificante: «sanar los corazones rotos» (Is 61,1), y «rechazar a los que humillan» (Is 58,3). Muchos se preguntaban cómo sería eso posible. Pero él lo encontró en las sabias palabras de Isaías que explicaban lo que agradaba a Dios: «¿no será más bien este otro el ayuno que yo quiero: desatar los lazos de la maldad, deshacer las coyundas del yugo, dar la libertad a los quebrantados, y quitar las duras cargas?, ¿no será partir el pan con el hambriento y recibir a los pobres sin hogar en mi casa?, ¿que cuando veas a un desnudo le cubras y no te apartes de tu prójimo? Entonces brotará tu luz como la aurora y tu herida se sanará rápidamente» (Is 58,6-8).

No podía haber una verdadera sanación del corazón, sin la conversión al pobre y a la víctima. Sólo así se podía frenar, para siempre, a los que humillan y hacen el mal. Pero perdonar supone «sanar la realidad» que ha sido afectada por el mal y «hacer justicia» para que no vuelva a ocurrir. Es, pues, un proyecto de vida basado en el compromiso por transformar la realidad en la medida en que se reconstruyen las relaciones interpersonales, para que "sobreabunde la Gracia donde abunda el pecado" (Rom 5,20).

Como lo recordó una vez Nelson Mandela: "no se trata de pasar la página, sino de volver a leerla, pero esta vez juntos". Leerla sin absolutizar el poder y la riqueza, sin humillar ni violentar al que piensa distinto (Lc 6,20-26). Leerla con la compasión de quien perdona (Lc 6,27-49) y rechaza toda forma de violencia (Jn 18,36). Pero leerla confiando en Dios antes que en el poder del dinero y del cargo (Lc 16,13). En fin, «hoy» debemos discernir juntos la realidad que vivimos para que no existan más «pobres, presos, ciegos y oprimidos» (Lc 4,18), y aprendamos a hacernos cargo de la creación como servidores de humanidad y luchadores por la justicia, como nos recuerdan las Bienaventuranzas (Lc 6,20-23; Mt 5,1-12).

Jesús entendió que sólo cuando nos entregamos los unos a los otros en el servicio fraterno y la lucha por la justicia, entonces podrá brotar nuevamente la luz y quedarán sanadas las heridas que una vez nos dividieron. 

Doctor en Teología

rluciani@ucab.edu.ve

@rafluciani

domingo, 19 de mayo de 2013

Esperanza y justicia




Sólo una esperanza mayor, en Dios, nos libera del cansancio o del fanatismo...


FÉLIX PALAZZI* |  EL UNIVERSAL
sábado 4 de mayo de 2013  12:00 AM
A veces confundimos la noción de esperanza con la fuga o negación de la realidad, y la esperanza es, ante todo, esperanza en la justicia: sin la búsqueda de la justicia la esperanza se convierte en una ilusión y la justicia sin la esperanza pierde toda capacidad de renovarse.

La esperanza no es producto de un estado de ánimo o la proyección de nuestros buenos deseos. Martin Heidegger afirmó: "debo decir que la filosofía no podrá provocar un cambio inmediato del estado presente del mundo... sólo un Dios puede aún salvarnos". Hemos de admitir que todos esperamos un cambio de la situación actual que vivimos; más allá de las tendencias políticas o religiosas, todos anhelamos un cambio. Pero la esperanza considerada únicamente como la posibilidad de un cambio o una acción repentina por parte de un liderazgo o de un sistema político o religioso nos hunde más bien en una situación de desesperanza.

La esperanza no se decreta, tampoco se impone. La esperanza nos motiva a buscar y a construir la justicia, esa justicia que, evidentemente, no es directamente equiparable a nuestro sistema jurídico, es decir, la justicia tiene su expresión en un código jurídico y en sus instituciones, pero es mucho más que su expresión legal, porque realmente su finalidad es proteger la diferencia y garantizar que esta exista. Es por ello que sólo la esperanza crea justicia y en la injusticia se crece nuestra esperanza, pues la esperanza se fortalece cuando acoge la espera del otro.

La esperanza nos mueve a la participación y transformación de la realidad. Vivimos en un mundo sin esperanza porque nos hundimos en el mar de la indiferencia. La construcción de un proyecto de nación o eclesial implica una participación de todos que se inicia en el simple gesto de permitir y acoger la diferencia en la que el otro se muestra. No hay justicia donde no se reconoce y se garantiza esa diferencia, y toda lucha por la justicia comienza en el simple reconocimiento y aceptación de lo diferente. Este reconocimiento tiene que hacerse real en las relaciones cotidianas y en el fortalecimiento de espacios comunes. La esperanza más que un Estado ilusorio se expresa en la dinámica de nuestra participación en la construcción de una realidad donde la justicia sea posible en todos los ámbitos de nuestra vida.

Recordemos las palabras de Benedicto XVI: "Pero el esfuerzo cotidiano por continuar nuestra vida y por el futuro de todos nos cansa o se convierte en fanatismo, si no está iluminado por la luz de aquella esperanza más grande que no puede ser destruida ni siquiera por frustraciones en lo pequeño ni por el fracaso en los acontecimientos de importancia histórica". Heidegger tenía razón: sólo una esperanza mayor, en Dios, nos libera del cansancio o del fanatismo y transforma nuestra esperanza en búsqueda de la justicia. 

Doctor en Teología Dogmática

fpalazzi@ucab.edu.ve

sábado, 18 de mayo de 2013

NECESITADOS DE SALVACIÓN



Domingo de Pentecostés,
Solemnidad /C

Lectura del libro de los Hechos de los Apóstoles

El día de Pentecostés, todos los discípulos estaban reunidos en un mismo lugar. De repente se oyó un gran ruido que venía del cielo, como cuando sopla un viento fuerte, que resonó por toda la casa donde se encontraban. Entonces aparecieron lenguas de fuego, que se distribuyeron y se posaron sobre ellos; se llenaron todos del Espíritu Santo y empezaron a hablar en otros idiomas, según el Espíritu los inducía a expresarse.

En esos días había en Jerusalén judíos devotos, venidos de todas partes del mundo. Al oír el ruido, acudieron en masa y quedaron desconcertados, porque cada uno los oía hablar en su propio idioma.

Atónitos y llenos de admiración, pre gunt a ban: “ ¿ No son galileos todos estos que están hablando? ¿Cómo, pues, los oímos hablar en nuestra lengua nativa? Entre nosotros hay medos, partos y elamitas; otros vivimos en Mesopotamia, Judea, Capadocia, en el Ponto y en Asia, en Frigia y en Panfilia, en Egipto o en la zona de Libia que limita con Cirene. Algunos somos visitantes, venidos de Roma, judíos y prosélitos; también hay cretenses y árabes. Y sin embargo, cada quien los oye hablar de las maravillas de Dios en su propia lengua”.

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NECESITADOS DE SALVACIÓN

El Espíritu Santo de Dios no es propiedad de la Iglesia. No pertenece en exclusiva a las religiones. Hemos de invocar su venida al mundo entero tan necesitado de salvación.

Ven Espíritu creador de Dios. En tu mundo no hay paz. Tus hijos e hijas se matan de manera ciega y cruel. No sabemos resolver nuestros conflictos sin acudir a la fuerza destructora de las armas. Nos hemos acostumbrado a vivir en un mundo ensangrentado por las guerras. Despierta en nosotros el respeto a todo ser humano. Haznos constructores de paz. No nos abandones al poder del mal.

Ven Espíritu liberador de Dios. Muchos de tus hijos e hijas vivimos esclavos del dinero. Atrapados por un sistema que nos impide caminar juntos hacia un mundo más humano. Los poderosos son cada vez más ricos, los débiles cada vez más pobres. Libera en nosotros la fuerza para trabajar por un mundo más justo. Haznos más responsables y solidarios. No nos dejes en manos de nuestro egoísmo.

Ven Espíritu renovador de Dios. La humanidad está rota y fragmentada. Una minoría de tus hijos e hijas disfrutamos de un bienestar que nos está deshumanizando cada vez más. Una mayoría inmensa muere de hambre, miseria y desnutrición. Entre nosotros crece la desigualdad y la exclusión social. Despierta en nosotros la compasión que lucha por la justicia. Enséñanos a defender siempre a los últimos. No nos dejes vivir con un corazón enfermo.

Ven Espíritu consolador de Dios. Muchos de tus hijos e hijas viven sin conocer el amor, el hogar o la amistad. Otros caminan perdidos y sin esperanza. No conocen una vida digna, solo la incertidumbre, el miedo o la depresión. Reaviva en nosotros la atención a los que viven sufriendo. Enséñanos a estar más cerca de quienes están más solos. Cúranos de la indiferencia.

Ven Espíritu bueno de Dios. Muchos de tus hijos e hijas no conocen tu amor ni tu misericordia. Se alejan de Ti porque te tienen miedo. Nuestros jóvenes ya no saben hablar contigo. Tu nombre se va borrando en las conciencias. Despierta en nosotros la fe y la confianza en Ti. Haznos portadores de tu Buena Noticia. No nos dejes huérfanos.

Ven Espíritu vivificador de Dios. Tus hijos e hijas no sabemos cuidar la vida. No acertamos a progresar sin destruir, no sabemos crecer sin acaparar. Estamos haciendo de tu mundo un lugar cada vez más inseguro y peligroso. En muchos va creciendo el miedo y se va apagando la esperanza. No sabemos hacia dónde nos dirigimos. Infunde en nosotros tu aliento creador. Haznos caminar hacia una vida más sana. No nos dejes solos. ¡Sálvanos!

José Antonio Pagola

Pentecostés (C)
Juan 20, 19-23

miércoles, 8 de mayo de 2013

LA BENDICIÓN DE JESÚS



Evangelio
(Lc 24,46-53)
Lectura del santo Evangelio según san Lucas


En aquel tiempo, Jesús se apareció a sus discípulos y les dijo: “Está escrito que el Mesías tenía que padecer y había de resucitar de entre los muertos al tercer día, y que en su nombre se había de predicar a todas las naciones, comenzando por Jerusalén, la necesidad de volverse a Dios para el perdón de los pecados. Ustedes son testigos de esto. Ahora yo les voy a enviar al que mi Padre les prometió. Permanezcan, pues, en la ciudad, hasta que reciban la fuerza de lo alto”.

Después salió con ellos fuera de la ciudad, hacia un lugar cercano a Betania; levantando las manos, los bendijo y mientras los bendecía, se fue apartando de ellos y elevándose al cielo. Ellos, después de adorarlo, regresaron a Jerusalén, llenos de gozo, y permanecían constantemente en el templo, alabando a Dios.




LA BENDICIÓN DE JESÚS

        Son los últimos momentos de Jesús con los suyos. Enseguida los dejará para entrar definitivamente en el misterio del Padre. Ya no los podrá acompañar por los caminos del mundo como lo ha hecho en Galilea. Su presencia no podrá ser sustituida por nadie.
         Jesús solo piensa en que llegue a todos los pueblos el anuncio del perdón y la misericordia de Dios. Que todos escuchen su llamada a la conversión. Nadie ha de sentirse perdido. Nadie ha de vivir sin esperanza. Todos han de saber que Dios comprende y ama a sus hijos e hijas sin fin. ¿Quién podrá anunciar esta Buena Noticia?
         Según el relato de Lucas, Jesús no piensa en sacerdotes ni obispos. Tampoco en doctores o teólogos. Quiere dejar en la tierra “testigos”. Esto es lo primero: “vosotros sois testigos de estas cosas”. Serán los testigos de Jesús los que comunicarán su experiencia de un Dios bueno y contagiarán su estilo de vida trabajando por un mundo más humano.
         Pero Jesús conoce bien a sus discípulos. Son débiles y cobardes. ¿Dónde encontrarán la audacia para ser testigos de alguien que ha sido crucificado por el representante del Imperio y los dirigentes del Templo? Jesús los tranquiliza: “Yo os enviaré lo que mi Padre ha prometido”. No les va a faltar la “fuerza de lo alto”. El Espíritu de Dios los defenderá.
         Para expresar gráficamente el deseo de Jesús, el evangelista Lucas describe su partida de este mundo de manera sorprendente: Jesús vuelve al Padre levantando sus manos y bendiciendo a sus discípulos. Es su último gesto. Jesús entra en el misterio insondable de Dios y sobre el mundo desciende su bendición.
         A los cristianos se nos ha olvidado que somos portadores de la bendición de Jesús. Nuestra primera tarea es ser testigos de la Bondad de Dios. Mantener viva la esperanza. No rendirnos ante el mal. Este mundo que parece un “infierno maldito” no está perdido. Dios lo mira con ternura y compasión.
         También hoy es posible buscar el bien, hacer el bien, difundir el bien. Es posible trabajar por un mundo más humano y un estilo de vida más sano. Podemos ser más solidarios y menos egoístas. Más austeros y menos esclavos del dinero. La misma crisis económica nos puede empujar a buscar una sociedad menos corrupta.
         En la Iglesia de Jesús hemos olvidado que lo primero es promover una “pastoral de la bondad”. Nos hemos de sentir testigos y profetas de ese Jesús que pasó su vida sembrando gestos y palabras de bondad. Así despertó en las gentes de Galilea la esperanza en un Dios Salvador. Jesús es una bendición y la gente lo tiene que conocer.

José Antonio Pagola

12 de mayo de 2013
Ascensión del Señor (C)
Lucas 24, 46-53


domingo, 5 de mayo de 2013

COMUNICADO CONFERENCIA EPISCOPAL VENEZOLANA




COMUNICADO: AMEMOS NO SOLO DE PALABRA SINO CON HECHOS Y CONFORME A LA VERDAD (1ª carta de Juan 3,17)

1.- Los Obispos de Venezuela conscientes de la gravedad del momento que vive el país, creemos que la situación a la que ha llegado debe mover a todos los venezolanos a una reflexión serena con una actitud de respeto y diálogo. "El que odia a su hermano es un homicida" (1Jn. 3,15). Nuestro Señor Jesús nos invitó a tener un corazón lleno de paz, desterrando el odio, la maledicencia, la agresión y la violencia que conducen a caminos de destrucción y de muerte. Nuestra fe cristiana nos invita a ser instrumentos de paz, de perdón y de reconciliación.
2.- Reiteramos lo dicho en nuestro Comunicado del 17 de abril, en el que constatábamos de manera más evidente, la nueva realidad política: estar divididos en dos mitades prácticamente iguales, como ha quedado en evidencia en las últimas elecciones presidenciales. Por eso reafirmamos: "la paz social y política del país reclama el recíproco reconocimiento de los dos sectores mayoritarios del pueblo venezolano, pues el desconocimiento mutuo hará inviable tanto los planes del gobierno como los aportes alternativos de la otra parte".
3.- Los agudos problemas del país, - la violencia diaria, callejera o política, la inseguridad, la deficiencia de los servicios públicos y la crisis económica-, requieren ser afrontados desde el entendimiento entre las partes, pues ninguna de ellas es autosuficiente por sí sola para resolver los problemas del país.

4.- El respeto y la justicia deben prevalecer en el trato entre los ciudadanos y las instituciones, dejando a un lado la prepotencia y el fanatismo, los prejuicios y las acusaciones infundadas. Un lenguaje excluyente, ofensivo y amenazante, causa miedo e indignación en la población y puede provocar reacciones sociales lamentables. Hacemos nuestra la petición de la mayoría de los venezolanos para que cesen la represión, el hostigamiento, el acoso y despidos injustificados de los empleados públicos y la violencia por razones políticas. Opinar en contra o disentir del proyecto oficial no deben ser motivos para temer la pérdida de la libertad, el puesto de trabajo, la vivienda o cualquier otro derecho ciudadano.

5.- Las agresiones físicas de algunos diputados en la Asamblea Nacional son un acto de violencia que causa tristeza y vergüenza. ¡Venezuela no se merece espectáculos tan bochornosos! Hechos como estos desnaturalizan la identidad del Parlamento y ponen en riesgo un ámbito esencial de diálogo, discusión y propuestas en una sociedad democrática.
6.- Rechazamos categóricamente la criminalización de la protesta pacífica consagrada en la Constitución. Percibimos, en efecto, que la inmensa mayoría de la población exige de todos los agentes políticos y sociales, una información equilibrada, y que corresponda a la verdad, fundamento de toda credibilidad y confianza en ellos y en las instituciones que representan. No se construye nada válido a partir de falsedades, mentiras o medias verdades. Escuchemos al Papa Francisco:"invito al querido pueblo venezolano, especialmente a quienes toman las decisiones y a los responsables políticos a rechazar firmemente cualquier tipo de violencia, y a establecer un diálogo basado en la verdad, de reconocimiento mutuo, en la búsqueda del bien común y el amor por la nación".

7.- Cada venezolano, pero en primer lugar las autoridades, tienen la obligación de proteger la vida, mantener la esperanza y sostenerla con coraje, constancia y verdad. Hoy más que nunca es necesario apoyar y respetar el trabajo de las Organizaciones No Gubernamentales, que se comprometen en la defensa de los derechos humanos.
8.- Invitamos a todos los creyentes a redoblar la oración a Dios por la reconciliación y la paz; y, al mismo tiempo, a trabajar y ser eficaces en el amor al prójimo con gestos de respeto, perdón y solidaridad, sin ninguna distinción. Invocamos sobre todos los venezolanos las bendiciones de Dios que nos hace hermanos y la protección de la Santísima Virgen de Coromoto, nuestra Patrona.

Con nuestra bendición,

Los Arzobispos y Obispos de Venezuela

Caracas, 2 de mayo de 2013.

miércoles, 1 de mayo de 2013

ÚLTIMOS DESEOS DE JESÚS




Evangelio
(Jn 14,23-29)
Lectura del santo Evangelio según san Juan
Gloria a ti, Señor

En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: “El que me ama, cumplirá mi palabra y mi Padre lo amará y haremos en él nuestra morada. El que no me ama no cumplirá mis palabras. La palabra que están oyendo no es mía, sino del Padre, que me envió. Les he hablado de esto ahora que estoy con ustedes; pero el Consolador, el Espíritu Santo que mi Padre les enviará en mi nombre, les enseñará todas las cosas y les recordará todo cuanto yo les he dicho.

La paz les dejo, mi paz les doy. No se la doy como la da el mundo. No pierdan la paz ni se acobarden. Me han oído decir: “Me voy, pero volveré a su lado’. Si me amaran, se alegrarían de que me vaya al Padre, porque el Padre es más que yo. Se lo he dicho ahora, antes de que suceda, para que cuando suceda, crean”.


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ÚLTIMOS DESEOS DE JESÚS


 Jesús se está despidiendo de sus discípulos. Los ve tristes y acobardados. Todos saben que están viviendo las últimas horas con su Maestro. ¿Qué sucederá cuando les falte? ¿A quién acudirán? ¿Quién los defenderá? Jesús quiere infundirles ánimo descubriéndoles sus últimos deseos.

Que no se pierda mi Mensaje. Es el primer deseo de Jesús. Que no se olvide su Buena Noticia de Dios. Que sus seguidores mantengan siempre vivo el recuerdo del proyecto humanizador del Padre: ese “reino de Dios” del que les ha hablado tanto. Si le aman, esto es lo primero que han de cuidar: “el que me ama, guardará mi palabra...el que no me ama, no la guardará”.

Después de veinte siglos, ¿qué hemos hecho del Evangelio de Jesús? ¿Lo guardamos fielmente o lo estamos manipulando desde nuestros propios intereses? ¿Lo acogemos en nuestro corazón o lo vamos olvidando? ¿Lo presentamos con autenticidad o lo ocultamos con nuestras doctrinas?

El Padre os enviará en mi nombre un Defensor. Jesús no quiere que se queden huérfanos. No sentirán su ausencia. El Padre les enviará el Espíritu Santo que los defenderá de riesgo de desviarse de él. Este Espíritu que han captado en él, enviándolo hacia los pobres, los impulsará también a ellos en la misma dirección

 El Espíritu les “enseñará” a comprender mejor todo lo que les ha enseñado. Les ayudará a profundizar cada vez más su Buena Noticia. Les “recordará” lo que le han escuchado. Los educará en su estilo de vida.

Después de veinte siglos, ¿qué espíritu reina entre los cristianos? ¿Nos dejamos guiar por el Espíritu de Jesús? ¿Sabemos actualizar su Buena Noticia? ¿Vivimos atentos a los que sufren? ¿Hacia dónde nos impulsa hoy su aliento renovador?

Os doy mi paz. Jesús quiere que vivan con la misma paz que han podido ver en él, fruto de su unión íntima con el Padre. Les regala su paz. No es como la que les puede ofrecer el mundo. Es diferente. Nacerá en su corazón si acogen el Espíritu de Jesús.

Esa es la paz que han de contagiar siempre que lleguen a un lugar. Lo primero que difundirán al anunciar el reino de Dios para abrir caminos a un mundo más sano y justo. Nunca han de perder esa paz. Jesús insiste: “Que no tiemble vuestro corazón ni se acobarde”.

Después de veinte siglos, ¿por qué nos paraliza el miedo al futuro? ¿Por qué tanto recelo ante la sociedad moderna? Hay mucha gente que tiene hambre de Jesús. El Papa Francisco es un regalo de Dios. Todo nos está invitando a caminar hacia una Iglesia más fiel a Jesús y a su Evangelio. No podemos quedarnos pasivos.


José Antonio Pagola


5 de mayo de 2013
6 Pascua (C)
Juan 14,23-29