miércoles, 14 de agosto de 2013

SIN FUEGO NO ES POSIBLE



Evangelio
(Lc 12,49-53)

En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: “He venido a traer fuego a la tierra ¡y cuánto desearía que ya estuviera ardiendo! Tengo que recibir un bautismo ¡y cómo me angustio mientras llega!

¿Piensan acaso que he venido a traer paz a la tierra? De ningún modo. No he venido a traer la paz, sino la división. De aquí en adelante, de cinco que haya en una familia, estarán divididos tres contra dos y dos contra tres. Estará dividido el padre contra el hijo, el hijo contra el padre, la madre contra la hija y la hija contra la madre, la suegra contra la nuera y la nuera contra la suegra”.

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SIN FUEGO NO ES POSIBLE

En un estilo claramente profético, Jesús resume su vida entera con unas palabras insólitas: "He venido a traer fuego a la tierra, y como quisiera que ya estuviera ardiendo!". ¿De qué está hablando Jesús? El carácter enigmático de su lenguaje conducte a los exegetas a buscar la respuesta en diferentes direcciones. En cualquier caso, la imagen del "fuego" nos está invitando a acercarnos a su misterio de manera más ardiente y apasionada.
El fuego que quema en su interior es la pasión por Dios y la compasión por los que sufren. Nunca podrá ser revelado este amor insondable que anima su vida entera. Su misterio no quedará nunca encerrado en fórmulas dogmáticas ni en libros de sabios. Nadie escribirá un libro definitivo sobre él. Jesús atrae y quema, turba y purifica. Nadie podrá seguir con el corazón apagado o con piedad aburrida.
Su palabra hace arder los corazones. Se ofrece amistosamente a los más excluidos, despierta la esperanza en las prostitutas y la confianza en los pecadores más despreciados, lucha contra todo lo que hace daño al ser humano. Combate los formalismos religiosos, rigorismo inhumanos y las interpretaciones estrechas de la ley. Nada ni nadie puede encadenar su libertad para hacer el bien. Nunca podremos seguir viviendo en la rutina religiosa o el convencionalismo de lo "correcto".
Jesús enciende los conflictos, no los apaga. No ha venido a traer falsa tranquilidad, sino tensiones, enfrentamiento y divisiones. En realidad, introduce el conflicto en nuestro propio corazón. No es posible defenderse de su llamada detrás del escudo de ritos religiosos o prácticas sociales. Ninguna religión nos protegerá de su mirada. Ningún agnosticismo no nos librará de su desafío. Jesús nos está llamando a vivir en verdad y a amar sin egoísmos.
Su fuego no ha quedado apagado al sumergirse en las aguas profundas de la muerte. Resucitado a una vida nueva, su Espíritu sigue ardiendo a lo largo de la historia. Los primeros seguidores lo sienten arder en sus corazones cuando escuchan sus palabras mientras camina a su lado.
¿Donde es posible sentir hoy este fuego de Jesús? ¿Donde podemos experimentar la fuerza de su libertad creadora? ¿Quema nuestros corazones cuando acogemos su Evangelio? ¿Donde se vive de manera apasionada siguiendo sus pasos? Aunque la fe cristiana parece extinguirse hoy entre nosotros, el fuego traído por Jesús al mundo sigue ardiendo bajo las cenizas. No podemos dejar que se apague. Sin fuego en el corazón no es posible seguir a Jesús.
José Antonio Pagola

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