Con la intención de encontrarnos con otras personas que compartieran búsquedas similares y de dar una dimensión mas allá de lo individual a ese deseo, en diciembre de 2001 nos reunimos por primera vez en la Parroquia Universitaria. Los padres Arturo Peraza y Alejandro Goñi, nuestros acompañantes en ejercicios espirituales individuales, facilitaron el encuentro poniéndonos en contacto. Cada una llegó por un camino distinto, que comenzó a confluir en aquella oportunidad.
A partir de esa primera reunión empezamos a encontrarnos con regularidad para compartir inquietudes, intenciones, oración, lecturas de La Palabra, experiencias y querer plasmar en un papel todo lo que llegaría a ser nuestra identidad propia. Transcurrido algo más de un año, tal vez ante la evidencia de nuestra constancia y entusiasmo, el Padre Goñi nos invitó a poner por escrito algunas “conclusiones” sobre lo vivido hasta el momento, de suerte que pudiera servir como una especie de invitación a otras personas que, eventualmente, quisieran unirse a este pequeño núcleo.
Nacimos formalmente en vísperas de Pentecostés del 2004. Cada año por esas fechas celebramos nuestro aniversario y acogemos a nuev@s herman@s. Empezamos como precomunidad de Vida Cristiana (PreCVX). Después de profundizar el Concilio Plenario de Venezuela (CPV) y la V Conferencia general del Episcopado Latinoamericana y del Caribe en Aparecida (13-31 de mayo de 2007) ratificamos el camino que estábamos haciendo como pequeña comunidad. Así se las denomina con más frecuencia en esos documentos.
Esa es la breve historia de nuestra comunidad e invitación a quienes quieran compartir esta experiencia de formar pequeñas comunidades eclesiales. Detrás de ella está una experiencia de algo que al principio no teníamos muy claro, que no sabíamos asir ni concretar, pero que poco a poco fue tomando la forma bajo la cual hoy la presentamos. Con esto queremos decir que no es un producto meramente intelectual formulado en función de lo que debería ser o de lo que imaginamos que es, sino de lo que sentimos y experimentamos. El carisma ignaciano nos ha acompañado desde el inicio y por eso mismo se ha constituido en la espiritualidad que compartimos con toda la familia ignaciana.
¿Qué buscamos? Compartir con otras personas que están en una búsqueda espiritual; canalizar la necesidad de expresar la fe en nuestros compromisos ya adquiridos; y reconocer nuestra verdad profunda en ocasiones encubierta por form(ul)as.
¿Cómo lo buscamos? Dando una dimensión comunitaria a nuestra vida cristiana; intentando, con humildad, asumir nuestras luces y sombras; escuchando atentamente a vidas humanas intensas que buscan seguir a Jesús desde posiciones diversas; haciendo acompañamiento solidario en situaciones de dolor y confusión, así
como también en momentos de esperanza.
El ACOMPAÑAMIENTO se nos constituye en el ‘carisma’ de la Comunidad: promoviendo el ejercicio de nuestra vocación apostólica en un clima de libertad, independencia, respeto, solidaridad y creatividad; pudiendo ayudar a los herman@s de la Comunidad a buscar un compromiso en algo concreto que se adapte a sus posibilidades y capacidades.
¿Por qué lo buscamos? Porque la conversión y el seguimiento a Cristo se hace cada día. Apenas hemos iniciado un camino, no hemos llegado a una meta sino que seguimos en proceso de permanente búsqueda, sobre todo de Jesús como discípulos y discípulas de Él; por necesidad de dejarnos impactar más y más por la vida de otras personas; por compartir confiadamente luces y sombras en una misma fe y en un mismo espíritu.
¿Qué nos ofrece? Dar una dimensión cristiana a nuestra vida sin que falte lo comunitario; ayudarnos de un acompañamiento espiritual por parte de alguna persona
(laica, religiosa, inclusive de la misma comunidad) que esté preparada para ello; servir de apoyo mutuo en el camino de la conversión iniciado en la experiencia de los Ejercicios Espirituales y para quienes no los han hecho invitarles a hacerlos cuando puedan; ayudar a entender la propia misión, ya que las pequeñas comunidades son una
fuente de aprendizaje y de apoyo espiritual urgidas por la Iglesia de Hoy; combinar nuestra cotidianidad y la búsqueda de sentido de trascendencia en el marco del plan de Dios Nuestro Señor desde nuestra realidad laical personal; proporcionar un espacio para compartir experiencias de la vida cotidiana con personas que entienden y respetan un código de valores cristianos semejantes; tener una nueva visión de comunidad en la cual compartimos nuestras experiencias de la vida personal y apostólica con libertad para refuerzo de la fe, la esperanza y la caridad.
¿Cómo lo ofrece? Mediante apoyos, ejemplos y consejos para perseverar en el camino y crecer espiritualmente; con voluntad común de seguir un camino en compañía sin estructuras ni formalidades mayores para funcionar; llevando implícita la oración y el seguimiento de Jesús, para que la comunidad crezca en espontaneidad, confianza y afectividad y evolucione poco a poco sin direccionalidad impuesta. Gran respeto a la libertad de cada persona en lo más propio; con encuentros que se inscriben en una vivencia personal de fe y solidaridad más que en compromisos formales de la comunidad sabiendo que cada persona los tendrá más allá de nuestra vivencia directa comunitaria. Lo nuestro es más nutrirnos de la Palabra y del discernimiento en orden a ayudar a los demás; compartiendo con respeto, libertad, confianza y solidaridad experiencias y vivencias particulares y de sus compromisos apostólicos.
La comunidad da continuidad a la dinámica de quienes han hecho los Ejercicios Espirituales dentro de un contexto de acompañamiento espiritual personal y comunitario; animándonos mutuamente para fomentar la alegría cristiana con actitud
permanente de acción de gracias y alabanza a Dios; motivándonos mutuamente para reflejar nuestro compromiso y visión cristiana en nuestro ambiente más cercano y propio y el otro que nos envuelve a todos.
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