miércoles, 4 de abril de 2012

“Ustedes deben lavarse los pies unos a otros”


Jueves Santo – Ciclo B (Juan 13, 1-15)

Antes de la fiesta de la Pascua, sabiendo Jesús que había llegado la hora de pasar de este mundo al Padre y habiendo amado a los suyos, que estaban en el mundo, los amó hasta el extremo.

En el transcurso de la cena, cuando ya el diablo había puesto en el corazón de Judas Iscariote, hijo de Simón, la idea de entregarlo, Jesús, consciente de que el Padre había puesto en sus manos todas las cosas y sabiendo que había salido de Dios y a Dios volvía, se levantó de la mesa, se quitó el manto y tomando una toalla, se la ciñó; luego echó agua en una jofaina y se puso a lavarles los pies a los discípulos y a secárselos con la toalla que se había ceñido.

Cuando llegó a Simón Pedro, éste le dijo: “Señor, ¿me vas a lavar tú a mí los pies?” Jesús le replicó: “Lo que estoy haciendo tú no lo entiendes ahora, pero lo comprenderás más tarde”. Pedro le dijo: “Tú no me lavarás los pies jamás”. Jesús le contestó: “Si no te lavo, no tendrás parte conmigo”. Entonces le dijo Simón Pedro: “En ese caso, Señor, no sólo los pies, sino también las manos y la cabeza”. Jesús le dijo: “El que se ha bañado no necesita lavarse más que los pies, porque todo él está limpio. Y ustedes están limpios, aunque no todos”. Como sabía quién lo iba a entregar, por eso dijo: “No todos están limpios”.

Cuando acabó de lavarles los pies, se puso otra vez el manto, volvió a la mesa y les dijo: “¿Comprenden lo que acabo de hacer con ustedes? Ustedes me llaman Maestro y Señor, y dicen bien, porque lo soy. Pues si yo, que soy el Maestro y el Señor, les he lavado los pies, también ustedes deben lavarse los pies los unos a los otros. Les he dado ejemplo, para que lo que yo he hecho con ustedes, también ustedes lo hagan”.


La semana santa es un tiempo de "celebración", de "hacer memoria", de revivir en nosotros la historia de la salvación. Y la Iglesia se sirve fundamentalmente de símbolos y palabras... Nos ha presentado hoy tres lecturas que recogen tres gestos, tres símbolos, tres señales claras de la acción de Dios en nuestra historia. Vamos a reflexionar brevemente, con la ayuda de las lecturas, en tres momentos: 1) Mirar al pasado: Lo que ha hecho Dios por nosotros. 2) Mirar el presente: Lo que hace Dios con nosotros. 3) Mirar hacia futuro: Lo que Dios nos invita a hacer por los demás.

Mirar al pasado: Lo que ha hecho Dios por nosotros... La primera imagen que me parece que puede ayudarnos es la imagen de muchas catedrales o iglesias de los pueblos españoles, que han sido construidas sobre las ruinas de otros templos... La Catedral de Córdoba, está sembrada en medio de la antigua Mezquita musulmana; y ésta a su vez, está sembrada sobre una antigua iglesia medieval; que, seguramente, a su vez, estará sembrada sobre un templo romano o un templo celtíbero... Muchas de las iglesias de los pueblos latinoamericanos están construidas sobre los antiguos templos indígenas...

La fiesta del jueves santo está también sembrada sobre una gran tradición anterior; sin ella, lo que vemos hoy, no sería comprensible, no tendría una explicación completa. Como los niños que se suben a los hombros de sus padres para ver pasar el desfile, así nosotros estamos subidos sobre los hombros de una gran fiesta judía: la fiesta de la liberación del pueblo esclavo en Egipto; fiesta de salida, de éxodo, fiesta de PASCUA. Un cordero compartido como señal de alianza... Una cena que protege del exterminio... Una fiesta que señala el camino de la tierra prometida... Una mesa que hace hermanos para la libertad...

Esta es la fiesta de la Pascua judía; esta es la fiesta que Jesús y sus amigos celebraron aquella noche del primer Jueves santo; noche en el que la luna llena, como hoy, alumbraba la noche fría de Jerusalén y acompañaba la oración de todo el pueblo. Eso es lo que Dios ha hecho por nosotros; no podemos olvidar las acciones del Señor en nuestras vidas; su paso por la historia de nuestros pueblos, familias, su acción salvadora, liberadora, transformadora. Esta libertad es un signo, un símbolo, un gesto del amor infinito que Dios nos tiene; Dios quiere la libertad para su pueblo y lo invita a caminar hacia la tierra prometida.

Y delante de esta imagen de la Cena Pascual; delante del cordero que compartían los israelitas para hacer memoria de su liberación; delante de esto que ha hecho Dios para nosotros, podríamos preguntarnos hoy, ¿Qué hemos hecho nosotros por el Señor? ¿Qué hemos hecho nosotros por la liberación de nuestros pueblos? ¿Qué he hecho yo por Cristo a lo largo de mi vida, a lo largo de mi historia personal? ¿Qué hemos hecho por este Cristo que está esclavizado, que sufre, que padece también hoy en nuestros hermanos más débiles?

Mirar el presente: Lo que hace Dios con nosotros... La segunda lectura nos presenta el texto más antiguo en el que se narra la institución de la Eucaristía; Pablo comparte con sus comunidades ese don precioso que recibió en tradición y que recoge la entrega plena de Jesús. «Jesús, la noche en que iban a entregarlo...» Jesús cena con sus discípulos y les deja la misión de repetir el gesto y, sobre todo, lo que significa el gesto; cuando Jesús dice: «haced esto en memoria mía...», no sólo se refiere al partir el pan y compartir la copa... también se refiere a la entrega definitiva de su Cuerpo y de su Sangre... Quiere compartir con nosotros su cuerpo y su sangre para que nosotros hagamos lo mismo por nuestros hermanos, como señal de la nueva alianza...

Hoy, repetimos ese gesto sencillo y grandioso de la entrega de Jesús en la eucaristía. Y ante este signo de la nueva alianza, podemos preguntarnos nosotros también: ¿Que hacemos por Cristo? ¿Qué hacemos actualmente como entrega de nuestro cuerpo y de nuestra sangre? ¿Qué hago yo por ese Cristo que sigue padeciendo hoy también y me sigue llamando a una entrega total en mis hermanos?

Mirar hacia el futuro: Lo que Dios nos invita a hacer por los demás… La lectura del Evangelio y el gesto del lavatorio de los pies, que vamos a hacer en seguida, nos coloca frente a una invitación que el Señor nos hace: «también vosotros debéis lavaros los pies unos a otros». “Una imagen vale más que mil palabras”. “El amor se ve más claro en las obras que en las palabras”. “Obras son amores y no buenas razones”. Jesús hace eco de la sabiduría popular que da más importancia a las obras que a las palabras; frente a sus discípulos, Jesús deja a un lado los discursos y pasa a la acción; no se contenta con invitarlos a amarse unos a otros, sino que quiere dar ejemplo, quiere enseñarles con sus obras la manera de servir... El servicio de Jesús es un servicio humilde, agachado, sencillo, pobre...

De nuevo, podríamos preguntarnos hoy por nuestro amor hacia los demás, por el servicio que nos invita a prestar el Señor a nuestros hermanos... Ya no sólo nos preguntamos por lo que hemos hecho, o por lo que hacemos; ahora nos tenemos que preguntar: ¿Qué tengo que hacer por Cristo? ¿Qué vamos a hacer ante nuestros hermanos para manifestarles nuestro amor? ¿Cómo contarle a los esposos o esposas, a los hijos e hijas, a los vecinos, a los ancianos, a los enfermos, a los que tienen hambre y sed, a los que están en las cárceles, a los que vienen de lejos buscando una vida mejor, a los más pobres y débiles, que también nosotros los amamos hasta el extremo?

En resumen, hoy que el Señor nos recuerda lo que ha hecho, lo que hace y lo que nos invita a hacer, debemos llevarnos tres preguntas para meditar en nuestro corazón: ¿Qué he hecho por Cristo? ¿Qué hago por Cristo? y ¿Qué tengo que hacer por Cristo?

Nadie sabe la respuesta del otro; nadie puede decirle a otro lo que ha hecho, lo que hace, o lo que debe hacer... Cada uno tiene que sentarse ante el Señor y dejar que él mismo nos vaya inspirando las respuestas. Esta puede ser la pregunta que llevemos esta noche a la Hora santa para conversar en la intimidad con el Señor.

Hermann Rodríguez Osorio, S.J. Sacerdote jesuita, Decano académico de la Facultad de Teología de la Pontificia Universidad Javeriana – Bogotá

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