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miércoles, 14 de noviembre de 2012

Tú Eres, Señor, Mi Esperanza


Estamos ya en la Semana 33 del Tiempo Ordinario, muy próximos al Adviento, y la Liturgia nos invita a que nos atrevamos a interpretar las señales que muestran la actuación salvadora de Dios en nuestras vidas. 

Al Evangelio de Marcos (13, 24-32) que leemos esta semana se le denomina texto apocalíptico, es decir, un relato bíblico que revela la acción de Dios a través de símbolos que ayudan a abrirnos al sentido más profundo de la esperanza.

Jesús anuncia que antes de la venida del Hijo del Hombre habrá una gran tribulación: sol apagado, luna sin brillo, estrellas caídas y mundo estremecido. Que Él vendrá y nos reunirá desde cuatro puntos cardinales y desde lo más profundo de la tierra hasta lo más alto del cielo. Esta es su promesa de salvación.

Este evangelio puede resultarnos un poco desconcertante. No por los símbolos apocalípticos, sino porque en lo más profundo de nuestro ser albergamos la certeza de que las cosas cambian y, muchas veces, los cambios profundos inquietan.

Todos sabemos de sobra que los acontecimientos importantes de la vida producen conmociones. Pero nos descolocan o cuesta acostumbrarnos. Nos parece que las situaciones se van a prolongar indefinidamente.

El Señor nos dice que así como interpretamos los signos de la naturaleza (transformación de las plantas, cambios de estaciones del año o proximidad de un vendaval), debemos atrevernos a interpretar los signos de Dios, sus señales. No para que tengamos miedo sino para sintonizar con Él.

Todo cambia. Ni el universo escapa a su transformación. Y esta situación nos pone en lo más profundo y auténtico de nuestra realidad humana de seres inacabados. Mujeres y hombres que vamos cambiando a lo largo de la vida. Un camino que alcanza su plenitud en la presencia de Dios.

Sólo Dios permanece, siempre Dios, siempre bueno, siempre Padre, siempre amigo de todo hombre y de toda mujer. Una gran santa llegó a formularlo de esta manera: “Fiel y rico en promesas, Dios no se muda” (Sta. Teresa).

Cuando en la tierra haya estremecimientos, se muevan los fundamentos, haya crisis, incluso las crisis personales, el Señor vendrá a buscarnos, a reunirnos, a llenarnos de su fortaleza y a hacernos sentir que aunque todo se complique o se derrumbe, ahí permanece Él, siempre fiel, siempre salvador.

Quien se pregunte con verdad sobre su destino o ¿a dónde iremos a parar tras cualquier tribulación o problema? la respuesta será siempre “a Cristo resucitado”. Él es nuestro lugar de encuentro. Somos hechura de las manos de Dios y nuestro corazón andará inquieto hasta que encuentre en Él su descanso (S. Agustín). Ninguno quedará desamparado. Esta es nuestra esperanza.

Puedo terminar la Homilía con este texto.

Tú, Señor, Eres Mi Refugio

Señor, mi destino está en tus manos. Mantenme junto a Ti. Contigo jamás sucumbiré. Protégeme, Dios mío, que me refugio en Ti.

Tú no me abandonas en el abismo, no me desamparas, ni dejas que sufra yo la corrupción. Protégeme, Dios mío, que me refugio en Ti.

En Ti se alegra mi corazón, exultan mis entrañas y todo mi ser descansa tranquilo. Protégeme, Dios mío, que me refugio en Ti.

Tú me enseñas la senda de la vida, me llenas de gozo, de felicidad eterna en tu presencia. Protégeme, Dios mío, que me refugio en Ti. (Cf. Salmo 15)

Agradecemos la colaboración de los Padres Jesuitas EPIFANIO LABRADOR, JOTA PEÑALBA, ALEJANDRO GOÑI, ALBERTO GARCÍA-PASCUAL, LUIS MANUEL DE LA ENCINA (Loyola), LARRY SEARLES (Puerto Rico - traducción al Inglés) y al Hermano Jesuita CELSO FLACH (Brasil Meridional - traducción al Portugués). Equipo CEP-Venezuela www.cepvenezuela.com

Nadie sabe el día

Evangelio del  Domingo XXXIII del Tiempo Ordinario /B (Mc 13,24-32)

En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: “Cuando lleguen aquellos días, después de la gran tribulación, la luz del sol se apagará, no brillará la luna, caerán del cielo las estrellas y el universo entero se conmoverá. Entonces verán venir al Hijo del hombre sobre las nubes con gran poder y majestad. Y él enviará a sus ángeles a congregar a sus elegidos desde los cuatro puntos cardinales y desde lo más profundo de la tierra a lo más alto del cielo.

Entiendan esto con el ejemplo de la higuera. Cuando las ramas se ponen tiernas y brotan las hojas, ustedes saben que el verano está cerca. Así también, cuando vean ustedes que suceden estas cosas, sepan que el fin ya está cerca, ya está a la puerta. En verdad que no pasará esta generación sin que todo esto se cumpla. Podrán dejar de existir el cielo y la tierra, pero mis palabras no dejarán de cumplirse. Nadie conoce el día ni la hora. Ni los ángeles del cielo ni el Hijo; solamente el Padre”.


El mejor conocimiento del lenguaje apocalíptico, construido de imágenes y recursos simbólicos para hablar del fin del mundo, nos permite hoy escuchar el mensaje esperanzador de Jesús, sin caer en la tentación de sembrar angustia y terror en las conciencias.

Un día la historia apasionante del ser humano sobre la tierra llegará a su final. Esta es la convicción firme de Jesús. Esta es también la previsión de la ciencia actual. El mundo no es eterno. Esta vida terminará. ¿Qué va a ser de nuestras luchas y trabajos, de nuestros esfuerzos y aspiraciones.

Jesús habla con sobriedad. No quiere alimentar ninguna curiosidad morbosa. Corta de raíz cualquier intento de especular con cálculos, fechas o plazos. "Nadie sabe el día o la hora...,sólo el Padre". Nada de psicosis ante el final. El mundo está en buenas manos. No caminamos hacia el caos. Podemos confiar en Dios, nuestro Creador y Padre.

Desde esta confianza total, Jesús expone su esperanza: la creación actual terminará, pero será para dejar paso a una nueva creación, que tendrá por centro a Cristo resucitado. ¿Es posible creer algo tan grandioso? ¿Podemos hablar así antes de que nada haya ocurrido?

Jesús recurre a imágenes que todos pueden entender. Un día el sol y la luna que hoy iluminan la tierra y hacen posible la vida, se apagarán. El mundo quedará a oscuras. ¿Se apagará también la historia de la Humanidad? ¿Terminarán así nuestras esperanzas?

Según la versión de Marcos, en medio de esa noche se podrá ver al"Hijo del Hombre", es decir, a Cristo resucitado que vendrá "con gran poder y gloria". Su luz salvadora lo iluminará todo. Él será el centro de un mundo nuevo, el principio de una humanidad renovada para siempre.

Jesús sabe que no es fácil creer en sus palabras. ¿Cómo puede probar que las cosas sucederán así? Con una sencillez sorprendente, invita a vivir esta vida como una primavera. Todos conocen la experiencia: la vida que parecía muerta durante el invierno comienza a despertar; en las ramas de la higuera brotan de nuevo pequeñas hojas. Todos saben que el verano está cerca.

Esta vida que ahora conocemos es como la primavera. Todavía no es posible cosechar. No podemos obtener logros definitivos. Pero hay pequeños signos de que la vida está en gestación. Nuestros esfuerzos por un mundo mejor no se perderán. Nadie sabe el día, pero Jesús vendrá. Con su venida se desvelará el misterio último de la realidad que los creyentes llamamos Dios.

José Antonio Pagola