viernes, 28 de octubre de 2011
Sinfonía de los creyentes de todo el mundo por la paz
Una sinfonía de paz y buenos propósitos. De búsqueda de la paz y el entendimiento. Piano, flauta, arpa y violín unieron sus sonidos a las voces de los líderes de todas las religiones en un manifiesto por la paz que trascendió los límites de la patria de San Francisco, Asís, y que ojalá surque el cielo de la Tierra, y de los prejuicios de las confesiones religiosas, y se haga realidad en mitad de un mundo que sufre y que clama por la paz y la justicia.
"Nosotros, personas de tradiciones religiosas diferentes, no nos cansaremos nunca de proclamar que paz y justicia son inseparables, y que la paz en la justicia es el único camino en el que la Humanidad puede caminar hacia un futuro de Esperanza", rezaba el compromiso leído por todos los líderes religiosos, culminado por el papa y recibido por un fuerte y emotivo aplauso.
"Haz a los demás lo que quisieras te fuera hecho a ti", dice la regla de oro, que asumen todos los creyentes del mundo. "No nos cansaremos nunca de luchar por la paz", rezaba el compromiso. La tarde en Asís se presentó cálida, soleada. En la plaza de los Ángeles, donde San Francisco solía caminar antes de retirarse a orar en la Porciúncula, los representantes de las principales religiones del mundo renovaron su compromiso solemne de paz. Con el único acompañamiento de violines y flautas, y en el espíritu del santo fratello, los líderes afirmaron que "para construir la paz es necesario amar al prójimo".
En distintos idiomas, cada uno de los representantes se comprometieron a "proclamar con convicción que la violencia y el terrorismo contrastan con el auténtico espíritu religioso". Al condenar toda violencia en nombre de Dios, "nos comprometemos a hacer cuanto sea posible para desarraigar las causas del terrorismo".
"Nosotros nos comprometemos a educar a las personas a respetarse y estimarse mutuamente", leyó el representante sij, "para una convivencia pacífica y solidaria entre pertenecientes a etnias, culturas y religiones distintas".
El sonido del arpa protagonizó la segunda parte de la lectura del manifiesto, en la que el líder ortodoxo incidió en que "nos comprometemos a promover la cultura del diálogo, para que crezca la convivencia entre los pueblos, siendo éstas las premisas de la auténtica paz".
El piano dio paso a los representantes de los baptistas, que se comprometieron "a defender el derecho de cada persona humana a vivir su existencia según su identidad cultural, y a procurarse libremente una familia propia".
El líder de los musulmanes paquistaníes, a continuación, afirmó el compromiso por "dialogar, con sinceridad y paciencia, sin considerar cuánto nos diferencia como un muro infranqueable, sino reconociendo al otro, distinto de mí, puede convertirse en una ocasión de mejor comprensión del prójimo". Tras la lectura, se abrazó a Benedicto XVI, arrancando los aplausos de los invitados, y la sensación de que, tal vez, después de Asís, algunas de estas propuestas serían posibles.
Piano y violín dejaron de disputarse la primacía, y compusieron una sinfonía en común, emotiva, que giraba la mirada hacia el cielo. Se hizo el silencio, y regresó la flauta, para acompañar las palabras del patriarca sirio ortodoxo de Antioquía, Gregorios, que se comprometió a "perdonarnos mutuamente los errores del pasado, y sostener los esfuerzos para evitar el odio y la violencia, y aprender del pasado que la paz, sin la justicia, no es una paz verdadera".
En un momento, flauta y arpa bailaron juntas, y entonces, el representante taoísta leyó el pasaje de la declaración en la que las religiones se comprometen a "estar de parte de quien sufre, en la miseria y en el abandono, haciéndonos portavoces de quien no tiene voz, y trabajando para superar estas situaciones, con la convicción de que nadie puede ser feliz estando solo".
El representante budista, afirmó "hacer nuestro el grito de quien no se resigna a la violencia y al mal, y queremos contribuir con toda nuestra fuerza para dar a la humanidad una esperanza real de justicia y de paz".
Regresó el piano, con más fuerza que nunca, elevando las plegarias hacia la brisa que soplaba en Asís, y dando paso a un silencio en el que se escuchaban, a voz en grito, las emociones de todos los presentes. El sol aún brillaba a las cinco de la tarde de este frío otoño, como esperando que la luz siguiera llegando a los líderes religiosos, cuando el representante sintoísta leyó el compromiso de "promover la amistad entre los pueblos. Convencidos del progreso tecnológico, si falta entendimiento entre los pueblos, arriesga a la destrucción y la muerte".
Flauta, piano y violín volvieron a unirse para escuchar a la única mujer, de confesión luterana, que se comprometió a "pedir a los responsables de las naciones para pedir todo tipo de esfuerzos para que se consolide sobre la base de la justicia, un mundo de solidaridad y de paz".
"Nosotros, personas de tradiciones religiosas diferentes, no nos cansaremos nunca de proclamar que paz y justicia son inseparables, y que la paz en la justicia es el único camino en el que la Humanidad puede caminar hacia un futuro de Esperanza. Un mundo en el que las distancias se acortan, las relaciones se facilitan, la seguridad, la libertad y la paz no podrán estar garantizadas por la fuerza, sino por la confianza recíproca. Que Dios bendiga nuestros propósitos, y dé a nuestro mundo justicia y paz", subrayó, casi al final, el reverendo Setri Nyomi, de la Comunión Mundial de Iglesias Reformadas.
Al final, Guillermo Hurtado, representante de los no creyentes, pero igual de fiel ante los desafíos de este mundo, se comprometió con todos los hombres de buena voluntad "a la edificación de un mundo nuevo, donde el respeto a la dignidad de todo hombre sea la base de la vida en sociedad. Queremos hacer que creyentes y no creyentes vivan como hermanos en la búsqueda común de la verdad, de la justicia y de la paz".
Benedicto XVI cerró la sinfonía, sosteniendo que "no más violencia, no más guerra, no más terrorismo, en nombre de Dios". Al final, se produjo un impactante momento de silencio para que cada uno, y todos en común, sin llegar a organizar una oración formal, oraran juntos por la luz de la paz que, al término de la celebración, decenas de jóvenes llevaron a cada uno de los representantes. Tras los saludos finales, casi todos los representantes visitaron la tumba del fundador de la Orden Franciscana.
Como toda buena orquesta, el canto final dejó paso al abrazo de la paz y a la alegría de todos los presentes. Como no podía ser de otro modo, con el "Canto de las Criaturas" del santo de Asís. Que seguramente, muy cerca de ese sol que ya se apagaba en las colinas, conversaba que el único Dios sobre lo bello de aquel acto... y lo difícil de llevarlo a cabo. Mas esperanza, que la música nunca acaba.
(Jesús Bastante)
Etiquetas:
Benedicto XVI,
Diálogo Interreligioso
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