jueves, 31 de enero de 2013

Privados de espíritu profético

Evangelio del IV Domingo del Tiempo Ordinario /C (Lc 4, 21-30)

En aquel tiempo, después de que Jesús leyó en la sinagoga un pasaje del libro de Isaías, dijo: “Hoy mismo se ha cumplido este pasaje de la Escritura que ustedes acaban de oír”. Todos le daban su aprobación y admiraban la sabiduría de las palabras que salían de sus labios, y se preguntaban: “¿No es éste el hijo de José?”.

Jesús les dijo: “Seguramente me dirán aquel refrán: ‘Médico, cúrate a ti mismo’ y haz aquí, en tu propia tierra, todos esos prodigios que hemos oído que has hecho en Cafarnaúm”. Y añadió: “Yo les aseguro que nadie es profeta en su tierra. Había ciertamente en Israel muchas viudas en los tiempos de Elías, cuando faltó la lluvia durante tres años y medio, y hubo un hambre terrible en todo el país; sin embargo, a ninguna de ellas fue enviado Elías, sino a una viuda que vivía en Sarepta, ciudad de Sidón. Había muchos leprosos en Israel, en tiempos del profeta Eliseo; sin embargo, ninguno de ellos fue curado sino Naamán, que era de Siria”.

Al oír esto, todos los que estaban en la sinagoga se llenaron de ira, y levantándose, lo sacaron de la ciudad y lo llevaron hasta un barranco del monte, sobre el que estaba construida la ciudad, para despeñarlo. Pero él, pasando por en medio de ellos, se alejó de ahí.


Sabemos que históricamente la oposición a Jesús se fue gestando poco a poco: el recelo de los escribas, la irritación de los maestros de la ley y el rechazo de los dirigentes del templo fueron creciendo hasta acabar en su ejecución en la cruz.

También lo sabe el evangelista Lucas. Pero, intencionadamente, forzando incluso su propio relato, habla del rechazo frontal a Jesús en la primera actuación pública que describe. Desde el principio han de tomar conciencia los lectores de que el rechazo es la primera reacción que encuentra Jesús entre los suyos al presentarse como Profeta.

Lo sucedido en Nazaret no es un hecho aislado. Algo que sucedió en el pasado. El rechazo a Jesús cuando se presenta como Profeta de los pobres, liberador de los oprimidos y perdonador de los pecadores, se puede ir produciendo entre los suyos a lo largo de los siglos.

A los seguidores de Jesús nos cuesta aceptar su dimensión profética. Olvidamos casi por completo algo que tiene su importancia. Dios no se ha encarnado en un sacerdote, consagrado a cuidar la religión del templo. Tampoco en un letrado ocupado en defender el orden establecido por la ley. Se ha encarnado y revelado en un Profeta enviado por el Espíritu a anunciar a los pobres la Buena Noticia y a los oprimidos la liberación.

Olvidamos que la religión cristiana no es una religión más, nacida para proporcionar a los seguidores de Jesús las creencias, ritos y preceptos adecuados para vivir su relación con Dios. Es una religión profética, impulsada por el Profeta Jesús para promover un mundo más humano, orientado hacia su salvación definitiva en Dios.

Los cristianos tenemos el riesgo de descuidar una y otra vez la dimensión profética que nos ha de animar a los seguidores de Jesús. A pesar de las grandes manifestaciones proféticas que se han ido dando en la historia cristiana, no deja de ser verdad lo que afirma el reconocido teólogo H. von Balthasar: A finales del siglo segundo "cae sobre el espíritu (profético) de la Iglesia una escarcha que no ha vuelto a quitarse del todo".

Hoy, de nuevo, preocupados por restaurar "lo religioso" frente a la secularización moderna, los cristianos corremos el peligro de caminar hacia el futuro privados de espíritu profético. Si es así, nos puede suceder lo que a los vecinos de Nazaret: Jesús se abrirá paso entre nosotros y "se alejará" para proseguir su camino. Nada le impedirá seguir su tarea liberadora. Otros, venidos de fuera, reconocerán su fuerza profética y acogerán su acción salvadora.

José Antonio Pagola

domingo, 27 de enero de 2013

Día Mundial de CVX y 450 años de las comunidades laicas ignacianas

Este año el día mundial de la CVX, celebrado en la Fiesta de la Anunciación, será muy especial.Comenzaremos el año jubilar por los 450 años de fundación de las comunidades laicas ignacianas. En este día especial, estamos invitados a recordar a todos los miembros de los diversos grupos y comunidades laicas ignacianas que nos han precedido en estos 450 años y aquellos que se regocijan en la riqueza de la espiritualidad ignaciana sirviendo al Señor en la construcción de su Reino.

Este año el día mundial de la CVX nos ayudará también a preparar el camino para la próxima Asamblea Mundial que será en Líbano (del 30 Julio al 8 de Agosto 2013). La Asamblea anterior (Fátima 2008) fue una reconfirmación de nuestro ser cuerpo apostólico laico. Es por tanto importante que en nuestra preparación para la siguiente asamblea mundial reconozcamos la gracia recibida y discernamos más profundamente cómo llegar a ser más un cuerpo apostólico laico.


El año 2013 marcará los 450 años de las Comunidades laicas ignacianas. Muchas comunidades están preparando actividades para celebrar este significativo aniversario. La más importante actividad será, por supuesto, nuestra Asamblea Mundial en Líbano. Además, otras actividades internacionales se vienen discutiendo. Una ya aprobada es una peregrinación en Europa. En 1556 Jean Leunis' hizo una peregrinación desde Lieja (Bélgica) hasta Roma (Italia) para conocer a San Ignacio y entrar en la Compañía de Jesús. Seis años después en Roma Leunis funda la "Prima Primaria", la cual es el origen de las Congregaciones Marianas y la CVX. 450 años después haremos nuestra propia peregrinación para emular espiritualmente el camino de Leunis hacia la fundación de, aquello que podríamos llamar, los compañeros laicos. Habrá cuatro cortos tramos: Bélgica (6-7), Suiza (8-14), Francia (19-21) e Italia (26-28) en Abril 2013.

En la página web de CVX mundial hay información más detallada y cómo pueden participar.
Lee íntegro el "Proyectos 154" donde se amplía toda esta información.

miércoles, 23 de enero de 2013

Profeta

Evangelio del III Domingo del Tiempo Ordinario /C (Lc 1,1-4;4,14-21)

Muchos han tratado de escribir la historia de las cosas que pasaron entre nosotros, tal y como nos las trasmitieron los que las vieron desde el principio y que ayudaron en la predicación. Yo también, ilustre Teófilo, después de haberme informado minuciosamente de todo, desde sus principios, pensé escribírtelo por orden, para que veas la verdad de lo que se te ha enseñado.

(Después de que Jesús fue tentado por el demonio en el desierto), impulsado por el Espíritu, volvió a Galilea. Iba enseñando en las sinagogas; todos lo alababan y su fama se extendió por toda la región. Fue también a Nazaret  donde se había criado. Entró en la sinagoga, como era su costumbre hacerlo los sábados, y se levantó para hacer la lectura. Se le dio el volumen del profeta Isaías, lo desenrolló y encontró el pasaje en que estaba escrito: El espíritu del Señor está sobre mí, porque me ha ungido para llevar a los pobres la buena nueva, para anunciar la liberación a los cautivos y la curación a los ciegos, para dar libertad a los oprimidos y proclamar el año de gracia del Señor.

Enrolló el volumen, lo devolvió al encargado y se sentó. Los ojos de todos los asistentes a la sinagoga estaban fijos en él. Entonces comenzó a hablar, diciendo: “Hoy mismo se ha cumplido este pasaje de la Escritura que acaban de oír”.


En una aldea perdida de Galilea, llamada Nazaret, los vecinos del pueblo se reúnen en la sinagoga una mañana de sábado para escuchar la Palabra de Dios. Después de algunos años vividos buscando a Dios en el desierto, Jesús vuelve al pueblo en el que había crecido.

La escena es de gran importancia para conocer a Jesús y entender bien su misión. Según el relato de Lucas, en esta aldea casi desconocida por todos, va a hacer Jesús su presentación como Profeta de Dios y va a exponer su programa aplicándose a sí mismo un texto del profeta Isaías.

Después de leer el texto, Jesús lo comenta con una sola frase: "Hoy se cumple esta Escritura que acabáis de oír". Según Lucas, la gente "tenía los ojos fijos en él". La atención de todos pasa del texto leído a la persona de Jesús. ¿Qué es lo que nosotros podemos descubrir hoy si fijamos nuestros ojos en él?

Movido por el Espíritu de Dios. La vida entera de Jesús está impulsada, conducida y orientada por el aliento, la fuerza y el amor de Dios. Creer en la divinidad de Jesús no es confesar teóricamente una fórmula dogmática elaborada por los concilios. Es ir descubriendo de manera concreta en sus palabras y sus gestos, su ternura y su fuego, el Misterio último de la vida que los creyentes llamamos "Dios".

Profeta de Dios. Jesús no ha sido ungido con aceite de oliva como se ungía a los reyes para transmitirles el poder de gobierno o a los sumos sacerdotes para investirlos de poder sacro. Ha sido "ungido" por el Espíritu de Dios. No viene a gobernar ni a regir. Es profeta de Dios dedicado a liberar la vida. Solo le podremos seguir si aprendemos a vivir con su espíritu profético.

Buena Noticia para los pobres. Su actuación es Buena Noticia para la clase social más marginada y desvalida: los más necesitados de oír algo bueno; los humillados y olvidados por todos. Nos empezamos parecer a Jesús cuando nuestra vida, nuestra actuación y amor solidario puede ser captado por los pobres como algo bueno.

Dedicado a liberar. Vive entregado a liberar al ser humano de toda clase de esclavitudes. La gente lo siente como liberador de sufrimientos, opresiones y abusos; los ciegos lo ven como luz que libera del sinsentido y la desesperanza; los pecadores lo reciben como gracia y perdón. Seguimos a Jesús cuando nos va liberando de todo lo que nos esclaviza, empequeñece o deshumaniza. Entonces creemos en él como Salvador que nos encamina hacia la Vida definitiva.

José Antonio Pagola

martes, 22 de enero de 2013

Educadores con compromiso…¡Sembradores de esperanza!

Ana G. de Guinand



Venezolana. Casada y madre de 5 hijos. Licenciada en Educación (UNA) con Postgrado en Desarrollo Infantil (UCAB). Diploma de Estudios Avanzados en Teología (ITER-UCAB). Experiencia docente universitaria en la UCAB y el Centro de Estudios Religiosos (CER). 12 años de Voluntariado Profesional en SUPERATEC A.C.

1. ¿Cómo podemos los educadores constituirnos en trabajadores por la paz?

Cuando analizamos el Mensaje de Su Santidad Benedicto XVI titulado “Bienaventurados los que trabajan por la paz”, en general pienso que los educadores coincidimos con la primera idea que expone el documento en cuanto a que “Cada nuevo año trae consigo la esperanza de un mundo mejor”. A ello podríamos añadir otras situaciones, como por ejemplo: cada nuevo año escolar o hasta cada periodo trae consigo la esperanza de algo mejor. Y ese algo mejor puede muy bien incluir la esperanza de un curso más armónico, con mejores relaciones entre los colegas, compañerismo entre los estudiantes, entendimiento con los padres y representantes, sintonía con el personal directivo, coincidencia entre lo que la institución educativa aspira y el Estado propone. Quizás también dicha esperanza puede estar relacionada con ideales más generales, como por ejemplo: promover la igualdad de oportunidades, evitar cualquier forma de exclusión y más bien buscar formas de compensar diferencias que puedan afectar negativamente a alguna persona, favorecer la cooperación, procurar el diálogo y las decisiones -si no idealmente por consenso, al menos por mayoría, establecer acuerdos específicos, fortalecer equipos de trabajo, resolver conflictos y problemas recurrentes o nuevos, y un largo etcétera acerca de lo que los educadores desearíamos en nuestra gestión y más allá del ámbito educativo, con frecuencia relacionado con la convivencia, la verdad, la responsabilidad, la justicia, la simpatía, el perdón…

En ese marco de esperanzas por mejorar su quehacer, el educador claramente se sitúa ante la necesidad de participar y contribuir a la creación de ambientes de equilibrio y justicia, en los que se vele por el bien común en un ambiente de paz. Este sería el contexto natural para llevar a cabo su labor de educador. No obstante sabemos que esta condición no está dada sino que más bien es una tarea pendiente, algo por reconstruir.

Esa tarea de construir la paz tropieza con algunos obstáculos ya conocidos como pueden ser: el individualismo y el egoísmo, el abuso de autoridad y la violencia, la codicia y las divisiones, los criterios rígidos y los prejuicios. Es así como nos reconocemos ante un desafío que nos sobrepasa al mismo tiempo que lo intuimos posible.


Todos hemos vivido situaciones ante las que reaccionamos inadecuadamente sin razón aparente. También, hemos vivido dificultades que hemos atendido con paz interior y asertividad que nos sorprenden. Tenemos la experiencia de que la paz no es sólo resultado de la voluntad humana. En ella hay algo de misterio, de gracia externa y gratuita, de don que se nos ofrece; algo que nos trasciende y se hace real en las acciones humanas y humanizadoras.

La paz se manifiesta como don de Dios y se actualiza en la fraternidad. Por eso, cuando escuchamos “Bienaventurados los que trabajan por la paz” recibimos una Buena Noticia: que la paz es posible y que para construirla contamos con el favor del mismo Dios que se nos manifiesta en su Palabra y nos infunde su Espíritu. Algo de esto lo estuvimos escuchando en la liturgia de días pasados tanto en la primera carta de Juan como en las lecturas de la semana de Epifanía en Mateo y Lucas. El Señor nos convoca como familia humana a construir un Reino de paz desde la tierra, contando con su amor, con la autodonación que hace Jesús de su propia vida, y con nuestra capacidad de seguirlo y de constituirnos en “nosotros” en la diaria convivencia.

2. ¿Cómo podemos integrar a las familias y a los educadores para el cultivo de una cultura de paz?

El mensaje del Papa asocia la paz a la vida, a su defensa, preservación, sano desarrollo personal, comunitario y trascendente. Igualmente, y esto es fácil de comprender para nosotros como educadores venezolanos, asocia la agresión a la vida como daño irreparable, no sólo adverso a la paz en general sino también al presente y futuro personal y social. En dicha valoración y protección a la vida coinciden las familias y las instituciones educativas. Es más, el documento especifica que la vocación natural de la familia es promover la vida. En ese sentido la familia ocupa un lugar privilegiado en sembrar actitudes y valoraciones que más adelante el sistema educativo irá profundizando de cara a la libertad y madurez humana, de manera que cristalice en formas socializadas de convivir y organizarse. Así se va gestando la cultura de la paz con la contribución de cada instancia hasta llegar a impregnar a la sociedad, en un recorrido de lo más particular hacia lo más general. A su vez, en dicho recorrido se va cultivando la paz en sus diversos niveles: la paz interior, la paz en las relaciones humanas, la paz en y entre los pueblos. Y ello, como decíamos anteriormente, como fruto de dones recibidos y cultivados respecto a los cuales la cultura familiar es clave.

La familia es un lugar amigable para considerar el bien de todos, o sea, el bien común. También para fomentar un clima de relaciones amorosas y cordiales, veraces y honestas, consideradas y respetuosas, justas y benevolentes. Igualmente para participar de experiencias de gratuidad y generosidad sin medidas, de disculpas y perdón, y de todo aquello que hace referencia al amor primero e incondicional que habla de Dios y de la creación; de su hijo Jesús, quien encarna la vida humana fraterna fruto de su paz interior alimentada por el amor al Padre, a quien busca complacer en cada una de las circunstancias de su vida por encima de las dificultades humanas.

En ese sentido vemos como familia y educación se influyen mutuamente al punto que no será excepcional considerar lo que las instituciones educativas pueden hacer por las familias en situaciones de dificultad y en las que la paz se vea comprometida en cualquiera de sus niveles: espiritual, relacional, grupal, comunitaria. Tampoco será excepcional lo que las familias puedan hacer a favor de la armonía y la concordia en otras esferas y organizaciones.

3. ¿Cómo podría promoverse la cultura de paz con la participación de la tríada solidaria Estado, familia e instituciones educativa?

La promoción de la cultura de paz se desprende de nuestra capacidad de entendernos como conciudadanos y hermanos iguales en dignidad, sujetos de derechos y deberes, y partícipes de un destino común. También tiene relación con reconocer que hay situaciones humanas que nos trascienden y como tales ponemos ante el Señor acogiéndonos a su misericordia. A este respecto, y quizás anterior a ello, actuar como si los hechos dependieran de nosotros sabiendo que no tenemos la última palabra y que el mal nunca se vence desde el mal sino a fuerza de bien. Así, nos abrimos a una cultura de paz cuando “nuestros ojos ven con mayor profundidad, bajo la superficie de las apariencias y las manifestaciones, para descubrir una realidad positiva que existe en nuestros corazones, porque todo hombre ha sido creado a imagen de Dios y llamado a crecer, contribuyendo a la construcción de un mundo nuevo”, como nos dice Su Santidad.

Por otra parte, el documento señala el derecho a la objeción de conciencia con respecto a leyes y medidas que atenten contra la vida y su dignidad. También menciona las obligaciones del Estado como garante de la justicia social y de los derechos humanos. Punto aparte dedica a la construcción de un nuevo modelo de desarrollo y de economía en búsqueda de la paz, en el que alerta respecto a la tentación de acudir a nuevos ídolos. En este sentido, como se deja ver en párrafos anteriores, tanto las familias como la educación tienen un papel fundamental. Reconoce la disposición humana a la creatividad que bien puede florecer en momentos de crisis con nuevas perspectivas y soluciones fruto del discernimiento, del don de sí, de las capacidades e iniciativas puestas al servicio de la fraternidad más allá de los propios intereses personales y grupales.

Como última observación quisiera destacar la importancia que da el mensaje al trabajo como derecho. Hacia este logro también podrían apuntar la familia y la educación considerando la cultura de paz como telón de fondo.

Entrevista de la Comunidad Virtual de Educadores Católicos

miércoles, 16 de enero de 2013

Un gesto poco religioso

Evangelio del II Domingo del Tiempo Ordinario /C (Jn 2,1-11)

En aquel tiempo, hubo una boda en Caná de Galilea, a la cual asistió la madre de Jesús. Éste y sus discípulos también fueron invitados. Como llegara a faltar el vino, María le dijo a Jesús: “Ya no tienen vino”. Jesús le contestó: “Mujer, ¿qué podemos hacer tú y yo? Todavía no llega mi hora”. Pero ella dijo a los que servían: “Hagan lo que él les diga”. Había allí seis tinajas de piedra, de unos cien litros cada una, que servían para las purificaciones de los judíos. Jesús dijo a los que servían: “Llenen de agua esas tinajas”. Y las llenaron hasta el borde. Entonces les dijo: “Saquen ahora un poco y llévenselo al mayordomo”.

Así lo hicieron, y en cuanto el mayordomo probó el agua convertida en vino, sin saber su procedencia, porque sólo los sirvientes la sabían, llamó al novio y le dijo: “Todo el mundo sirve primero el vino mejor, y cuando los invitados ya han bebido bastante, se sirve el corriente. Tú, en cambio, has guardado el vino mejor hasta ahora”.

Esto que Jesús hizo en Caná de Galilea fue la primera de sus señales milagrosas. Así mostró su gloria y sus discípulos creyeron en él.


"Había una boda en Galilea". Así comienza este relato en el que se nos dice algo inesperado y sorprendente. La primera intervención pública de Jesús, el Enviado de Dios, no tiene nada de religioso. No acontece en un lugar sagrado. Jesús inaugura su actividad profética "salvando" una fiesta de bodas que podía haber terminado muy mal.

En aquellas aldeas pobres de Galilea, la fiesta de las bodas era la más apreciada por todos. Durante varios días, familiares y amigos acompañaban a los novios comiendo y bebiendo con ellos, bailando danzas festivas y cantando canciones de amor.

El evangelio de Juan nos dice que fue en medio de una de estas bodas donde Jesús hizo su "primer signo", el signo que nos ofrece la clave para entender toda su actuación y el sentido profundo de su misión salvadora.

El evangelista Juan no habla de "milagros". A los gestos sorprendentes que realiza Jesús los llama siempre "signos". No quiere que sus lectores se queden en lo que puede haber de prodigioso en su actuación. Nos invita a que descubramos su significado más profundo. Para ello nos ofrece algunas pistas de carácter simbólico. Veamos solo una.

La madre de Jesús, atenta a los detalles de la fiesta, se da cuente de que"no les queda vino" y se lo indica a su hijo. Tal vez los novios, de condición humilde, se han visto desbordados por los invitados. María está preocupada. La fiesta está en peligro. ¿Cómo puede terminar una boda sin vino? Ella confía en Jesús.

Entre los campesinos de Galilea el vino era un símbolo muy conocido de la alegría y del amor. Lo sabían todos. Si en la vida falta la alegría y falta el amor, ¿en qué puede terminar la convivencia? María no se equivoca. Jesús interviene para salvar la fiesta proporcionando vino abundante y de excelente calidad.

Este gesto de Jesús nos ayuda a captar la orientación de su vida entera y el contenido fundamental de su proyecto del reino de Dios. Mientras los dirigentes religiosos y los maestros de la ley se preocupan de la religión, Jesús se dedica a hacer más humana y llevadera la vida de la gente.

Los evangelios presentan a Jesús concentrado, no en la religión sino en la vida. No es solo para personas religiosas y piadosas. Es también para quienes se han quedado decepcionados por la religión, pero sienten necesidad de vivir de manera más digna y dichosa. ¿Por qué? Porque Jesús contagia fe en un Dios en el que se puede confiar y con el que se puede vivir con alegría, y porque atrae hacia una vida más generosa, movida por un amor solidario.

José Antonio Pagola

jueves, 10 de enero de 2013

Iniciar la reacción

Evangelio del Domingo del Bautismo del Señor, ciclo C (Lc 3,15-16.21-22)

En aquel tiempo, como el pueblo estaba en expectación y todos pensaban que quizá Juan el Bautista era el Mesías, Juan los sacó de dudas, diciéndoles: “Es cierto que yo bautizo con agua, pero ya viene otro más poderoso que yo, a quien no merezco desatarle las correas de sus sandalias. Él los bautizará con el Espíritu Santo y con fuego”.

Sucedió que entre la gente que se bautizaba, también Jesús fue bautizado. Mientras éste oraba, se abrió el cielo y el Espíritu Santo bajó sobre él en forma sensible, como de una paloma, y del cielo llegó una voz que decía: “Tú eres mi Hijo, el predilecto; en ti me complazco”.


El Bautista no permite que la gente lo confunda con el Mesías. Conoce sus límites y los reconoce. Hay alguien más fuerte y decisivo que él. El único al que el pueblo ha de acoger. La razón es clara. El Bautista les ofrece un bautismo de agua. Solo Jesús, el Mesías, los "bautizará con el Espíritu Santo y con fuego".

A juicio de no pocos observadores, el mayor problema de la Iglesia es hoy "la mediocridad espiritual". La Iglesia no posee el vigor espiritual que necesita para enfrentarse a los retos del momento actual. Cada vez es más patente. Necesitamos ser bautizados por Jesús con su fuego y su Espíritu.

Estos últimos años ha ido creciendo la desconfianza en la fuerza del Espíritu, y el miedo a todo lo que pueda llevarnos a una renovación. Se insiste mucho en la continuidad para conservar el pasado, pero no nos preocupamos de escuchar las llamadas del Espíritu para preparar el futuro. Poco a poco nos estamos quedando ciegos para leer los "signos de los tiempos".

Se da primacía a certezas y creencias para robustecer la fe y lograr una mayor cohesión eclesial frente a la sociedad moderna, pero con frecuencia no se cultiva la adhesión viva a Jesús. ¿Se nos ha olvidado que él es más fuerte que todos nosotros? La doctrina religiosa, expuesta casi siempre con categoría pre-modernas  no toca los corazones ni convierte nuestras vidas.

Abandonado el aliento renovador del Concilio, se ha ido apagando la alegría en sectores importantes del pueblo cristiano, para dar paso a la resignación. De manera callada pero palpable va creciendo el desafecto y la separación entre la institución eclesial y no pocos creyentes.

Es urgente crear cuanto antes un clima más amable y cordial. Cualquiera no podrá despertar en el pueblo sencillo la ilusión perdida. Necesitamos volver a las raíces de nuestra fe. Ponernos en contacto con el Evangelio. Alimentarnos de las palabras de Jesús que son "espíritu y vida".

Dentro de unos años, nuestras comunidades cristianas serán muy pequeñas. En muchas parroquias no habrá ya presbíteros de forma permanente. Qué importante es cuidar desde ahora un núcleo de creyentes en torno al Evangelio. Ellos mantendrán vivo el Espíritu de Jesús entre nosotros. Todo será más humilde, pero también más evangélico.

A nosotros se nos pide iniciar ya la reacción. Lo mejor que podemos dejar en herencia a las futuras generaciones es un amor nuevo a Jesús y una fe más centrada en su persona y su proyecto. Lo demás es más secundario. Si viven desde el Espíritu de Jesús, encontrarán caminos nuevos.

José Antonio Pagola

sábado, 5 de enero de 2013

Relato desconcertante

Evangelio del Domingo de la Epifanía del Señor(Mt 2,1-12)

Jesús nació en Belén de Judá, en tiempos del rey Herodes. Unos magos de Oriente llegaron entonces a Jerusalén y preguntaron: “¿Dónde está el rey de los judíos que acaba de nacer? Porque vimos surgir su estrella y hemos venido a adorarlo”. Al enterarse de esto, el rey Herodes se sobresaltó y toda Jerusalén con él. Convocó entonces a los sumos sacerdotes y a los escribas del pueblo y les preguntó dónde tenía que nacer el Mesías. Ellos le contestaron: “En Belén de Judá, porque así lo ha escrito el profeta: Y tú, Belén, tierra de Judá, no eres en manera alguna la menor entre las ciudades ilustres de Judá, pues de ti saldrá un jefe, que será el pastor de mi pueblo, Israel”. Entonces Herodes llamó en secreto a los magos, para que le precisaran el tiempo en que se les había aparecido la estrella y los mandó a Belén, diciéndoles: “Vayan a averiguar cuidadosamente qué hay de ese niño, y cuando lo encuentren, avísenme para que yo también vaya a adorarlo”. Después de oír al rey, los magos se pusieron en camino, y de pronto la estrella que habían visto surgir, comenzó a guiarlos, hasta que se detuvo encima de donde estaba el niño. Al ver de nuevo la estrella, se llenaron de inmensa alegría. Entraron en la casa y vieron al niño con María, su madre, y postrándose, lo adoraron. Después, abriendo sus cofres, le ofrecieron regalos: oro, incienso y mirra. Advertidos durante el sueño de que no volvieran a Herodes, regresaron a su tierra por otro camino.


Ante Jesús se pueden adoptar actitudes muy diferentes. El relato de los magos nos habla de la reacción de tres grupos de personas. Unos paganos que lo buscan, guiados por la pequeña luz de una estrella. Los representantes de la religión del Templo, que permanecen indiferentes. El poderoso rey Herodes que solo ve en él un peligro.

Los magos no pertenecen al pueblo elegido. No conocen al Dios vivo de Israel. Nada sabemos de su religión ni de su pueblo de origen. Solo que viven atentos al misterio que se encierra en el cosmos. Su corazón busca verdad.

En algún momento creen ver una pequeña luz que apunta hacia un Salvador. Necesitan saber quién es y dónde está. Rápidamente se ponen en camino. No conocen el itinerario preciso que han de seguir, pero en su interior arde la esperanza de encontrar una Luz para el mundo.

Su llegada a la ciudad santa de Jerusalén provoca el sobresalto general. Convocado por Herodes, se reúne el gran Consejo de "los sumos sacerdotes y los escribas del pueblo". Su actuación es decepcionante. Son los guardianes de la verdadera religión, pero no buscan la verdad. Representan al Dios del Templo, pero viven sordos a su llamada.

Su seguridad religiosa los ciega. Conocen dónde ha de nacer el Mesías, pero ninguno de ellos se acercará a Belén. Se dedican a dar culto a Dios, pero no sospechan que su misterio es más grande que todas las religiones, y tiene sus caminos para encontrarse con todos sus hijos e hijas. Nunca reconocerán a Jesús.

El rey Herodes, poderoso y brutal, solo ve en Jesús una amenaza para su poder y su crueldad. Hará todo lo posible para eliminarlo. Desde el poder opresor solo se puede "crucificar" a quien trae liberación.

Mientras tanto, los magos prosiguen su búsqueda. No caen de rodillas ante Herodes: no encuentran en él nada digno de adoración. No entran en el Templo grandioso de Jerusalén: tienen prohibido el acceso: La pequeña luz de la estrella los atrae hacia el pequeño pueblo de Belén, lejos de todo centro de poder.

Al llegar, lo único que ven es al "niño con María, su madre". Nada más. Un niño sin esplendor ni poder alguno. Una vida frágil que necesita el cuidado de una madre. Es suficiente para despertar en los magos la adoración.

El relato es desconcertante. A este Dios, escondido en la fragilidad humana, no lo encuentran los que viven instalados en el poder o encerrados en la seguridad religiosa. Se les revela a quienes, guiados por pequeñas luces, buscan incansablemente una esperanza para el ser humano en la ternura y la pobreza de la vida.

José Antonio Pagola