El papa Francisco es el primer papa jesuita de la historia. Cuando escuché que anunciaron su nombre, después de gritar, lo primero que pensé fue lo improbable que había sido todo. ¿Por qué? ¿Por qué era tan difícil que la gente (incluido yo) imaginara a un papa jesuita? ¿Qué habría pensado San Ignacio de Loyola, el fundador de la orden de los jesuitas (formalmente conocida como la Compañía de Jesús) en el siglo XVI?
Abordemos primero la primera pregunta: ¿Por qué era tan improbable? Por dos razones. La primera es que la mayoría de los cardenales provienen de las filas del clero diocesano. Es decir, la mayoría estudia en seminarios diocesanos y están capacitados para trabajar en los ámbitos más conocidos de las parroquias católicas: celebran misa, bautizan niños, ofician matrimonios y trabajan muy de cerca con las familias de su parroquia. Tal vez para el público en general es más fácil entender sus vidas. Comienzan como sacerdotes de parroquia, más tarde se les nombra obispos y arzobispos, y después, el papa los nombra cardenales.
Los miembros de las órdenes religiosas, como los franciscanos, los dominicos y los jesuitas, viven una vida distinta. Hacemos votos de pobreza, castidad y obediencia, y vivimos juntos en comunidades. (En contraste, los sacerdotes de parroquia perciben un salario). Tampoco nos enfocamos en la vida parroquial. En Estados Unidos, por ejemplo, los jesuitas son conocidos principalmente por sus instituciones educativas: secundarias, preparatorias y universidades como el Boston College, Georgetown, Fordham y todas las escuelas que lleven el nombre de 'Loyola'. Así que nuestra vida es distinta a la del clero diocesano; ni mejor ni peor, solo diferente. Por ello, los miembros de las órdenes religiosas parecen más "ajenos" a los cardenales. Es por ello que en la historia reciente no ha habido muchos papas procedentes de órdenes religiosas. Cuando eligen a un líder, los cardenales prefieren naturalmente a alguien que pertenezca a su "mundo".
Pero esta vez no fue así. Tal vez sintieron que era el momento de cambiar. En grande. Además, los jesuitas a veces eran vistos con recelo en ciertas partes del Vaticano. Hay varias razones para ello y algunas son complejas. La primera es, como mencioné, nuestras "diferencias". En segundo lugar, a veces algunas personas pensaban que nuestro trabajo con los pobres y los marginados era demasiado experimental, radical e incluso peligroso. "Cuando trabajas en los límites", dijo un viejo jesuita, "a veces los rebasas".
A principios de la década de 1980, el papa Juan Pablo II "intervino" en nuestra gestión interna debido a las tensiones entre los jesuitas y el Vaticano. Después de que depusieron a nuestro superior general, el papa designó a su propio representante para dirigirnos (en vez de permitir que se llevara a cabo el procedimiento normal, con el que elegiríamos a un sucesor). Esa era su potestad como papa, pero desanimó a muchos jesuitas. Algunos años más tarde, elegimos a un nuevo superior general y se restablecieron las relaciones cordiales. Sin embargo, la desconfianza persistió en algunos sectores del Vaticano, lo que significó que imaginar a un papa jesuita era descabellado. Ahora que hay un papa jesuita, si la desconfianza no ha desaparecido, al menos ha disminuido.
¿Qué significa tener un papa jesuita? Muchas cosas. Para empezar, el nuevo vicario de Cristo está profundamente impregnado con la espiritualidad de San Ignacio de Loyola, quien fundó la orden jesuita en 1540. Como todos los jesuitas "maduros", el papa Francisco ha participado en dos ocasiones en los Ejercicios Espirituales, un retiro silencioso de un mes dedicado a la vida de Jesucristo. Los Ejercicios requieren que uses tu imaginación para entrar en la vida de Jesús a través de la oración. Podemos asumir que el papa Francisco es un hombre intensamente espiritual que ha sondeado las profundidades de la vida de Cristo en una forma particularmente jesuita. Desde que fue electo el miércoles, he escuchado a al menos una docena de jesuitas decir: "Bueno, no sé mucho acerca de él, pero sé que hizo los Ejercicios".
En segundo lugar, la preparación de los jesuitas es un proceso extremadamente prolongado. El papa Francisco entró al noviciado jesuita en 1958, a los 22 años, y se ordenó hasta 1969. (Ese es el tiempo promedio de preparación de un sacerdote jesuita. Yo entré en 1988 y me ordené en 1999). Así que el nuevo papa es un hombre letrado que también tiene experiencia en varios ministerios a los que fue asignado durante su larga preparación. Típicamente se le pide a un jesuita en preparación que trabaje con los pobres, atienda a pacientes en los hospitales y dé clases en escuelas al tiempo que ejecuta lo que San Ignacio llamaba 2tareas humildes y sencillas", como lavar los retretes y trapear los pisos.
En tercer lugar, el papa Francisco conoce la pobreza. Los jesuitas debemos tomar en serio nuestros votos de pobreza. Esto significa que durante el noviciado vivimos con un salario mínimo, trabajamos con los pobres y no tenemos posesiones. Las ahora famosas historias de que el cardenal Bergoglio usa el transporte público y prepara su propia comida pueden tener sus bases en San Ignacio de Loyola, quien dijo que debemos amar a la pobreza "como si fuera una madre". A los jesuitas se nos pide que sigamos al "Cristo pobre" —es decir, que imitemos a Cristo en su pobreza en la Tierra— y que vivamos lo más sencillamente posible. A algunos nos va mejor que a otros; una vez que fue nombrado obispo y luego arzobispo, fue liberado de su voto de pobreza, pero es uno de los objetivos esenciales en la vida de un jesuita y lo más probable es que esté profundamente arraigado en su vida espiritual.
Se ha enfatizado el nombre del papa Francisco; yo sentí gran gozo de que decidiera honrar a San Francisco de Asís, probablemente el santo más querido del mundo. Eso indica un gran deseo de ayudar a los pobres. Sin embargo, no pude evitar pensar que a pesar de su devoción a Francisco, obtuvo sus primeras experiencias en el ministerio con los pobres cuando era, como dicen los jesuitas, un "hijo de Ignacio".
En cuarto lugar, se pide a los jesuitas que estén "disponibles": abiertos, libres, listos para ir a cualquier parte. El ideal de los jesuitas es ser lo suficientemente libre como para ir a donde Dios quiera que vayas, ya sea a una favela en Latinoamérica o al Palacio Papal en el Vaticano. También debemos ser "indiferentes": lo suficientemente libres como para florecer en cualquier parte, para hacer cualquier cosa que sirva ad majorem Dei gloriam: a la mayor gloria de Dios.
En quinto lugar, se supone que no debemos ser "trepadores". Esta es una ironía grandiosa. Cuando los sacerdotes jesuitas y los hermanos terminan su preparación, hacen votos de pobreza, castidad, obediencia y un voto especial ante el papa "en relación con las misiones", es decir, en relación con los lugares a donde el papa quiera enviarnos. Sin embargo, también hacemos una promesa inusual, que hasta donde sé es única entre las órdenes religiosas: no "ambicionar ni buscar" un alto cargo.
San Ignacio estaba indignado por la ambición en el clero de la que fue testigo a finales del Renacimiento, así que nos pidió que hiciéramos esa promesa singular en contra de la "ascensión". En ocasiones, el papa pide a un jesuita, como lo hizo con Jorge Bergoglio, que tome el cargo de obispo o arzobispo. Pero eso no es lo usual. Sin embargo, un jesuita que alguna vez prometió no "ambicionar ni buscar" un alto cargo ahora ostenta el cargo más alto de la Iglesia.
Respecto a la segunda pregunta: ¿Qué habría pensado San Ignacio de Loyola?
San Ignacio fue famoso por rehusarse a que sus hombres se volvieran obispos e incluso hubo ocasiones en las que se resistió al Vaticano para evitar que sucediera. Por otro lado, él estaba lo suficientemente "disponible" como para saber que era necesario romper las reglas estrictas. Además, estaba comprometido con hacer todo lo que fuera posible por la Iglesia y a pedirles a sus jesuitas que hicieran lo mismo. En uno de los estatutos de los jesuitas, Ignacio anuncia sus intenciones de "servir solo al Señor y a su esposa, la Iglesia, bajo la dirección del pontífice romano, el vicario de Cristo en la Tierra".
Como dice nuestro lema, hacer cualquier cosa por "la mayor gloria de Dios" y por el servicio de la Iglesia, como diría Ignacio. Así que, francamente, pienso que San Ignacio aprobaría que uno de sus Hijos no solo sirva al pontífice romano, sino que lo sea. Yo ciertamente lo apruebo.
Por James Martin, sj especial para CNN
Nota del editor: James Martin es un sacerdote jesuita, editor de la revista América y autor del libro The Jesuit Guide to (Almost) Everything (La guía jesuita para casi todo).
Los miembros de las órdenes religiosas, como los franciscanos, los dominicos y los jesuitas, viven una vida distinta. Hacemos votos de pobreza, castidad y obediencia, y vivimos juntos en comunidades. (En contraste, los sacerdotes de parroquia perciben un salario). Tampoco nos enfocamos en la vida parroquial. En Estados Unidos, por ejemplo, los jesuitas son conocidos principalmente por sus instituciones educativas: secundarias, preparatorias y universidades como el Boston College, Georgetown, Fordham y todas las escuelas que lleven el nombre de 'Loyola'. Así que nuestra vida es distinta a la del clero diocesano; ni mejor ni peor, solo diferente. Por ello, los miembros de las órdenes religiosas parecen más "ajenos" a los cardenales. Es por ello que en la historia reciente no ha habido muchos papas procedentes de órdenes religiosas. Cuando eligen a un líder, los cardenales prefieren naturalmente a alguien que pertenezca a su "mundo".
Pero esta vez no fue así. Tal vez sintieron que era el momento de cambiar. En grande. Además, los jesuitas a veces eran vistos con recelo en ciertas partes del Vaticano. Hay varias razones para ello y algunas son complejas. La primera es, como mencioné, nuestras "diferencias". En segundo lugar, a veces algunas personas pensaban que nuestro trabajo con los pobres y los marginados era demasiado experimental, radical e incluso peligroso. "Cuando trabajas en los límites", dijo un viejo jesuita, "a veces los rebasas".
A principios de la década de 1980, el papa Juan Pablo II "intervino" en nuestra gestión interna debido a las tensiones entre los jesuitas y el Vaticano. Después de que depusieron a nuestro superior general, el papa designó a su propio representante para dirigirnos (en vez de permitir que se llevara a cabo el procedimiento normal, con el que elegiríamos a un sucesor). Esa era su potestad como papa, pero desanimó a muchos jesuitas. Algunos años más tarde, elegimos a un nuevo superior general y se restablecieron las relaciones cordiales. Sin embargo, la desconfianza persistió en algunos sectores del Vaticano, lo que significó que imaginar a un papa jesuita era descabellado. Ahora que hay un papa jesuita, si la desconfianza no ha desaparecido, al menos ha disminuido.
¿Qué significa tener un papa jesuita? Muchas cosas. Para empezar, el nuevo vicario de Cristo está profundamente impregnado con la espiritualidad de San Ignacio de Loyola, quien fundó la orden jesuita en 1540. Como todos los jesuitas "maduros", el papa Francisco ha participado en dos ocasiones en los Ejercicios Espirituales, un retiro silencioso de un mes dedicado a la vida de Jesucristo. Los Ejercicios requieren que uses tu imaginación para entrar en la vida de Jesús a través de la oración. Podemos asumir que el papa Francisco es un hombre intensamente espiritual que ha sondeado las profundidades de la vida de Cristo en una forma particularmente jesuita. Desde que fue electo el miércoles, he escuchado a al menos una docena de jesuitas decir: "Bueno, no sé mucho acerca de él, pero sé que hizo los Ejercicios".
En segundo lugar, la preparación de los jesuitas es un proceso extremadamente prolongado. El papa Francisco entró al noviciado jesuita en 1958, a los 22 años, y se ordenó hasta 1969. (Ese es el tiempo promedio de preparación de un sacerdote jesuita. Yo entré en 1988 y me ordené en 1999). Así que el nuevo papa es un hombre letrado que también tiene experiencia en varios ministerios a los que fue asignado durante su larga preparación. Típicamente se le pide a un jesuita en preparación que trabaje con los pobres, atienda a pacientes en los hospitales y dé clases en escuelas al tiempo que ejecuta lo que San Ignacio llamaba 2tareas humildes y sencillas", como lavar los retretes y trapear los pisos.
En tercer lugar, el papa Francisco conoce la pobreza. Los jesuitas debemos tomar en serio nuestros votos de pobreza. Esto significa que durante el noviciado vivimos con un salario mínimo, trabajamos con los pobres y no tenemos posesiones. Las ahora famosas historias de que el cardenal Bergoglio usa el transporte público y prepara su propia comida pueden tener sus bases en San Ignacio de Loyola, quien dijo que debemos amar a la pobreza "como si fuera una madre". A los jesuitas se nos pide que sigamos al "Cristo pobre" —es decir, que imitemos a Cristo en su pobreza en la Tierra— y que vivamos lo más sencillamente posible. A algunos nos va mejor que a otros; una vez que fue nombrado obispo y luego arzobispo, fue liberado de su voto de pobreza, pero es uno de los objetivos esenciales en la vida de un jesuita y lo más probable es que esté profundamente arraigado en su vida espiritual.
Se ha enfatizado el nombre del papa Francisco; yo sentí gran gozo de que decidiera honrar a San Francisco de Asís, probablemente el santo más querido del mundo. Eso indica un gran deseo de ayudar a los pobres. Sin embargo, no pude evitar pensar que a pesar de su devoción a Francisco, obtuvo sus primeras experiencias en el ministerio con los pobres cuando era, como dicen los jesuitas, un "hijo de Ignacio".
En cuarto lugar, se pide a los jesuitas que estén "disponibles": abiertos, libres, listos para ir a cualquier parte. El ideal de los jesuitas es ser lo suficientemente libre como para ir a donde Dios quiera que vayas, ya sea a una favela en Latinoamérica o al Palacio Papal en el Vaticano. También debemos ser "indiferentes": lo suficientemente libres como para florecer en cualquier parte, para hacer cualquier cosa que sirva ad majorem Dei gloriam: a la mayor gloria de Dios.
En quinto lugar, se supone que no debemos ser "trepadores". Esta es una ironía grandiosa. Cuando los sacerdotes jesuitas y los hermanos terminan su preparación, hacen votos de pobreza, castidad, obediencia y un voto especial ante el papa "en relación con las misiones", es decir, en relación con los lugares a donde el papa quiera enviarnos. Sin embargo, también hacemos una promesa inusual, que hasta donde sé es única entre las órdenes religiosas: no "ambicionar ni buscar" un alto cargo.
San Ignacio estaba indignado por la ambición en el clero de la que fue testigo a finales del Renacimiento, así que nos pidió que hiciéramos esa promesa singular en contra de la "ascensión". En ocasiones, el papa pide a un jesuita, como lo hizo con Jorge Bergoglio, que tome el cargo de obispo o arzobispo. Pero eso no es lo usual. Sin embargo, un jesuita que alguna vez prometió no "ambicionar ni buscar" un alto cargo ahora ostenta el cargo más alto de la Iglesia.
Respecto a la segunda pregunta: ¿Qué habría pensado San Ignacio de Loyola?
San Ignacio fue famoso por rehusarse a que sus hombres se volvieran obispos e incluso hubo ocasiones en las que se resistió al Vaticano para evitar que sucediera. Por otro lado, él estaba lo suficientemente "disponible" como para saber que era necesario romper las reglas estrictas. Además, estaba comprometido con hacer todo lo que fuera posible por la Iglesia y a pedirles a sus jesuitas que hicieran lo mismo. En uno de los estatutos de los jesuitas, Ignacio anuncia sus intenciones de "servir solo al Señor y a su esposa, la Iglesia, bajo la dirección del pontífice romano, el vicario de Cristo en la Tierra".
Como dice nuestro lema, hacer cualquier cosa por "la mayor gloria de Dios" y por el servicio de la Iglesia, como diría Ignacio. Así que, francamente, pienso que San Ignacio aprobaría que uno de sus Hijos no solo sirva al pontífice romano, sino que lo sea. Yo ciertamente lo apruebo.
Por James Martin, sj especial para CNN
Nota del editor: James Martin es un sacerdote jesuita, editor de la revista América y autor del libro The Jesuit Guide to (Almost) Everything (La guía jesuita para casi todo).
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