Evangelio
(Lc
9,11-17)
Lectura
del santo Evangelio según san Lucas
En aquel tiempo, Jesús habló del Reino
de Dios a la multitud y curó a los enfermos.
Cuando caía la tarde, los doce
apóstoles se acercaron a decirle: “Despide a la gente para que vayan a los
pueblos y caseríos a buscar alojamiento y comida, porque aquí estamos en un
lugar solitario”. Él les contestó: “Denles ustedes de comer”. Pero ellos le
replicaron: “No tenemos más que cinco panes y dos pescados; a no ser que
vayamos nosotros mismos a comprar víveres para toda esta gente”. Eran como
cinco mil varones.
Entonces Jesús dijo a sus discípulos:
“Hagan que se sienten en grupos como de cincuenta”. Así lo hicieron, y todos se
sentaron. Después Jesús tomó en sus manos los cinco panes y los dos pescados, y
levantando su mirada al cielo, pronunció sobre ellos una oración de acción de
gracias, los partió y los fue dando a los discípulos, para que ellos los
distribuyeran entre la gente.
Comieron todos y se saciaron, y de lo
que sobró se llenaron doce canastos.
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EN MEDIO DE LA CRISIS
La
crisis económica va a ser larga y dura. No nos hemos de engañar. No podremos
mirar a otro lado. En nuestro entorno más o menos cercano nos iremos
encontrando con familias obligadas a vivir de la caridad, personas amenazadas
de desahucio, vecinos golpeados por el paro, enfermos sin saber cómo resolver
sus problemas de salud o medicación.
Nadie sabe muy bien cómo irá reaccionando la sociedad. Sin duda, irá
creciendo la impotencia, la rabia y la desmoralización de muchos. Es previsible
que aumenten los conflictos y la delincuencia. Es fácil que crezca el egoísmo y
la obsesión por la propia seguridad.
Pero también es posible que vaya creciendo la solidaridad. La crisis
nos puede hacer más humanos. Nos puede enseñar a compartir más lo que tenemos y
no necesitamos. Se pueden estrechar los lazos y la mutua ayuda dentro de las
familias. Puede crecer nuestra sensibilidad hacia los más necesitados. Seremos
más pobres, pero podemos ser más humanos.
En medio de la crisis,
también nuestras comunidades cristianas pueden crecer en amor fraterno. Es el
momento de descubrir que no es posible seguir a Jesús y colaborar en el
proyecto humanizador del Padre sin trabajar por una sociedad más justa y menos
corrupta, más solidaria y menos egoísta, más responsable y menos frívola y
consumista.
Es también el momento de recuperar la fuerza humanizadora que se
encierra en la eucaristía cuando es vivida como una experiencia de amor
confesado y compartido. El encuentro de los cristianos, reunidos cada domingo
en torno a Jesús, ha de convertirse en un lugar de concienciación y de impulso
de solidaridad práctica.
La crisis puede sacudir nuestra rutina y mediocridad. No podemos
comulgar con Cristo en la intimidad de nuestro corazón sin comulgar con los
hermanos que sufren. No podemos compartir el pan eucarístico ignorando el
hambre de millones de seres humanos privados de pan y de justicia. Es una burla
darnos la paz unos a otros olvidando a los que van quedando excluidos
socialmente.
La celebración de la eucaristía nos ha de ayudar a abrir los ojos
para descubrir a quiénes hemos de defender, apoyar y ayudar en estos momentos.
Nos ha de despertar de la “ilusión de inocencia” que nos permite vivir
tranquilos, para movernos y luchar solo cuando vemos en peligro nuestros
intereses. Vivida cada domingo con fe, nos puede hacer más humanos y mejores
seguidores de Jesús. Nos puede ayudar a vivir la crisis con lucidez cristiana,
sin perder la dignidad ni la esperanza.
José
Antonio Pagola
2 de junio de 2013
El Cuerpo y la Sangre de Cristo (C)
Lucas 9, 11 -17
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