sábado, 2 de abril de 2011

Sean Buenos


Por tanto, les digo:

Sean buenos: La maldad parece que está adueñándose del mundo; la maledicencia y la malevolencia ocupan cada vez mayores espacios y penetran cada vez más profundamente.

Sean buenos: El cristiano debe ser ciertamente el hombre de la santidad, de la fe, de la esperanza, de la alegría, de la palabra, del silencio, del dolor. Pero debe, sobre todo, ser bueno: debe ser el hombre del amor.

Si un cristiano que entra en cualquier lugar donde está reunida la gente, encontrase frialdad, extrañeza, contienda y enfriamiento, pero él fuese y apareciese “bueno”, ciertamente no podrá realizar milagros y deberá esperar; pero su espera jamás será inútil y, casi con toda certeza, no será prolongada ni extenuante.

Sean buenos: Buenos en su rostro, que deberá ser distendido, sereno y sonriente; buenos en su mirada, una mirada que primero sorprende y luego atrae. Buena, divinamente buena, fue siempre la mirada de Jesús. ¿Lo recuerdan? Cuando Pedro fue alcanzado y traspasado por aquella mirada divina y humana, lloró amargamente.

Sean buenos en su forma de escuchar: De este modo experimentarán, una y otra vez, la paciencia, el amor, la atención y la aceptación de eventuales llamadas.

Sean buenos en sus manos: Manos que dan, que ayudan, que enjugan las lágrimas, que estrechan la mano del pobre y del enfermo para infundir valor, que abrazan al adversario y le inducen al acuerdo, que escriben una hermosa carta a quien sufre, sobre todo si sufre por nuestra culpa. Manos que saben pedir con humildad para uno mismo y para quienes lo necesitan, que saben servir a los enfermos, que saben hacer los trabajos más humildes.

Sean buenos en el hablar y en el juzgar: Si son jóvenes, sean buenos con los ancianos; y, si son ancianos, sean buenos con los jóvenes.

Sean contemplativos en la acción: Mirando a Jesús -para ser imagen de Él- sean, en este mundo y en esta Iglesia, contemplativos en la acción; transformen su actividad apostólica en un medio de unión con Dios. Estén siempre abiertos y atentos a cualquier gesto de Dios Padre y de todos sus hijos, que son hermanos nuestros.

Sean santos: El santo encuentra mil formas, aun revolucionarias, para llegar a tiempo allá donde la necesidad es urgente. El santo es audaz, ingenioso y moderno. El santo no espera a que vengan de lo alto las disposiciones y las innovaciones. El santo supera los obstáculos y, si es necesario, quema las viejas estructuras superándolas… Pero siempre con el amor de Dios y en la absoluta fidelidad a la Iglesia a la que servimos humildemente porque la amamos apasionadamente.

Pedro Arrupe sj

1 comentario:

  1. Olga de Aguerrevere3 de abril de 2011, 11:18

    Palabras llenas de sabiduría del Padre Arrupe deben de convertirse en palabras vivas escritas en el corazón de cada uno de los Discípulos. ¡Qué maravillosa descripción del cristiano!

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