Evangelio
(Mt
3,1-12)
En aquel tiempo, comenzó Juan el
Bautista a predicar en el desierto de Judea, diciendo: “Arrepiéntanse, porque
el Reino de los cielos está cerca”. Juan es aquél de quien el profeta Isaías
hablaba, cuando dijo: Una voz clama en el desierto: Preparen el camino del
Señor, enderecen sus senderos.
Juan usaba una túnica de pelo de
camello, ceñida con un cinturón de cuero, y se alimentaba de saltamontes y de
miel silvestre. Acudían a oírlo los habitantes de Jerusalén, de toda Judea y de
toda la región cercana al Jordán; confesaban sus pecados y él los bautizaba en
el río. Al ver que muchos fariseos y saduceos iban a que los bautizara, les
dijo: “Raza de víboras, ¿quién les ha dicho que podrán escapar al castigo que
les aguarda? Hagan ver con obras su arrepentimiento y no se hagan ilusiones
pensando que tienen por padre a Abraham, porque yo les aseguro que hasta de
estas piedras puede Dios sacar hijos de Abraham. Ya el hacha está puesta a la
raíz de los árboles, y todo árbol que no dé fruto, será cortado y arrojado al
fuego.
Yo los
bautizo con agua, en señal de que ustedes se han arrepentido; pero el que viene
después de mí, es más fuerte que yo, y yo ni siquiera soy digno de quitarle las
sandalias. Él los bautizará en el Espíritu Santo y su fuego. Él tiene el bieldo
en su mano para separar el trigo de la paja. Guardará el trigo en su granero y
quemará la paja en un fuego que no se extingue”.
RECORRER CAMINOS NUEVOS
Por los años 27 o 28 apareció en el desierto del Jordán un profeta
original e independiente que provocó un fuerte impacto en el pueblo judío: las
primeras generaciones cristianas lo vieron siempre como el hombre que preparó
el camino a Jesús.
Todo su mensaje se puede concentrar en un grito: “Preparad el
camino del Señor, allanad sus senderos”. Después de veinte siglos, el Papa
Francisco nos está gritando el mismo mensaje a los cristianos: Abrid caminos a
Dios, volved a Jesús, acoged el Evangelio.
Su propósito es claro: “Busquemos ser una Iglesia que encuentra
caminos nuevos”. No será fácil. Hemos vivido estos últimos años paralizados por
el miedo. El Papa no se sorprende: “La novedad nos da siempre un poco de miedo
porque nos sentimos más seguros si tenemos todo bajo control, si somos nosotros
los que construimos, programamos y planificamos nuestra vida”. Y nos hace una
pregunta a la que hemos de responder: “¿Estamos decididos a recorrer los
caminos nuevos que la novedad de Dios nos presenta o nos atrincheramos en
estructuras caducas, que han perdido capacidad de respuesta?“.
Algunos sectores de la Iglesia piden al Papa que acometa cuanto antes
diferentes reformas que consideran urgentes. Sin embargo, Francisco ha
manifestado su postura de manera clara: “Algunos esperan y me piden reformas en
la Iglesia y debe haberlas. Pero antes es necesario un cambio de actitudes”.
Me parece admirable la clarividencia evangélica del Papa Francisco. Lo
primero no es firmar decretos reformistas. Antes, es necesario poner a las
comunidades cristianas en estado de conversión y recuperar en el interior de la
Iglesia las actitudes evangélicas más básicas. Solo en ese clima será posible
acometer de manera eficaz y con espíritu evangélico las reformas que necesita
urgentemente la Iglesia.
El mismo Francisco nos está indicando todos los días los cambios de
actitudes que necesitamos. Señalaré algunos de gran importancia. Poner a Jesús
en el centro de la Iglesia: “una Iglesia que no lleva a Jesús es una Iglesia
muerta”. No vivir en una Iglesia cerrada y autorreferencial: “una Iglesia que
se encierra en el pasado, traiciona su propia identidad”. Actuar siempre
movidos por la misericordia de Dios hacia todos sus hijos: no cultivar “un
cristianismo restauracionista y legalista que lo quiere todo claro y seguro, y
no halla nada”. “Buscar una Iglesia pobre y de los pobres”. Anclar nuestra vida
en la esperanza, no “en nuestras reglas, nuestros comportamientos
eclesiásticos, nuestros clericalismos”.
José
Antonio Pagola
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