Para la 13ª semana del Tiempo Ordinario [del Domingo 27 de Junio al Sábado 3 de Julio], la liturgia nos propone reflexionar sobre las condiciones del seguimiento a Jesús. Los requisitos del camino con el Señor, que exigen recomponer nuestro imaginario de la vida y la fe.
El camino es un aspecto muy tratado en la Biblia. En el Antiguo Testamento, el camino será la experiencia del pueblo que responde a Dios haciéndolo en una u otra dirección (Dt. 30,15-19). Este camino tiene dos alternativas: vida-felicidad o muerte-desgracia. La finalidad del camino también es doble. Por un lado, hacerse a una nueva realidad: la entrada en la tierra prometida; y por otro, inventarse el modo religioso (espiritual) ante esta novedad de Dios. Ya en el Nuevo Testamento, el camino será el modo personal de seguir al Señor. Será lo que permita tener experiencia de Dios (Lc. 9, 51-62).
El Evangelio nos dice que estando Jesús ante la llegada del “tiempo de Dios”, tomó Él la firme determinación de emprender el viaje a Jerusalén, y que mientras iba de camino junto a sus discípulos, se encontró con tres personas a las que planteó deliberadamente las condiciones del seguimiento. A partir de estas tres condiciones, la Buena Noticia de la Salvación ya no será solamente un anuncio que escuchar sino un camino que hacer.
El primer interlocutor dijo a Jesús: te seguiré a dondequiera que vayas. A lo que respondió Jesús: las zorras tienen madrigueras y las aves, nidos; mientras que el Hijo del hombre no tiene donde reclinar la cabeza. Se está refiriendo Jesús a la no posesión de cosas o bienes que aten; es decir, el desprendimiento que permite vivir en la intemperie, haciéndonos libres.
Al segundo interlocutor, lo invitó directamente Jesús a seguirlo. Pero el hombre le dijo: déjame ir primero a enterrar a mi padre. A lo que reaccionó Jesús diciendo: deja que los muertos entierren a sus muertos; tú vete a anunciar el Reino de Dios. Se está refiriendo Jesús a la necesaria libertad ante lo (el) pasado que nos paraliza; es decir, la frescura y gratuidad de vivir el presente que permite adentrarnos a nuevos estadios de realización, avanzando hacia la madurez afectiva.
Y por último, el tercer interlocutor del camino que prometió seguir a Jesús, pero pidiéndole que lo dejara ir primero a despedirse de su familia. A lo que repuso Jesús: nadie que pone la mano en el arado y mira hacia atrás es apto para el Reino de Dios. Se está refiriendo Jesús al necesario orden de los afectos para que no distorsionen las decisiones; es decir, la generosidad que permite arriesgarnos, haciéndonos más disponibles.
Los tres requerimientos sobre los que Jesús entabla con nosotros un diálogo franco y auténtico para su seguimiento son: el desprendimiento que nos hace libres; la gratuidad que ahonda la madurez afectiva; y la generosidad que nos hace disponibles. La relación con Jesús es principalmente personal y provocadora. A esta relación de amistad no le basta la pregunta ¿qué voy a hacer en la vida? sino, avanzar más a fondo preguntándose: ¿qué quiero hacer con mí vida? Porque en esto se fundamenta la experiencia de Dios.
EVANGELIO DE LUCAS (9, 51 – 62)
Cuando ya se acercaba el tiempo en que tenía que salir de este mundo, Jesús tomó la firme determinación de emprender el viaje a Jerusalén. Envió mensajeros por delante y ellos fueron a una aldea de Samaria para conseguirle alojamiento; pero los samaritanos no quisieron recibirlo, porque supieron que iba a Jerusalén.
Ante esta negativa, sus discípulos Santiago y Juan, le dijeron: Señor, ¿quieres que hagamos bajar fuego del cielo para que termine con ello? Pero Jesús se volvió a ellos y les reprendió. Y se fueron a otra aldea.
Mientras iban de camino, alguien le dijo: Te seguiré a dondequiera que vayas. Jesús le dijo: las zorras tienen madrigueras y las aves, nidos; pero el Hijo del hombre no tiene donde reclinar la cabeza.
A otro, dijo Jesús: Sígueme. Pero él le respondió: Señor, déjame ir primero a enterrar a mi padre. Jesús le replicó: Deja que los muertos entierren a sus muertos; tú vete a anunciar el Reino de Dios.
Otro le dijo: Te seguiré, Señor; pero déjame primero despedirme de mi familia. Jesús le contestó: Nadie que pone la mano en el arado y mira hacia atrás es apto para el Reino de Dios. Palabra del Señor.
1ER. MOMENTO: A LO QUE VENGO
Inicio mi encuentro con el Señor escogiendo un sitio apropiado para mi oración. Al llegar al sitio, en forma breve y sencilla considero la calidad de la mirada de Dios Nuestro Señor sobre mí. Y me digo a mí mismo:
¿A QUÉ VENGO?
Vengo a disponerme para hacer el Camino con Jesús [Al final, rezo el Padrenuestro, saboreando cada palabra]
2DO. MOMENTO: PACIFICACIÓN
• Ya sea sentado, paseando, acostado o reposado; tanto en casa, como en el parque o la Iglesia me sereno para que esta cita con Dios tenga lugar.
• Me acomodo con una posición que me ayude a concentrarme-descentrarme-centrarme, implicando todo mi ser.
• Al ritmo de la respiración, doy lugar al silencio.
[Una y otra vez repito este ejercicio].
3ER MOMENTO: ORACIÓN PREPARATORIA [NOTA: La oración preparatoria siguiente me ayuda a experimentar libertad de apegos. La repito tantas veces como quiera, dejando que resuene en mi mente y en mi corazón]
Señor, que todas mis intenciones, acciones y procesos interiores, estén totalmente ordenados a cumplir tu voluntad.
4TO. MOMENTO: COMPOSICIÓN DEL LUGAR [NOTA: Este paso es muy especial y merece realizarse con esmero. Le dedico unos 10 minutos]
1°) Centro mi pensamiento en el contenido de la Oración.
2°) Con la imaginación revivo lo que relata el pasaje bíblico, sin perder detalle.
3°) Me ubico en la escena como si presente me hallara.
4°) Dejo que la Palabra irradie su luz sobre mí.
5TO. MOMENTO: PETICIÓN
En forma sencilla formulo mi petición. Dejo que mi petición salga de dentro. Que nazca de lo más hondo de mi vida. Señor, que en mi seguimiento sea libre, agradecido y generoso. (Si me ayuda, puedo decir varias veces la petición)
6TO. MOMENTO: CONTENIDO O MATERIA DE LA ORACIÓN (Con Aplicación de Sentidos) [NOTA: En esta contemplación nos implicaremos a fondo en la centralidad del Evangelio y de la Vida. Después de VER y OIR a las personas, pasamos a CONSIDERAR los efectos que surgen de esta experiencia].
6.1) Primero. VER LAS PERSONAS.
• Ver a Jesús y a los Discípulos camino a la novedad de Jerusalén. Y reflexiono para sacar provecho.
• Verme también junto a Jesús, que me invita a seguirlo. Y reflexiono para sacar provecho.
6.2) Segundo. OÍR LO QUE HABLAN LAS PERSONAS.
• Oír que Jesús me dice: Cuida que ninguna posesión te ate, logrando desprenderte de las seguridades, como las zorras que no se aferran a las madrigueras y las aves a los nidos, para que seas libre. Y reflexiono para sacar provecho.
• Oír a Jesús que me propone: Sé libre del pasado que te paraliza, permitiendo que lo muerto quede atrás, para que tu afectividad transite el camino de la madurez. Y reflexiono para sacar provecho.
• Oír que me dice también: Ordena tus afectos a la familia y a las cosas, emprendiendo el camino con toda tu generosidad, para que logres la plena disponibilidad. Y reflexiono para sacar provecho.
6.3) Cuarto. CONSIDERAR.
• Considerar y reflexionar que, si quiero, deseo y me dispongo a seguir a Jesús, me haré su compañero de camino, libre del afán de posesión, atento a la frescura y gratuidad del presente y fundado en la generosidad. Y reflexiono para sacar provecho.
7MO. Momento: COLOQUIO
[NOTA: El coloquio es un diálogo que se hace hablando como un amigo habla a otro, ya sea para pedir alguna gracia, ya sea reconociendo la fragilidad o el pecado, o para comunicar sus cosas, y queriendo consejo en ellas.] (El texto sugerido puede ser útil para el COLOQUIO).
QUEMAR LAS NAVES
Enséñame, Señor, a seguirte. Sin la apoyadura de los bienes, sin cobijos y sin lugares que pueda llamarlos míos. Apoyado tan solo en la alegría que ofrece tu compañía, naciendo a la libertad.
Ayúdame, Señor, a vivir la frescura y alegría de cada momento, sin quedarme atrapado en nada. Sin arrogancia, sin escrúpulos, sin menosprecios por sutiles que sean y sin la falsa modestia y la dulce homilía de la autoconmiseración. Sanado en Ti, dejando atrás lo muerto.
Llámame, Señor, y que me atreva a quemar las naves. Sin la tentación de volver, ni la posibilidad de remar nocturnamente hasta otra orilla que no sea la nuestra. Dejándome llevar por las rutas que traza el ritmo de tu Espíritu. Amable, bueno y disponible, afianzándome en tu gracia.
(Gustavo Albarrán, S.J.)
8VO. Momento: EXAMEN DE LA ORACIÓN. Nota: Las siguientes interrogantes ayudan a centrar la experiencia vivida en la Oración.
1°) ¿Qué pasó en mí durante esta Oración?
2°) ¿A través de cuáles señales me habló Dios?
3°) ¿Qué quiero cambiar en mi vida?
4°) ¿Qué me distrajo en la Oración?
5°) ¿Qué se quedó grabado en mí?
TERMINO LA ORACIÓN CON LA SIGUIENTE OFRENDA
Toma, Señor, y recibe, toda mi libertad, mi memoria, mi entendimiento y toda mi voluntad; todo mi haber y mi poseer. Tú me lo diste, a ti, Señor lo devuelvo. Todo es tuyo. Dispón de mí según tu voluntad. Dame tu amor y gracia que ésta me basta. Amén.
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