Al respecto, en las catacumbas de Priscila hay una pintura sumamente rica de contenido teológico que representa a Jesucristo como el Buen Pastor. El Señor lleva sobre sus hombros a una oveja descarriada y que él, dejando a las otras noventa y nueve, había ido a buscar hasta encontrarla. La imagen es una representación artística de la parábola de la oveja descarriada (cfr. Lc 15, 1-7; Mt 18, 12-14). Jesucristo, el Buen Pastor, cumple lo que Dios había ya prometido en el Antiguo Testamento: “Buscaré la oveja perdida, tornaré a la descarriada, curaré a la herida, confortaré a la enferma; pero a la que esté gorda y robusta la exterminaré; las pastorearé con justicia” (Ez 34, 16). En la pintura se percibe de modo particular la alegría del Pastor que vuelve a llevar a la oveja a su redil. Se reconocen las palabras del evangelista Mateo: “Y si llega a encontrarla, os digo de verdad que tiene más alegría por ella que por las noventa y nueve no descarriadas” (Mt 18, 13).
En torno al Buen Pastor pacen tranquilamente dos ovejas. Son ovejas fieles, que siempre han estado con el Señor. Ellas conocen a su Pastor (cfr. Jn 10, 14), que las llama a cada una por su nombre (cfr. Jn 10, 3). A los lados se encuentran dos árboles verdes, sobre cuyas ramas se han posado dos palomas que llevan en su pico dos ramos de olivo. La imagen, por lo tanto, recuerda otros pasajes de la Biblia que se refieren al crecimiento del Reino de los cielos que “es semejante a un grano de mostaza, que tomó un hombre y lo puso en su huerto; creció, hasta hacerse árbol y las aves del cielo anidaron en sus ramas” (Lc 13, 19; cfr. Mc 4, 31; Mt 13, 31). Además, los ramos de olivo se refieren a la experiencia de Noé, que supo que las aguas habían terminado de bajar cuando una paloma regresó al arca trayendo en su pico “una rama verde de olivo” (Gn 8, 11). Con su llegada, Jesús, el Buen Pastor, inaugura la salvación del mundo, trayendo, por medio del sacrificio en la cruz, la armonía y la paz: Él es “nuestra paz” (Ef 2, 14).
La imagen de Jesús, el Buen Pastor, incluyendo la de las catacumbas de Priscila, es un ejemplo acabado de inculturación del mensaje cristiano en la cultura greco-romana. A los ciudadanos del imperio romano la pintura les recuerda la representación de Hermes, el así llamado Hermes Crióforo, que lleva en sus hombros un cordero y que guía el rebaño. En este símbolo se puede entrever la invitación, sumamente actual, de presentar al Evangelio de Jesucristo, siempre el mismo, a la cultura de los hombres que, a su vez, deben ser purificados y elevados a la Buena Nueva del Señor Jesús, único Salvador del mundo (cfr. Hch 4,12).
Entre las ovejas que el Buen Pastor ha llevado al redil se distinguen los santos y, en especial, a los grandes evangelizadores como Pedro y también Pablo, el cual se asocia en modo especial a los otros apóstoles. Como en el Cenáculo, un lugar especial está ocupado por la Beata Virgen María, madre de Jesús y madre de la Iglesia, Estrella de la Nueva Evangelización. El jueves 4 de octubre de 2012, en Loreto, el Santo Padre Benedicto XVI ha implorado su protección materna durante los trabajos sinodales y el Año de la Fe. Entre la gran legión de beatos y santos que han seguido su ejemplo durante la historia de la Iglesia debemos recordar especialmente al Beato Papa Juan Pablo II, quien durante su pontificado se ha dedicado a promover la nueva evangelización y que desde el cielo seguirá nuestros trabajos.
Durante la presente Asamblea Sinodal aumentará el número de santos, dado que el Obispo de Roma canonizará otros siete el próximo 21 de octubre. A su intercesión, así como también a la de los santos San Juan de Ávila y Santa Hildegarda de Bingen, nuevos Doctores de la Iglesia, encomendamos los trabajos de la Asamblea Sinodal para que se pueda hacer realidad la palabra de Jesucristo, el Buen Pastor: “También tengo otras ovejas, que no son de este redil; también a esas las tengo que conducir y escucharán mi voz; y habrá un solo rebaño, un solo pastor” (Jn 10, 16).
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