Domingo de Pentecostés,
Solemnidad /C
Lectura del libro de los Hechos de los
Apóstoles
El día de Pentecostés, todos los
discípulos estaban reunidos en un mismo lugar. De repente se oyó un gran ruido
que venía del cielo, como cuando sopla un viento fuerte, que resonó por toda la
casa donde se encontraban. Entonces aparecieron lenguas de fuego, que se
distribuyeron y se posaron sobre ellos; se llenaron todos del Espíritu Santo y
empezaron a hablar en otros idiomas, según el Espíritu los inducía a
expresarse.
En esos días había en Jerusalén judíos
devotos, venidos de todas partes del mundo. Al oír el ruido, acudieron en masa
y quedaron desconcertados, porque cada uno los oía hablar en su propio idioma.
Atónitos y llenos de admiración, pre
gunt a ban: “ ¿ No son galileos todos estos que están hablando? ¿Cómo, pues,
los oímos hablar en nuestra lengua nativa? Entre nosotros hay medos, partos y
elamitas; otros vivimos en Mesopotamia, Judea, Capadocia, en el Ponto y en
Asia, en Frigia y en Panfilia, en Egipto o en la zona de Libia que limita con
Cirene. Algunos somos visitantes, venidos de Roma, judíos y prosélitos; también
hay cretenses y árabes. Y sin embargo, cada quien los oye hablar de las
maravillas de Dios en su propia lengua”.
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NECESITADOS DE SALVACIÓN
El Espíritu Santo de Dios no es propiedad de la Iglesia. No pertenece en exclusiva a las religiones. Hemos de invocar su venida al mundo entero tan necesitado de salvación.
Ven Espíritu creador de Dios. En tu mundo no hay paz. Tus hijos e hijas se matan de manera ciega y cruel. No sabemos resolver nuestros conflictos sin acudir a la fuerza destructora de las armas. Nos hemos acostumbrado a vivir en un mundo ensangrentado por las guerras. Despierta en nosotros el respeto a todo ser humano. Haznos constructores de paz. No nos abandones al poder del mal.
Ven Espíritu liberador de Dios. Muchos de tus hijos e hijas vivimos esclavos del dinero. Atrapados por un sistema que nos impide caminar juntos hacia un mundo más humano. Los poderosos son cada vez más ricos, los débiles cada vez más pobres. Libera en nosotros la fuerza para trabajar por un mundo más justo. Haznos más responsables y solidarios. No nos dejes en manos de nuestro egoísmo.
Ven Espíritu renovador de Dios. La humanidad está rota y fragmentada. Una minoría de tus hijos e hijas disfrutamos de un bienestar que nos está deshumanizando cada vez más. Una mayoría inmensa muere de hambre, miseria y desnutrición. Entre nosotros crece la desigualdad y la exclusión social. Despierta en nosotros la compasión que lucha por la justicia. Enséñanos a defender siempre a los últimos. No nos dejes vivir con un corazón enfermo.
Ven Espíritu consolador de Dios. Muchos de tus hijos e hijas viven sin conocer el amor, el hogar o la amistad. Otros caminan perdidos y sin esperanza. No conocen una vida digna, solo la incertidumbre, el miedo o la depresión. Reaviva en nosotros la atención a los que viven sufriendo. Enséñanos a estar más cerca de quienes están más solos. Cúranos de la indiferencia.
Ven Espíritu bueno de Dios. Muchos de tus hijos e hijas no conocen tu amor ni tu misericordia. Se alejan de Ti porque te tienen miedo. Nuestros jóvenes ya no saben hablar contigo. Tu nombre se va borrando en las conciencias. Despierta en nosotros la fe y la confianza en Ti. Haznos portadores de tu Buena Noticia. No nos dejes huérfanos.
Ven Espíritu vivificador de Dios. Tus hijos e hijas no sabemos cuidar la vida. No acertamos a progresar sin destruir, no sabemos crecer sin acaparar. Estamos haciendo de tu mundo un lugar cada vez más inseguro y peligroso. En muchos va creciendo el miedo y se va apagando la esperanza. No sabemos hacia dónde nos dirigimos. Infunde en nosotros tu aliento creador. Haznos caminar hacia una vida más sana. No nos dejes solos. ¡Sálvanos!
José Antonio Pagola
Pentecostés (C)
Juan 20, 19-23
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