sábado, 20 de noviembre de 2010

TE ASEGURO QUE HOY MISMO ESTARÁS CONMIGO EN EL PARAÍSO



 Homilia Domingo de Cristo Rey - 2010 - Ciclo C
Llegamos al domingo de Cristo Rey, que es el último del tiempo litúrgico denominado “Ciclo C”. La próxima semana comenzaremos nuevamente el año litúrgico correspondiente al “Ciclo A”. Para la festividad de Cristo Rey, nos ofrecen el evangelio de la crucifixión, invitándonos a reflexionar el tipo de rey que es Jesús.

El evangelista Lucas (23, 35-43) presenta de forma dramática lo que se dice en la crucifixión de Jesús. Por un lado están las autoridades religiosas y las fuerzas de seguridad con sus burlas y maltratos; y por el otro, los dos condenados junto a Jesús. Uno de los condenados lo insulta, mientras que el otro recrimina la actuación de este condenado y le suplica a Jesús que se acuerde de él cuando esté en su reino.

Esta súplica bastó para que Jesús, más allá de su propio dolor, se volviera totalmente hacia el sufrimiento ajeno de este hombre, prometiéndole: Yo te aseguro que hoy estarás conmigo en el Paraíso.

En la cruz se miran de frente amor y pecado. Ambas fuerzas muestran hasta dónde son capaces de llegar. Pero para Jesús, nada puede más que la misericordia, quedando demostrado que ni la muerte puede tanto como puede la misericordia y el amor.

Decir: Yo te aseguro que hoy estarás conmigo en el Paraíso, devuelve a la persona la dignidad perdida. Abre a una nueva posibilidad para quien siente que nada tenía que esperar de este mundo. Libera de la atadura del pasado.

La fiesta de Cristo Rey que celebramos hoy, es la celebración del Señorío de todo lo bueno que Dios ha querido para la humanidad. Cristo Rey es paradójico. En lugar de enaltecer los atributos del poder, prestigio o riqueza, se enaltecen los atributos de servicio, sencillez y autenticidad.

Lo que experimenta el crucificado que suplica a Jesús es la misma vida. Porque encontrarse con Cristo, Señor del mundo, es la experiencia que coloca a la persona en la más alta dignidad: la de hijo de Dios; en la más plena libertad: liberado del pecado; y en el más alto destino: la posesión definitiva y total del mismo Dios por el amor.

Cuántas personas o amigos y compañeros de camino, estarán esperando de ti y de mí, que les digamos una palabra amable, sanadora, esperanzadora, que les ayude a superar el sufrimiento, el dolor, la tristeza o la desconfianza.

Que nos atrevamos a volver nuestra mirada y nuestra palabra hacia quien nos necesita y digamos como Cristo Rey: no sufras más, no tengas miedo, no te hundas, recupera la alegría, vuelve a vivir. Yo te aseguro que hoy mismo estarás conmigo en el Paraíso, en la vida.

Gustavo Albarrán S.J,

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