Este año el día mundial de la CVX, celebrado en la Fiesta de la Anunciación, será muy especial.Comenzaremos el año jubilar por los 450 años de fundación de las comunidades laicas ignacianas. En este día especial, estamos invitados a recordar a todos los miembros de los diversos grupos y comunidades laicas ignacianas que nos han precedido en estos 450 años y aquellos que se regocijan en la riqueza de la espiritualidad ignaciana sirviendo al Señor en la construcción de su Reino.
Este año el día mundial de la CVX nos ayudará también a preparar el camino para la próxima Asamblea Mundial que será en Líbano (del 30 Julio al 8 de Agosto 2013). La Asamblea anterior (Fátima 2008) fue una reconfirmación de nuestro ser cuerpo apostólico laico. Es por tanto importante que en nuestra preparación para la siguiente asamblea mundial reconozcamos la gracia recibida y discernamos más profundamente cómo llegar a ser más un cuerpo apostólico laico.
El año 2013 marcará los 450 años de las Comunidades laicas ignacianas. Muchas comunidades están preparando actividades para celebrar este significativo aniversario. La más importante actividad será, por supuesto, nuestra Asamblea Mundial en Líbano. Además, otras actividades internacionales se vienen discutiendo. Una ya aprobada es una peregrinación en Europa. En 1556 Jean Leunis' hizo una peregrinación desde Lieja (Bélgica) hasta Roma (Italia) para conocer a San Ignacio y entrar en la Compañía de Jesús. Seis años después en Roma Leunis funda la "Prima Primaria", la cual es el origen de las Congregaciones Marianas y la CVX. 450 años después haremos nuestra propia peregrinación para emular espiritualmente el camino de Leunis hacia la fundación de, aquello que podríamos llamar, los compañeros laicos. Habrá cuatro cortos tramos: Bélgica (6-7), Suiza (8-14), Francia (19-21) e Italia (26-28) en Abril 2013.
En la página web de CVX mundial hay información más detallada y cómo pueden participar.
Lee íntegro el "Proyectos 154" donde se amplía toda esta información.
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domingo, 27 de enero de 2013
miércoles, 13 de julio de 2011
Espiritualidad laical ignaciana
Aunque la espiritualidad ignaciana germina en la actualidad en diversos campos, además de los jesuíticos, vamos a centrarnos en el terreno laical, en el que germinan diversos movimientos de inspiración ignaciana.
La múltiple experiencia de Ignacio: Ignacio de Loyola fue un personaje muy original. De joven conoció bien a la nobleza y la vida militar de su tiempo, y vibró con sus ideales. En larga convalecencia asimiló lecciones de casi toda las escuelas cristianas de espiritualidad al leer la Vida de Cristo de Ludolfo de Sajonia. Al abandonar su casa familiar, vivió y compartió por varios años la existencia de los pobres: fue mendigo y peregrino. Después, ya no tan joven, conoció a fondo la vida de las mejores universidades de Europa. Más tarde, en Roma, experimentó el desafío de la vida religiosa, en tensa dialéctica entre las formas tradicionales y los nuevos desafíos de la época.
Ignacio buscaba dialogar con todo el mundo: los lugares de encuentro eran los caminos, los hospitales, las plazas públicas, las aulas universitarias... Él estaba siempre dispuesto a escuchar y dialogar con toda persona que estuviera interesada en Dios. En sus primeros años de convertido, siendo él aun laico, fue confeccionando poco a poco sus Ejercicios Espirituales, dados entonces casi exclusivamente a laicos. Y por ello soportó serios problemas con las autoridades eclesiásticas. Hasta tal grado que se sintió forzado a estudiar la carrera eclesiástica, como único medio para poder seguir dando sus Ejercicios.
Él conocía bien los problemas sociales de su tiempo. Y, como convertido, sintió en sus carnes las tensiones existentes entonces entre fe y vida. Su época, el Renacimiento, había levantado nuevas problemáticas, a las que la fe tradicional, faná¬tica y fundamentalista, no sabía responder adecuadamente. Se desarrollaba entonces una tensión especial, al parecer irreductible, entre fe y ciencia. Los creyentes tradicionales se oponían a ciertas afirmaciones y adelantos de la ciencia; y los científicos consecuentes se veían obligados a negar los fanatismos anticientíficos de la fe. Como caso típico podemos citar el de Galileo. Ante esta diatriba, Ignacio intuye que fe y ciencia no son contrapuestas, sino complementarias. Y planea unir íntimamente las dos realidades: la de la fe y la de la ciencia. Por ello se esfuerza en for¬mar personas profundamente creyentes y seriamente científicos.
Actualidad del desafío ignaciano: Hoy en día las problemáticas del tiempo de Ignacio están aun más exacerbadas que entonces. Aumenta la distancia entre fe y vida. Cada vez hay más personas que se escandalizan y se alejan de la Iglesia. Y pululan sin cesar ideologías mágicas, que atraen a hombres y mujeres de toda condición, ávidos de satisfacer sus frustrados deseos de liberación, de amor y amistad: de sentirse realizados como personas.
El laico actual está fragmentado en mil partes. Su vida transcurre en tratar de compaginar cientos de segmentos para no perder el equilibrio. Se encuentra cuestionado y zarandeado por su vida de pareja, por los hijos, por su lucha laboral y profesional, por su tiempo libre, por su vida ciudadana... En este laberinto, Dios no es sino un segmento más, muy difícil de entender, que sólo complica más nuestra vida fragmentada y tremendamente descentrada. Y esta forma de vivir la vida no es por casualidad, sino una maquiavélica forma de exigir eficacia y competitividad extrema, lo cual nos convierte en personas tremendamente débiles e indefensas frente a las estructuras de poder y decisión de nuestra sociedad.
Por todo esto, no es nada extraño que estemos sufriendo una profunda crisis de fe. Cantidad de gente se encierra en un craso materialismo, consumidor y hedonista. Bastantes profesionales competentes echan por tierra por inservibles enfoques religiosos trasnochados e imágenes de Dios desfasadas. Mucha gente se estaciona en niveles de fe infantiles o juveniles, fe tiesa y seca, que ya no les sirve sino para ciertos actos sociales de tinte romántico. Otros se encierran en cómodas posturas fundamentalistas -todo al pie de la letra-, bálsamo anestésico embriagador, que les aleja de los problemas reales en búsqueda de soluciones ficticias. En este ambiente, entre los materialismos y los espiritualismos reinantes, brotan en la actualidad semillas nuevas, algunas de origen muy antiguo. Una de estas semillas es la espiritualidad ignaciana, que pretende crecer y fructificar en laicos de hoy.
Revitalización de los Ejercicios: Como nunca, cantidad creciente de laicos viven a fondo la experiencia de los Ejercicios Espirituales Ignacianos, aun los personalizados completos, ya sea en forma intensivos o en la vida ordinaria. Y va en aumento también el número de laicos que dan Ejercicios, aportando nuevos enfoques y nuevas metodologías.
La CVX ha plasmado en estos años la espiritualidad de los Ejercicios en dos documentos largamente trabajados en común: Los Principios Generales y Nuestro Carisma CVX. En ellos se afirma: “El carisma de CVX y su espiritualidad son ignacianos. Los Ejercicios Espirituales de san Ignacio constituyen la fuente específica de este carisma y el instrumento característico de esta espiritualidad” (Nuestro carisma CVX, 18). “A la luz de la experiencia fundante de los Ejercicios, la CVX tiene como objetivo la integración de la fe con la vida en todas sus dimensiones: personales, familiares, sociales, profesionales, políticas y eclesiales” (Id., 22).
Cristocentrismo: Toda la experiencia ignaciana está enraizada y fundada en un amor personal a Jesucristo. La petición insistente de los Ejercicios es conocer mejor a Jesús, para poder amarlo más a fondo y seguirlo así más de cerca. Jesucristo es el centro, el motor, la razón de ser de todo el que ha realizado una experiencia seria de Ejercicios. Vivir este inmenso amor a Cristo-persona es el rasgo fundamental de nuestro modo de proceder. “JESUCRISTO es la gran opción de los Ejercicios y de la CVX”, dice el manual “Nuestro Carisma CVX”. Y los Principios Generales: “Nuestra Comunidad está formada por cristianos -hombres y mujeres, adultos y jóvenes, de todas las condiciones sociales- que desean seguir más de cerca a Jesucristo y trabajar con él en la construcción del Reino” (PG 4).
Conocer, amar y seguir a Jesús, estos tres pasos en ese orden, son fundamentales para poder encontrar esa fuente de agua fresca donde saciar tanta sed de justicia, de libertad, de amor y de amistad como tiene nuestro mundo; ansias justas y genuinas de tanta gente que busca ser feliz, pero que día a día siente el peso de la frustración, el desaliento y la incertidumbre. Es aquí donde la experiencia ignaciana ayuda a descubrir a ese Cristo liberador, vivificante y tierno, único Mesías, fuente de vida, de amor, de libertad y de justicia, que me ama profundamente y cuya única preocupación es mi felicidad y la de mis hermanos.
El ideal cevequiano es amar en comunidad a Jesucristo, para ser así signos de su autodonación, que se traducirá en un servicio humilde y fiel a él en los hermanos, especialmente en la vida familiar y profesional. Los matrimonios cristianos buscan de una forma especial seguir y servir en pareja a Jesús, viviendo su fidelidad como signo de la fidelidad de Dios con su pueblo y de Cristo con su Iglesia, una fidelidad que nace del amor y busca al Amor.
Opción por los pobres: Ese conocer, amar y servir a Jesús se centra de una manera especial en los rostros sufrientes de los “pobres”: campesinos sin tierra, familias sin techo y sin trabajo, niños abandonados, jóvenes desorientados, matrimonios arrastrados por la vorágine de la lucha por la vida, mujeres que se debaten en la angustia por la necesidad de trabajar y de atender a sus hijos, profesionales que viven angustiosamente una desleal competencia laboral... En ellos vemos el rostro de Jesús. Ellos son la concreción de su exigente presencia en esta sociedad neoliberal donde los valores del desarrollo y la justicia son proclamados a los cuatro vientos, pero que sólo sirven para tapar las desigualdades hirientes, la insolidaridad, el desamor y esclavitudes de todo tipo.
Los Ejercicios ignacianos no llevan jamás a dejarnos flotando en un sonrosado mundo idílico. La espiritualidad de Ignacio lleva siempre a enlodarse los pies en búsqueda servicial y fraterna de personas con problemas. Ello se debe a la insistencia de Ignacio en el misterio de la Encarnación. El Verbo se hizo carne para seguir viviendo siempre entre nosotros. Por eso la sensibilidad para con todo lo humano y la solidaridad con el hombre concreto es una característica típica de la espiritualidad ignaciana. “Creer en Jesucristo es seguir a Jesús, vivir una fe que obra la justicia y toma partido al lado de los pobres...” (Nuestro carisma CVX, 94).
La CVX subraya la dimensión de opción profesional por los pobres, contribuyendo a la construcción de una sociedad más justa y solidaria; no se trata de servicios periféricos paternalistas, sino de servicios cualificados profesionales, que busquen ante todo un desarrollo de las personas y un cambio de estructuras. Para nosotros, al igual que para los jesuitas, está íntimamente unido “el servicio de la fe y la promoción de la justicia”, lo cual nos lleva a la búsqueda de nuevas formas de convivencia humana, vivificadas y vivificantes en Cristo resucitado. Optamos a favor de la vida, en contra de todas las formas de muerte. Tenemos un compromiso con un estilo de vida, que podemos ofrecer como camino para los laicos que, desde la política, la empresa, el sindicato o la comunidad regional o local, desean cambiar la realidad en la que vivimos.
Discernimiento: Cuando se quiere vivir sinceramente según Dios, es necesario una actitud constante de búsqueda de su voluntad. Los ignacianos vimos con gozo en el Principio y Fundamento de los Ejercicios que Dios tiene hermosos proyectos para con cada uno de nosotros y para con toda la humanidad. Y para poder ir llevando esos proyectos a la práctica nos esforzamos en discernir qué es lo que él quiere en concreto en cada momento. Lo cual nos obliga a estar muy metidos en la realidad actual y ser al mismo tiempo hombres y mujeres de oración. Contemplativos en la acción”, diría Ignacio.
“El sentido de discernimiento es un distintivo de nuestro modo de proceder. Se trata de llegar a ser personas que educadas mediante una larga y nunca acabada experiencia de Dios, como Ignacio, estén en permanente actitud de búsqueda y escucha del Señor, y adquieran cierta sobrenatural facilidad para percibir dónde está y dónde no está.” Son palabras del P. Arrupe. Es aprender a mirar a la sociedad, a la historia y a nosotros mismos desde los ojos de Dios.
Los miembros de la CVX buscamos a Dios en nuestra familia, en el trabajo profesional, en el compromiso sociopolítico y en la vida en comunidad. Los casados vemos y amamos a Cristo de una manera especial en nuestra pareja. Todos conscientes de que vivir en serio nuestra profunda conexión con Dios es el camino de la autenticidad, y por consiguiente, de nuestra felicidad.
Para ir esclareciendo y poniendo por obra la misión particular que Dios nos pide a cada uno empleamos, como instrumento privilegiado, el “acompañamiento espiritual” personalizado y comunitario.
La libertad ignaciana: Ignacio la llama “indiferencia”. Se trata de abrirse al atractivo de todo lo bueno, sin prejuicios ni apegos, de forma que podamos llegar a ver con claridad qué es lo que Dios quiere de nosotros, y podamos llevarlo a la práctica. Todo es conversable y discutible, pero a la luz del proyecto de Dios. Para ello es necesario “hacernos indiferentes”, es decir, objetivos y valientes, interiormente libres para elegir lo que entra dentro del proyecto de Dios. Para alcanzar la indiferencia ignaciana es necesario creer firmemente que todos los seres humanos somos creados por Dios para ser felices realizándonos como personas. Y para poder lograrlo debemos fiarnos de él, que nos ama y es el único que conoce lo que realmente necesitamos para alcanzar esa felicidad.
El “magis” ignaciano: Los Ejercicios nos ponen en actitud de seguimiento a Jesús, de ese Jesús que es cercano, pero exigente. Él siempre pide más: así es el amor. Jamás nos pedirá por encima de nuestras posibilidades; ni menos aun, algo que no sea para nuestra felicidad. Pero él, que nos conoce a fondo, sabe que con su ayuda somos capaces de realizar mucho más de lo que podríamos pedir o pensar.
Nuestro Papá Dios tiene lindos y magníficos proyectos para con cada uno de nosotros. Por eso Ignacio nos transmite en su espiritualidad un deseo de progresar siempre más y más. El “magis” ignaciano se apoya en el reconocimiento del amor poderoso y exigente de Dios. Esta atrevida confianza en Dios nos tiene que llevar a trabajar por el Reino lo más fielmente posible, con rigor y calidad. Y nos deja abiertos, sin miedos ni prejuicios, para vivir siempre en actitud de búsqueda, detectando las nuevas presencias de Dios en los desafíos de nuestro mundo; dispuestos a crecer y madurar en una fe actual; abiertos a un mayor amor a Dios, una mayor profesionalización, una mayor santidad de vida, personal, familiar y social... El magis lleva a una total disponibilidad para sacrificar todo lo que sea necesario con tal de llegar a la meta que nos pide Dios, a cada uno según su misión.
Sentido de cuerpo: La humildad radical de los Ejercicios, a la luz de la encarnación y la misión, nos lleva a buscar a hermanos con los que trabajar juntos, de forma complementaria, en la construcción del Reino. Experiencias comunes nos han llevado a ideales comunes, a los que queremos llegar en comunidad. Para ello es imprescindible aprender a trabajar en equipo. Lo que somos y tenemos lo ponemos al servicio de los hermanos. Respetamos la diversidad, de forma que nos podamos complementar, justamente porque somos diversos, pero unidos por amor. Así vamos creciendo en nuestra semejanza al Dios Trinitario.
Cevequianos y jesuitas, convencidos de que es Dios quien nos llama, estamos en marcha hacia una colaboración cada vez más estrecha entre nosotros, respetándonos y complementándonos mutuamente, como “amigos en el Señor”, dentro de la espiritualidad ignaciana. Ambos buscamos “pensar y sentir una misma cosa en el Señor”.
Comunidad universal: El Vaticano II proclamó que todo cristiano debe ser consciente de la dimensión universal de su fe. Un sentimiento de fraternidad universal, fruto de la fe en un Padre común, rompe toda las barreras de discriminación entre los seres humanos. Jesuitas y cevequianos nos sentimos también cada vez más universales. La Compañía de Jesús es una sola en todo el mundo. Y la Comunidad de Vida Cristiana se siente también una sola comunidad mundial.
El jesuita está dispuesto a vivir y trabajar en cualquier parte del mundo donde sea enviado por la obediencia.
Entre los miembros adultos de la CVX cada vez va cuajando más la disposición de trabajar donde su presencia sea anuncio de una nueva humanidad, una presencia transformadora y santificante, después de un proceso serio de discernimiento comunitario. Los viajes o reuniones internacionales se convierten entre nosotros en experiencias de gozosa fraternidad. Con facilidad afloran ideales y lenguajes comunes, de forma que uno rápidamente se siente en casa. Nos gloriamos de tener amigos íntimos en cualquier parte del mundo, sin importar las distancias.
Enviados en misión: El ofrecimiento que cada uno de nosotros hace a Jesús en los Ejercicios, va cuajando poco a poco en actitudes y actividades concretas. Nos sentimos pecadores perdonados, llamados y enviados por Jesús. Sabemos que él tiene un hermoso proyecto para con cada uno de nosotros, proyecto que poco a poco va tomando cuerpo y convirtiéndose en realidad, a través de diversos pasos de discernimiento. La espiritualidad que vivimos se centra en la fe en un Dios activo, creador, que trabaja sin cesar, y pone el amor en un continuo y mutuo compartir.
Los miembros de la CVX no nos vemos auténticos hasta que no nos sentimos enviados por Jesús a servir, no sólo a la propia familia y profesión, sino más allá de la familia y la profesión, en actitud siempre de búsqueda de nuevos horizontes.
Amor a la Iglesia: San Ignacio insistía en el amor a la Iglesia, un amor realista, que ayude a nuestra Madre a caminar con sinceridad y autenticidad hacia Jesús, su única razón de ser. Amor hecho de apertura y respeto profundo hacia todo creyente. Amor que hace vivir y sufrir los problemas y limitaciones de la Iglesia como propios, ejerciendo con libertad y humildad de hijos el caritativo servicio de la crítica que edifica y es, fundamentalmente, autocrítica. Ignacio quería a los jesuitas como “caballería ligera”, dispuesta a correr con agilidad a donde lo demandaran las necesidades, especialmente en temas de frontera.
CVX siente en la actualidad retos ignacianos, cuyo aporte será muy valioso para la Iglesia: ayudar a cuajar una espiritualidad laical, que lleve a una conversión personal, comunitaria y social de cuño realmente cristiano; desarrollar una teología del matrimonio, a partir de la experiencia de las propias parejas; profundizar en el puesto de la mujer en el mundo y en la Iglesia...
Como algo vivo y en desarrollo, la espiritualidad laical ignaciana se está aun construyendo. Está en marcha ese buscar como laicos a Dios en todas las cosas, ese ser contemplativos en la acción, ese amar y servir en todo, ese unir íntimamente fe y justicia, ese espíritu de superación constante, a partir de la realidad actual, en lugares de frontera, teniendo siempre a Jesús como centro y meta... Con ello responderemos a uno de los vacíos más grandes de la actualidad, el de la falta de sentido de la vida. Éste es nuestro desafío y nuestra esperanza.
José L. Caravias, sj.
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martes, 10 de mayo de 2011
Principios Generales de la Comunidad de Vida Cristiana (CVX)
Aprobados por la Asamblea General el 7 de Septiembre de 1990 y por la Santa Sede el 3 de Diciembre de 1990
PREÁMBULO
1. Dios ama y salva. Las tres Personas Divinas, contemplando a toda la humanidad tan dividida por el pecado, deciden darse completamente a los hombres para liberarlos de todas sus cadenas. Por amor, el Verbo se encarnó y nació de María, la Virgen pobre de Nazareth. Inserto así entre los pobres, y compartiendo su condición, Jesús nos invita a todos a entregarnos continuamente a Dios y a trabajar por la unión de la familia humana. Esta entrega de Dios a los hombres y de los hombres a Dios se sigue realizando hoy, bajo la moción del Espíritu Santo, en todas nuestras diversas circunstancias particulares. Por eso nosotros, miembros de la Comunidad de Vida Cristiana, hemos compuesto estos Principios Generales para que nos ayuden a hacer nuestras las opciones de Jesucristo, y a participar por El, con El y en El en esta iniciativa amorosa que expresa la promesa de Dios de sernos fiel para siempre.
2. Guiados por el Espíritu. Puesto que nuestra Comunidad es un estilo de vida cristiana, estos Principios se han de interpretar no tanto según la letra del texto, sino más bien según el Espíritu del Evangelio y la ley interior del amor. Esta ley, que el Espíritu Santo inscribe en nuestros corazones, se expresa siempre de un modo nuevo de cada situación de la vida cotidiana. Respetando la singularidad de cada vocación personal, nos capacita para ser abiertos, libres y siempre disponibles a Dios. Nos estimula a reconocer nuestros tiempos y a trabajar en unión con todo el Pueblo de Dios y con los hombres de buena voluntad por el progreso y la paz, la justicia y la caridad, la libertad y la dignidad de todos.
3. Una Gracia en la historia. La Comunidad de Vida Cristiana es una asociación internacional de derecho público, y su oficina ejecutiva central está actualmente en Roma. Es la continuación de las Congregaciones Marianas iniciadas por Jean Leunis s.j. y aprobadas por primera vez por el Papa Gregorio XIII con la bula OMNIPOTENTIS DEI, del 5 de diciembre de 1584. Vemos también vuestros orígenes, remontándonos más allá de esa primera Congregación en los grupos de laicos que desde 1540 se desarrollaron en diversas partes del mundo por iniciativa de San Ignacio de Loyola y sus compañeros. Vivimos este estilo de vida cristiana en comunión gozosa con todos los que nos han precedido, con gratitud pro sus esfuerzos y sus realizaciones apostólicas. Con amor y en oración, nos asociamos a todos esos hombres y mujeres de nuestra tradición espiritual que la Iglesia nos ha propuesto como amigos y válidos intercesores en el cumplimiento de nuestra misión.
PRIMERA PARTE: NUESTRO CARISMA
4. Finalidad. Nuestra Comunidad está formada por cristianos -hombres y mujeres adultos y jóvenes, de todas las condiciones sociales- que desean seguir más de cerca a Jesucristo y trabajar con El en la construcción del Reino y que han reconocido en la Comunidad de Vida Cristiana su particular vocación en la Iglesia. Nuestro propósito es llegar a ser cristianos comprometidos, dando testimonio en la Iglesia y en la sociedad de los valores humanos y evangélicos esenciales para la dignidad de la persona, el bienestar de la familia y la integridad de la creación. Con particular urgencia sentimos la necesidad de trabajar por la justicia, con una preferencial opción por los pobres y un estilo de vida sencillo que exprese nuestra libertad y nuestra solidaridad con ellos. Para preparar más eficazmente a nuestros miembros para el testimonio y el servicio apostólico, especialmente en los ambientes cotidianos, reunimos en comunidades personas que sienten una necesidad más apremiante de unir su vida humana en todas sus dimensiones con la plenitud de su fe cristiana según nuestro carisma. Como respuesta a la llamada que Cristo nos hace, tratamos de realizar esta unidad de vida desde dentro del mundo en que vivimos.
5. Fuentes. La espiritualidad de nuestra Comunidad está centrada en Cristo y en la participación en el Misterio Pascual. Brota de la Sagrada Escritura, de la liturgia, del desarrollo doctrinal de la Iglesia, y de la revelación de la voluntad de Dios a través de los acontecimientos de nuestro tiempo. En el contexto de estas fuentes universales, consideramos los Ejercicios Espirituales de San Ignacio como la fuente específica y el instrumento característico de nuestra espiritualidad. Nuestra vocación nos llama a vivir esta espiritualidad, que nos abre y nos dispone a cualquier deseo de Dios en cada situación concreta de nuestra vida diaria. En particular, reconocemos la necesidad de la oración y del discernimiento -personal y comunitariamente-, del examen de conciencia diario y del acompañamiento espiritual como medios importantes para buscar y hallar a Dios en todas las cosas.
6. Sentido de Iglesia. La unión con Cristo nos lleva a la unión con la Iglesia, en la que Cristo continúa aquí y ahora su misión salvadora. Haciéndonos sensibles a los signos de los tiempos y la las mociones del Espíritu Santo, seremos más capases de encontrar a Cristo en todos los hombres y en todas las situaciones. Compartiendo la riqueza de ser miembros de la Iglesia, participamos en la liturgia, meditamos la Sagrada Escritura; aprendemos y promovemos la doctrina cristiana. Trabajamos junto con la jerarquía y otros líderes eclesiales, motivados por una común preocupación por los problemas y el progreso de todos y atentos a las situaciones en que la Iglesia se encuentra hoy. Este sentido de Iglesia nos impulsa a una colaboración creativa y concreta en la obra de hacer avanzar el reinado de Dios en la tierra, e incluye una disponibilidad para partir a servir allí donde las necesidades de la Iglesia pidan nuestra presencia.
7. Nuestra entrega personal encuentra su expresión en el compromiso personal con la Comunidad Mundial, a través de una comunidad particular libremente escogida. Esa comunidad particular, centrada en la Eucaristía, es una experiencia concreta de unidad en el amor y en la acción. En efecto, cada una de nuestras comunidades es una reunión de personas en Cristo, una célula de su Cuerpo Místico. Nuestro vínculo comunitario es nuestro compromiso común. nuestro común estilo de vida y nuestro reconocimiento y amor a María como nuestra madre. Nuestra responsabilidad por desarrollar los lazos comunitarios no termina en nuestra comunidad particular, sino que se extiende a la Comunidad de Vida Cristiana Nacional y Mundial, a las comunidades eclesiales (parroquias, diócesis) de las que somos parte, a toda la Iglesia y a todas las personas de buena voluntad.
8. Vida apostólica. Como miembros del Pueblo de Dios en camino, hemos recibido de Cristo la misión de ser sus testigos entre los hombres por medio de nuestras actitudes, palabras y acciones, haciendo propia su misión de dar la Buena Noticia a los pobres, anunciar a los cautivos su libertad, dar la vista a los ciegos, liberar a los oprimidos y proclamar el año de gracia del Señor. Nuestra vida es esencialmente apostólica. El campo de la misión CVX no tiene límites: se extiende a la Iglesia y al mundo, para hacer presente el Evangelio de salvación a todos y para servir a la persona y a la sociedad, abriendo los corazones a la conversión y luchando por cambiar las estructuras opresoras.
a) Cada uno de nosotros está llamado por Dios a hacer presente a Cristo y su acción salvífica en nuestro ambiente. Este apostolado personal es indispensable para extender el Evangelio de manera profunda y duradera en la gran variedad de personas, lugares y situaciones.
b) Al mismo tiempo, ejercemos un apostolado organizado o grupal en una gran variedad de formas, sea a través de la acción grupal iniciada o sostenida por la Comunidad por medio de estructuras adecuadas, o a través de nuestra presencia activa en organizaciones y esfuerzos seculares o religiosos ya existentes.
c) Para vivir este compromiso apostólico en sus diversas dimensiones, y para abrirnos a las llamadas más urgentes y universales, la Comunidad nos ayuda particularmente con el discernimiento personal y comunitario. Tratamos así de dar sentido apostólico aún a las más humildes ocupaciones de la vida diaria.
d) La Comunidad nos urge a proclamar la Palabra de Dios a todas las personas, y a trabajar en la reforma de las estructuras de la sociedad tomando parte en los esfuerzos de liberación de quienes son víctimas de toda clase de discriminación y, en particular, en la supresión de diferencias entre ricos y pobres. Queremos contribuir desde dentro a la evangelización de las culturas. Deseamos hacer todo esto con un espíritu ecuménico, dispuestos a colaborar con iniciativas que trabajen por la unidad de los cristianos. Nuestra vida encuentra su inspiración permanente en el Evangelio de Cristo pobre y humilde.
9. Unión con María. Puesto que la espiritualidad de nuestra Comunidad está centrada en Cristo, vemos el lugar de María en relación con El: ella es el modelo de nuestra colaboración en la misión de Cristo. La cooperación de María con Dios comienza con su "si" en el misterio de la Anunciación-Encarnación. Su servicio eficaz -como se expresa en su visita a Isabel- y su solidaridad con los pobres -como se refleja en el Magnificat- hacen que ella sea una inspiración para nuestra acción por la justicia en el mundo de hoy. Su cooperación en la misión de su Hijo, continuada a lo largo de toda su vida, inspira en nosotros un deseo de entregarnos totalmente a Dios en unión con ella, que aceptando los designios de Dios fue hecha Madre nuestra y Madre de todos los hombres. Así ratificamos nuestra propia misión de servicio al mundo recibida en el Bautismo y en la confirmación. Veneramos a la Madre de Dios de un modo especial, y confiamos en su intercesión para el cumplimiento de nuestra vocación.
SEGUNDA PARTE
VIDA Y ORGANIZACIÓN DE LA COMUNIDAD
10. Miembros. Ser un miembro de la Comunidad de Vida Cristiana presupone una vocación personal. Durante un período de tiempo especificado en las Normas Generales, el candidato es iniciado en el estilo de la vida de la CVX. Este período de tiempo permite al candidato y a la comunidad discernir su vocación. Una vez tomada la decisión y aprobada por la comunidad, el nuevo miembro asume un compromiso temporal, y con la ayuda de la comunidad comprueba su aptitud para vivir de acuerdo con el fin y el espíritu de la CVX. Pasado un período de tiempo adecuado, determinado en las Normas Generales, se asume el compromiso permanente.
11. Lazos comunitarios. Como un medio privilegiado de formación y de crecimiento continuo, los miembros se reúnen regularmente en comunidades locales estables que permiten a todos los miembros compartir profundamente la fe y su vida, asegurando una real atmósfera de comunidad y un decidido compromiso con la misión y el servicio.
12. Estilo de vida.
a) El estilo de vida de la Comunidad de Vida Cristiana compromete a sus miembros a buscar, con la ayuda de la comunidad, un continuo crecimiento personal y social en lo espiritual, lo humano y lo apostólico. En la práctica, esto trae consigo: frecuente participación en la Eucaristía; intensa vida sacramental; práctica diaria de oración personal, especialmente de aquella que se basa en la Sagrada Escritura; discernimiento por medio de la revisión diaria de la propia vida y -dentro de lo posible- de la dirección espiritual periódica: una renovación interior anual en conformidad con las fuentes de nuestra espiritualidad; y amor a la Madre de Dios.
b) Puesto que la Comunidad de Vida Cristiana pretende trabajar con Cristo en la anticipación del reinado de Dios, todos los miembros están llamados a participar activamente en el vasto campo del apostolado. El discernimiento apostólico, personal y comunitario, es el medio ordinario para descubrir la mejor manera de hacer presente a Cristo, concretamente, en nuestro mundo. Nuestra amplia y exigente misión pide de cada miembro un esfuerzo por participar responsablemente de la vida social y política, y por desarrollar sus cualidades humanas y sus capacidades profesionales para ser un trabajador más competente y un testigo más convincente. Mas aún, este camino pide a cada miembro sencillez en todos los aspectos de la vida, para seguir más de cerca a Cristo en su pobreza y para conservar la libertad apostólica.
c) Finalmente, cada uno toma sobre sí la responsabilidad de participar en las reuniones y actividades de la comunidad, de ayudar a los demás a realizar su vocación personal, siempre dispuestos todos a dar y recibir consejo y ayuda como amigos en el Señor.
13. Gobierno.
a) La Comunidad Mundial de Vida Cristiana es gobernada por la Asamblea General, que determina las políticas y normas, y por el Consejo Ejecutivo, que asegura la ejecución de ellas. La composición y funciones de estos organismos se especifican en las Normas Generales.
b) La Comunidad Nacional, constituida según las Normas Generales, incluyen a todos los miembros de la Comunidad Mundial que en un determinado país se esfuerzan por vivir el estilo de vida y la misión CVX. La comunidad Nacional es gobernada por una Asamblea Nacional Y un Consejo Ejecutivo Nacional. Sus objetivos son asegurar las estructuras y programas de formación necesarios para responder eficazmente a lo que pide el desarrollo el desarrollo armónico de toda la Comunidad, y para una participación efectiva de la Comunidad de Vida Cristiana en la misión de la Iglesia.
c) Si lo estiman útil, las comunidades nacionales pueden establecer o aprobar comunidades regionales o diocesanas, o centros, que agrupen a varias comunidades locales en una determinada región, diócesis, ciudad o institución. Estas se constituyen de acuerdo con las Normas Generales y los Estatutos Nacionales.
14. Asistente Eclesiástico. La Comunidad de Vida Cristiana en cada nivel tiene un asistente eclesiástico, designado en conformidad con el código de Derecho Canónico y las Normas Generales. Trabajando en colaboración con otros responsables tiene como principal responsabilidad el desarrollo cristiano de toda la Comunidad. Ayuda a los miembros a descubrir los caminos de Dios, especialmente por medio de los Ejercicios Espirituales. En virtud de la misión que le ha encomendado la jerarquía, de cuya autoridad él es el representante, el asistente eclesiástico tiene una responsabilidad especial en el área de los problemas doctrinales y pastorales, y en lo que toca a la armonía propia de una comunidad cristiana.
15. Tenencia de propiedades. Si es una ayuda, la Comunidad de Vida Cristiana en cualquier nivel puede poseer y administrar propiedades, como persona eclesiástica de derecho público, de acuerdo con el Derecho Canónico y con la ley civil del país en cuestión. La propiedad y su administración pertenecen a la respectiva comunidad.
TERCERA PARTE
ACEPTACIÓN DE LOS PRINCIPIOS GENERALES
16. Modificación de estos Principios Generales. Los Principios Generales, aprobados por la Asamblea General y confirmados por la Santa Sede como los Estatutos fundamentales de esta Comunidad Mundial, expresan la identidad fundamental y el carisma de la Comunidad de Vida Cristiana, y por lo tanto expresan también su pacto solemne con la Iglesia. Las modificaciones a estos Principios Generales deben ser aprobados por una mayoría de dos tercios de la Asamblea General, y están sujetas a confirmación por parte de la Santa Sede.
17. Suspensión y exclusión. La aceptación de estos Principios Generales es un requisito para ser miembro de la CVX en cualquier nivel. La falta grave de observancia de estos por parte de un miembro o una comunidad local, es causa de suspensión y eventualmente de exclusión de la Comunidad Nacional. De modo semejante, la falta de actuación de una Comunidad Nacional cuando una de sus comunidades locales no los observa, es causa de su suspensión y eventualmente de exclusión de la Comunidad Mundial. Siempre existe la posibilidad de apelación de una decisión local o regional a la comunidad nacional, y de una decisión nacional a la Comunidad Mundial.
NORMAS GENERALES DE LA COMUNIDAD DE VIDA CRISTIANA
(Aprobadas por la Asamblea General el 7 de Septiembre de 1990)
I. Miembros
1. Una persona puede llegar a ser miembro de la Comunidad de Vida Cristiana en alguno de los siguientes modos:
a) Iniciando junto con otras personas una pre-comunidad local CVX, que es aceptada por una Comunidad Regional o Nacional. La comunidad que acepta debe proveer los recursos de formación necesarios para el desarrollo de la nueva comunidad local.
b) Siendo miembro de un grupo cristiano que en un momento de su historia hace una opción por el estilo de vida CVX. Ese grupo será consecuentemente recibido como una comunidad regional o nacional, que se hace responsable de la aceptación de esos nuevos miembros.
c) Uniéndose a una comunidad local ya existente, que se hace responsable de la aceptación del nuevo miembro y provee los medios de formación necesarios.
2. Cualquiera sea el modo en que tenga lugar la admisión, los nuevos miembros deben ser ayudados por la comunidad a asimilar el estilo de la CVX, a decidir si se sienten llamados a él, si desean y son capaces de vivirlo, y a identificarse con la Comunidad de Vida Cristiana más allá de su grupo inmediato. Después de un período de tiempo ordinariamente no mayor de 4 años ni menor que uno, los nuevos miembros asumen un compromiso temporal de vivir según este estilo de vida. Como medio para llegar a esta decisión personal, se recomienda vivamente una experiencia de los Ejercicios Espirituales.
3. El compromiso temporal es válido como tal, a menos que la persona se retire libremente de la Comunidad o sea excluido por ella, hasta que, previo un discernimiento, el miembro expresa su compromiso permanente en la CVX. El período de tiempo entre el compromiso temporal y el permanente ordinariamente no debería sobrepasar los 8 años ni ser menor de dos.
4. Una experiencia completa de los Ejercicios Espirituales en una de sus varias modalidades (en la vida ordinaria, varios retiros en varios años, un mes cerrado) precede el compromiso permanente en la Comunidad de Vida Cristiana.
5. La fórmula de estos compromisos se deja a las comunidades nacionales. Se sugiere que cada comunidad redacte una fórmula tipo para estos compromisos, y que tales fórmulas incluyan una referencia explícita al cumplimiento de los Principios Generales de CVX.
6. Todo lo que se ha dicho debe ser entendido y practicado de acuerdo con las edades, culturas y otras características específicas. Con este propósito, las comunidades nacionales deben desarrollar programas de formación, diversificados si es necesario de acuerdo a grupos o secciones de miembros y a las posibles circunstancias excepcionales que pueden vivir algunos miembros individuales.
7. La Comunidad de Vida Cristiana es un modo particular de seguir a Jesucristo y trabajar con El para hacer realidad el reinado de Dios. Admite diversas respuestas individuales y no valora una más que otra. Dentro de la riqueza del Evangelio y de la tradición de la Iglesia, y como resultado de su proceso de crecimiento en Cristo, algunos miembros de CVX pueden expresar bajo forma de votos privados su deseo de vivir con especial atención uno u otro de los muchos consejos evangélicos. De modo semejante, personas o grupos de personas que hayan hecho este tipo de votos fuera de la CVX pueden ser admitidos en la comunidad en las mismas condiciones que todos los otros.
II. Estilo de Vida.
8. Las comunidades nacionales y regionales deben encontrar formas de hacer accesible a todos los miembros la experiencia concreta de los Ejercicios Espirituales de San Ignacio, de acompañamiento espiritual y de otros medios de crecimiento en el Espíritu.
9. Como un medio privilegiado de crecimiento continuo como personas y como Comunidad de Vida Cristiana, tomamos ordinariamente nuestras decisiones en ambiente de discernimiento, o incluso con un discernimiento comunitario formal para las decisiones compartidas de mayor importancia.
10. En el espíritu de su mejor tradición y en pro de una mayor eficacia apostólica, la Comunidad de Vida Cristiana en todos los niveles promueve la participación de sus miembros en proyectos conjuntos que respondan a variadas y cambiantes necesidades. Redes de cooperación nacionales o internacionales, equipos apostólicos especializados u otras iniciativas similares pueden ser organizadas por la Comunidad cuando sea apropiado.
11. Igualmente, siguiendo la misma tradición y en vistas a la formación de sus miembros y de otras personas, la Comunidad de Vida Cristiana promueve en todos los niveles la realización de seminarios, cursos, publicaciones, talleres de formación y otras iniciativas similares.
12. En bien de la ayuda mutua y de la colaboración apostólica la Comunidad de Vida Cristiana puede, en cualquier nivel apropiado, afiliar otras asociaciones de personas que deseen compartir en alguna medida nuestro estilo de vida sin llegar a ser plenamente miembros. Análogamente, la Comunidad de Vida Cristiana en cualquier nivel puede encontrar formas diversas de expresar ciertos vínculos significativos con personas o instituciones que de alguna manera desean participar de la misma tradición.
13. Tanto a nivel mundial como nacional, se debe prestar una especial atención a satisfacer la necesidad que cada comunidad local tiene de ser ayudada a vivir un auténtico procese CVX por un guía bien formado y por un coordinador eficiente.
14. Todo lo dicho en esta sección, tanto lo relativo a compromisos apostólicos como lo que se refiere a la formación, supone una buena colaboración con la Compañía de Jesús y con otras personas, comunidades o instituciones que comparten en algo la tradición ignaciana.
III. Vida y Gobierno de la Comunidad
A. Asamblea General
15. La Asamblea General es el órgano supremo de gobierno de la Comunidad de Vida Cristiana. Se compone del Consejo Ejecutivo y la delegación de cada Comunidad Nacional. Cada delegación consta normalmente de tres delegados, uno de los cuales debe ser el Asistente Eclesiástico o su representante. Las dificultades que surgieran en la composición de las delegaciones serán resueltas por el Consejo Ejecutivo.
16. La Asamblea General:
a. Aprueba los informes de actividades y financieros del período transcurrido desde la última Asamblea General.
b. Define las políticas y orientaciones a seguir hasta la próxima Asamblea General.
c. Decide la política financiera a seguir.
d. Decide sobre las enmiendas propuestas a los Principios y Normas Generales.
e. Confirma el establecimiento de nuevas comunidades nacionales.
f. Elige el Consejo Ejecutivo para el período que va hasta la próxima Asamblea General.
17. La Asamblea General se reúne normalmente cada 4 años, y es convocada por el Consejo Ejecutivo al menos doce meses antes.
18. El Presidente tiene el poder de convocar la Asamblea General en forma extraordinaria después de haber consultado con las comunidades nacionales y contar con el acuerdo de al menos un tercio de ellas.
19. En la Asamblea General, cada Comunidad Nacional tiene un voto, y las decisiones se toman con un espíritu de discernimiento por mayoría de votos, supuesto que haya quórum. El quórum requiere la presencia de un 50% de las comunidades nacionales. En la Asamblea, el Consejo Ejecutivo tiene derecho a un voto en la persona del presidente.
B. Consejo Ejecutivo
20. El Consejo Ejecutivo es responsable del gobierno ordinario de la Comunidad. Se compone de 7 miembros elegidos, 3 miembros designados y hasta dos miembros cooptados.
21.a) Los miembros elegidos del Consejo Ejecutivo son el Presidente, el Vicepresidente, el Secretario, el Tesorero y tres consultores. Todos son elegidos por la Asamblea General por un período de cuatro años. Pueden ser reelegidos sólo una vez para el mismo cargo.
b) Los miembros designados del Consejo Ejecutivo son el Asistente Eclesiástico, el Vice Asistente Eclesiástico - que es el Presidente del Secretariado Central de los Jesuitas para la CVX, en Roma - y el Secretario Ejecutivo.
c) El Consejo Ejecutivo Mundial, si lo desea, puede cooptar uno o dos consultores adicionales.
22. El Consejo Ejecutivo es responsable de:
a) Promover el cumplimiento de los Principios Generales y de las Normas Generales.
b) Poner en práctica las políticas y decisiones tomadas en las Asambleas Generales.
c) Fomentar las comunidades nacionales, estimular la colaboración y ayuda entre ellas, promover su activa participación en la misión universal de la CVX.
d) Asegurar la representación de la CVX en programas de cooperación internacional que se estimen convenientes, por ejemplo, en colaboración con la Conferencia de Organizaciones Internacionales Católicas.
e) Promover la práctica de las enseñanzas de la Iglesia, especialmente las del Concilio Vaticano II y sus ulteriores desarrollos.
f) Animar a las comunidades, nacionales y otras, a compartir su documentación, sus experiencias, su personal y recursos materiales entre ellas y con la Comunidad Mundial.
g) Promover y apoyar proyectos específicos, en particular según las normas 10 y 11.
h) Apoyar y crear las iniciativas necesarias para cumplir todas estas funciones.
23. El Consejo Ejecutivo se reúne al menos una vez al año. Informa a todas las comunidades nacionales de sus actividades.
24. En el Consejo Ejecutivo, las decisiones se toman con espíritu de discernimiento por mayoría de votos, supuesto que haya quórum. El quórum necesario es de 5 miembros.
25. El Consejo Ejecutivo tiene un Secretariado para ejecutar sus políticas y decisiones.
26. El Secretariado Ejecutivo es designado por el Consejo Ejecutivo, que define también los derechos y las responsabilidades del cargo.
27. Para todas las comunicaciones oficiales, la dirección del Secretariado Mundial debe considerarse también la dirección del Consejo Ejecutivo.
28. Las nominaciones de candidatos para los cargos elegibles deben ser presentadas por escrito al Consejo Ejecutivo al menos cuatro meses antes de la Asamblea General en la que tendrán lugar las elecciones. Las candidaturas son propuestas por las comunidades nacionales a través de sus consejos ejecutivos.
29. Por lo menos tres meses antes de la elección, deberá presentarse a la Santa Sede una lista de candidatos a la Presidencia de la CVX.
C. Establecimiento de nuevas comunidades
30. Aunque la Comunidad de Vida Cristiana es una, puede incluir agrupaciones de Comunidades Nacionales según objetivos específicos o territorios.
31. La Comunidad Mundial establece oficialmente sólo una comunidad nacional en un país determinado. Cuando las circunstancias hacen imposible la formación de una sola comunidad nacional, la Comunidad Mundial puede establecer más de una comunidad en un país, o incluir más de un país en una Comunidad. El establecimiento de una nueva comunidad nacional es aprobado previamente por el Consejo Ejecutivo. Esta aprobación hace a la nueva comunidad sujeto de los derechos y obligaciones de las comunidades. Sin embargo, la decisión tiene que ser confirmada por la Asamblea General.
32. La autoridad eclesiástica que aprueba oficialmente una comunidad nacional regional o local es la Comunidad Mundial de Vida Cristiana, aprobada canónicamente por la Santa Sede, con el consentimiento del obispo o los obispos correspondientes. Para comunidades establecidas en lugares pertenecientes a la Compañía de Jesús confiados a su cuidado, el consentimiento necesario -de acuerdo con los documentos pontificios- es el del Prepósito General o Vicario General de la Compañía de Jesús, quien puede delegar esta autoridad en el superior provincial o en el asistente eclesiástico.
33. Toda comunidad nacional establecida debe aceptar:
a) Los Principios y Normas Generales.
b) Las resoluciones aprobadas por la Asamblea General.
c) La contribución económica determinada por el Consejo Ejecutivo.
34. El Consejo Ejecutivo de la Comunidad Mundial, respetando los legítimos derechos y obligaciones de las comunidades nacionales, intervendrá en una comunidad nacional sólo en el caso de incumplimiento de la Norma General 33. La asamblea General se reserva el derecho de exclusión.
D. Comunidades Nacionales
35. Cada comunidad nacional, como parte de la Comunidad Mundial, establece sus propios estatutos en conformidad con los Principios Generales y las Normas Generales, y el grado de desarrollo de la propia comunidad nacional. Tales estatutos normalmente incluirán normas relativas a:
a) Admisión y condición de miembro en la comunidad nacional.
b) Objetivos y medios de la comunidad nacional.
c) Relación con la jerarquía.
d) Estructuras para elegir a los responsables nacionales y para tomar decisiones.
e) Procedimiento para elegir los delegados a la Asamblea General de la Comunidad Mundial.
f) Cualquier otro aspecto esencial para ordenar la vida, la unidad, el crecimiento y la misión de la comunidad nacional.
Los estatutos de las comunidades nacionales deberán ser confirmados por el Consejo Ejecutivo de la Comunidad Mundial.
36. Cada comunidad nacional puede establecer comunidades regionales, diocesanas, parroquiales, u otras unidades adecuadas para facilitar su desarrollo.
37. Las comunidades nacionales que lo deseen pueden establecer secretariados con fines de coordinación, asesoramiento y promoción.
38. Las comunidades nacionales son libres de entrar en relación entre ellas para el desarrollo de proyectos apostólicos o para otras finalidades apropiadas. Cualquier estructura nueva que resultara de tales iniciativas, si pretende actuar en el nombre de esas comunidades nacionales, debe recibir un mandato claro y específico que deberá ser aprobado por el Consejo Ejecutivo.
E. Comunidades Locales
39a. Los miembros participan de la vida comunitaria en distintos niveles concéntricos, siendo el de la Comunidad local (también llamado "grupo" o "pequeña comunidad CVX") el más apropiado para continuar comunitariamente la dinámica de vida generada por la experiencia de los Ejercicios Espirituales. Estas pequeñas comunidades practican el tipo de oración y de relaciones que fomenta un proceso de integración de la fe y la vida, permitiendo a cada miembro una continua verificación comunitaria de su crecimiento espiritual y apostólico.
b. La experiencia muestra que para este fin es una gran ayuda que las comunidades se compongan de no más de doce personas de condición semejante (por ejemplo en edad, ocupación o estado de vida), que se reúnen semanal o quincenalmente de manera que el proceso pueda avanzar de una reunión a otra.
40. Cada comunidad local, en el marco de una comunidad más amplia (centro, comunidad diocesana, nacional u otra división adecuada a la realidad), adopta sus normas de admisión, su programa de formación, su apostolado y el contenido y forma de sus reuniones. Todos los miembros participan periódicamente en la celebración de la Eucaristía, y comparten la responsabilidad en la vida de su comunidad local y de la comunidad más amplia en la que ésta de encuadra. Así, la comunidad entera decide todos sus asuntos, excepto los que delega en sus dirigentes.
41a. La principal responsabilidad en la coordinación de cada comunidad es confiada por los miembros a su coordinador, elegido por ellos mismos, que trabaja en cercana colaboración con el guía y posee tantas atribuciones como le son delegadas por la comunidad.
b. El guía, con una buena formación en el proceso ignaciano de crecimiento, ayuda a la comunidad a discernir las mociones presentes en los individuos y en la comunidad, y a mantener una idea clara respecto del fin y del proceso CVX. El guía ayuda a la comunidad y a su coordinador a encontrar y a usar los medios para el crecimiento y para la misión de la comunidad. La participación del guía en la vida de la comunidad está condicionada por lo que objetivamente se necesita para cumplir su función con eficacia. El guía es elegido por la comunidad, con la aprobación de la comunidad regional o nacional.
F. Asistente Eclesiástico
42. El Asistente Eclesiástico Mundial de la Comunidad de Vida Cristiana es designado por la Santa Sede después de recibir una lista de nombres de parte del Consejo Ejecutivo Mundial.
43. La Comunidad Mundial de Vida Cristiana reconoce como su Vice Asistente Eclesiástico al jesuita que el Padre General de la Compañía de Jesús, después de consultas con el Consejo ejecutivo Mundial, designa como presidente del Secretario Central de la Compañía de Jesús para la CVX, en Roma.
44. Los asistentes eclesiásticos nacionales, regionales, diocesanos o de otros niveles son propuestos por los consejos ejecutivos correspondientes al nivel, y su nombramiento queda reservado a la autoridad competente. Generalmente en el nivel nacional, regional y diocesano, los asistentes son sacerdotes; pero la autoridad competente puede designar en casos especiales a cualquier otra persona cualificada, siempre considerando el rol que la CVX espera de sus asistentes (PG14). El procedimiento y las formalidades a seguir para los nombramientos deberán ser claramente establecidos en los estatutos nacionales.
45. En el nivel de la comunidad local, el vínculo con el asistente eclesiástico será normalmente mantenido a través del guía de la comunidad particular.
46. Los asistentes eclesiásticos nacionales, regionales o diocesanos son nombrados por un período de cuatro años. El nombramiento puede ser renovado.
G. Modificación de los Principios Generales y de las Normas Generales.
47. Los cambios en los Principios Generales y en las Normas Generales se han de proponer por escrito al Consejo Ejecutivo Mundial por las comunidades nacionales, por lo menos seis meses antes de una Asamblea General. Para su aprobación de requerirá una mayoría de dos tercios en la Asamblea General.
48. La Comunidad Mundial puede por sí misma establecer y modificar las Normas Generales, con la excepción de las normas 21b, 29, 42 y 48 que tocan nuestras relaciones con la Santa Sede, con la aprobación de una mayoría de dos tercios en la Asamblea General.
49. Una comunidad nacional puede, en caso de necesidad, redactar diversamente para una mejor comprensión tanto los Principios Generales como las Normas Generales, siempre que se mantenga la substancia. La nueva redacción está sujeta a la aprobación del Consejo Ejecutivo Mundial.
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