viernes, 30 de marzo de 2012

Domingo de Ramos


Lectura del santo Evangelio según san Marcos (Mc 11, 1-10)
Gloria a ti, Señor

Cuando Jesús y los suyos iban de camino a Jerusalén, al llegar a Betfagé y Betania, cerca del monte de los Olivos, les dijo a dos de sus discípulos: “Vayan al pueblo que ven allí enfrente; al entrar, encontrarán amarrado un burro que nadie ha montado todavía. Desátenlo y tráiganmelo. Si alguien les pregunta por qué lo hacen, contéstenle: ‘El Señor lo necesita y lo devolverá pronto’”. Fueron y encontraron al burro en la calle, atado junto a una puerta, y lo desamarraron. Algunos de los que allí estaban les preguntaron: “¿Por qué sueltan al burro?” Ellos les contestaron lo que había dicho Jesús y ya nadie los molestó.

Llevaron el burro, le echaron encima los mantos y Jesús montó en él. Muchos extendían su manto en el camino, y otros lo tapizaban con ramas cortadas en el campo. Los que iban delante de Jesús y los que lo seguían, iban gritando vivas: “¡Hosanna! ¡Bendito el que viene en nombre del Señor! ¡Bendito el reino que llega, el reino de nuestro padre David! ¡Hosanna en el cielo!”.

Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús.

Datos del autor: José Luis Cortés nació en Málaga, y tenía 17 años cuando comenzó el Concilio Vaticano II. Sus estudios con la Congregación Salesiana lo llevaron primero a Puerto Rico, luego a la República Dominicana y, finalmente, a Italia. Sin embargo, la ordenación sacerdotal la recibió como sacerdote secular, y durante unos años ejerció el ministerio en la parroquia de San Atanasio, en el barrio de Tetuán, de Madrid.

En 1981 empezó a trabajar en un gran grupo editorial, en el que desarrolló distintas responsabilidades, y con el cual también tuvo ocasión de trabajar con una compañía francesa y, más tarde, durante seis años, viviendo en Italia. En este grupo obtuvo la jubilación.

Sus primeros dibujos se publicaron en la revista “Vida Nueva” en 1975, y de 1976 data su primer libro de cómics, “¡Qué bueno que viniste!”, al que han seguido otros cuantos hasta el último, “Pablo, el de los pueblos”.

Inscripciones ignacianas en una cueva de Manresa


Un excursionista ha descubierto unas inscripciones religiosas en una cueva, grande y profunda, que se encuentra situada al otro lado del río en referencia a donde se halla el edificio neoclásico de la Cueva de San Ignacio de Loyola. Toni Fernández, que se conoce la Anella Verda de Manresa al dedillo, se aventuró a inspeccionar la entrada de una cueva. Allí descubrió, marcadas en la entrada, unas inscripciones que le llamaron la atención y que tienen un aire religioso. Después de comentarlo con algunos amigos decidió ponerse en contacto con La Cova de Sant Ignasi, uno de los centros jesuitas más importantes del mundo y que se levantó justo en la cueva donde el santo escribió sus ejercicios espirituales, que dan sentido a la comunidad religiosa.

Esta misma semana, el jesuita Xavier Malloni y el gerente dela Fundació La Cova, Pol Valero, han visitado el espacio para hacer la primera inspección ocular de las inscripciones. Valero ya ha anunciado que “deberemos estudiar detenidamente las inscripciones, pero lo que sí está claro es que tienen un claro sentido religioso e ignaciano, aunque con la primera inspección no podemos saber en qué época fueron hechas”. Los símbolos son claros: un crismón, un símbolo en forma de pez, un típico signo ignaciano AMDG (A mayor Gloria de Dios) y un cuadrado “que a simple vista es más difícil de identificar su sentido”, asegura Valero.

Después de la primera inspección, desde la Cova ya se han puesto en contacto con el Ayuntamiento de Manresa que “aplicará el protocolo que merece este caso”, según palabras del regidor de cultura, Joan Calmet. Técnicos municipales se dirigirán a la cueva para hacer las primeras valoraciones.

Por su parte, Valero, asegura que está documentada la existencia de muchos ermitaños en la ribera del Cardener, como fue el caso de San Ignacio, y que es muy posible “que esta cueva también fuera habitada por un ermitaño y más teniendo en cuenta que hemos podido ver construcciones antiguas de piedra”, que se encuentran en la entrada y en lo más hondo de la cueva. No obstante, Valero reconoce que “es tan profunda que con el frontal que llevábamos y con el agua que había no hemos podido llegar al final”.

El pasado domingo se celebraron los actos de celebración de los 490 años de la estancia de San Ignacio de Loyola en Manresa. La comunidad jesuita y el propio Ayuntamiento de Manresa están preparando ya los actos de celebración de los 500 años de la estancia. De momento ya se ha puesto en marcha el camino ignaciano que une, a pie, Loyola –la ciudad de nacimiento del santo- y Manresa que ha de representar, además, un fuerte impulso turístico para la ciudad. Es por este motivo que el regidor de cultura, Joan Calmet, no esconde su satisfacción por el hallazgo a pesar de mostrarse sumamente cauteloso ante el incipiente descubrimiento.

CARLES JÓDAR, La Vanguardia

El camino del cristiano


B - Domingo de Ramos: Primera: Is 50,4-7; Salmo 22; Segunda: Fil 2,6-11; Evangelio: Mc 14,1 - 15,47

Nexo entre las lecturas

Nos encontramos en el umbral de la semana santa. La liturgia de hoy, con la procesión y la proclamación de la Pasión del Señor, nos introducen en el misterio de Cristo, de su ingreso solemne a Jerusalén y nos preparan para los eventos del triduo pascual. La procesión inicia con la proclamación del evangelio de Marcos y se continúa avanzando por el camino entre aclamaciones con ramos de olivo y palmas, cantos y oraciones.

Celebramos así la entrada triunfal de Jesús en Jerusalén; la entrada del “príncipe de la paz”, pero entrada que esconde también los trágicos acontecimientos de la pasión. La procesión nos habla de nuestro caminar por la vida, nos dice de un “avanzar”, de un progresar” sin solución de continuidad. Nuestra vida pasa y nosotros pasamos con ella. Hombres y mujeres “viatores”, peregrinos, viajeros, que no tenemos aquí nuestra patria definitiva.

En este caminar nos precede y nos guía la cruz de Cristo. Ella es la que da sentido a nuestro acontecer, porque en ella está la salvación. La procesión de este domingo posee, ciertamente, un carácter festivo. Festivos son los atuendos que se tienden por el camino, festivos son los cantos de los viandantes, festivos son los niños y monaguillos que aquí y allá agitan sus ramos, a veces ajenos al misterio que se esconde. Festivos y solemnes son los ornamentos litúrgicos del celebrante. Festivo es, en fin, el caminar de toda la asamblea “con cantos e himnos inspirados”.

La celebración eucarística que tiene lugar en el templo posee un tono diverso: más solemne, más reposado, más misterioso, más contemplativo. Explica claramente cuál es el reinado de ese Cristo que acaba de entrar a Jerusalén. Se proclama la pasión según san Marcos. Evangelio sencillo, claro, diáfano, esencial. Nuestra contemplación va pues a Cristo que sufre, particularmente en el huerto de los olivos. La lectura del profeta Isaías nos introduce aún más en el misterio del siervo de Yahveh que, humillado, sabe obedecer.

Mensaje doctrinal

a) Perspectiva cristológica del evangelio de Marcos: el Cristo que padece es el que ha aceptado la misión que el Padre le ha encargado y las consecuencias de la misma.

Se han definido los evangelios como “relatos de la pasión precedidos de una larga introducción”; si esto se aplica a los evangelistas en general, de un modo especial se aplica a Marcos. Toda la segunda parte del evangelio de san Marcos, desde los acontecimientos de Cesarea de Filipo, se orientan hacia la pasión. Aquí encuentran lugar los tres anuncios de los sufrimientos que Cristo debe padecer en Jerusalén.

Así pues, en este ciclo B, tenemos la oportunidad de contemplar el misterio de la cruz de Cristo en sus rasgos más esenciales y profundos. El lenguaje del evangelista no tiene tonos patéticos. Narra las cosas con sencillez. Algunos pasajes que la tradición popular ha meditado detenidamente como la flagelación y la fijación de los clavos, son tocados sólo de paso. Su meditación se dirige más bien a comprender las razones secretas que condujeron a la condena de Jesús, y al misterio de que el Hijo de Dios tuviera que aceptar aquel tormento.

“La dimensión profunda de sus dolores se manifiesta sobre todo en el huerto de los olivos, en el que Jesús atraviesa de antemano los abismos de la agonía con un sacudimiento psíquico, y se da a conocer una vez más en su última palabra sobre la cruz que expresa su infinito desamparo y su aparente lejanía de Dios”. (Schnackenburg Rudolf, El evangelio según san Marcos Herder, Barcelona 3 ed. 1980, p.232),

El evangelio trata de comprender lo que acontece a la luz de la profecía bíblica que se cumple en Cristo, y que Cristo mismo quiere libremente llevar a efecto. No se trata de exponer la pasión como una narración histórica, aunque no falta tampoco este elemento, sino más bien, se consideran los acontecimientos desde la voluntad salvífica de Dios. Se ve la pasión como un conflicto necesario en el que Jesús se ha metido a causa de la fidelidad a su misión y de las exigencias de la misma. Jesús no se echa atrás. Era consciente de que su fidelidad al Padre y a su amor a los hombres tendrían como final la oblación total de sí mismo.

Para san Marcos el Cristo que padece es aquel que ha aceptado el camino de sufrimiento que le ha sido asignado (14,21.41), es el Hijo del hombre que vendrá una vez entre las nubes del cielo (14,62) y el hijo obediente al Padre (14,36), que después de su muerte será reconocido como “Hijo de Dios” (15,39). Pero también en el relato de la pasión Cristo es presentado como el justo perseguido y como un mártir que sufre el tormento.

b) La dimensión profunda del dolor de Cristo que se manifiesta en el huerto de los olivos.

De entre los diversos temas que aparecen en la pasión quisiéramos ahora centrarnos en los sufrimientos de Jesús en Getsemaní. La oración de Jesús en el huerto ha impresionado siempre profundamente a la Iglesia. Esto fue también verdadero en la iglesia primitiva. Su terrible agonía la describe ya la carta a los hebreos (5,7s), y hasta Juan, que ve la pasión bajo el signo de la glorificación, considera indirectamente la agonía de Jesús en el huerto con un eco particular: Ahora mi alma está turbada. Y ¿que voy a decir? ¡Padre, líbrame de esta hora! Pero ¡si he llegado a esta hora para esto! (Jn 12,27).

Vemos a Jesús que se retira y en oración a su Padre que llegue el momento del prendimiento. “Es la hora de Jesús”. El Hijo del hombre entra en absoluta soledad en la que ora al Padre. Su actitud recuerda la oración en el desierto (1,13), y más aún, recuerda su oración en un lugar solitario al inicio de su ministerio público (1,35). Entonces oró de madrugada pidiendo claridad para el camino, ahora en plena noche para hacer frente al fin.

Toma a sus discípulos de más confianza. Le invade una angustia pavorosa. Estos hombres, los más cercanos a Jesús, deben tener conocimiento de este profundo abatimiento, así como lo tuvieron de su glorificación en la transfiguración. Deben dar testimonio a las futuras generaciones de la lucha, de la tristeza, de la oración de Cristo en Getsemaní.

“La angustia mortal de Jesús se expresa y reviste con la palabra de un salmo: mi alma está triste Sal 46,6.12; Sal 43,5. Pero Jesús añade algo más hasta la muerte. No porque quisiese morir, sino por lo intenso del dolor.

En Marcos no se dice que Jesús busque el consuelo humano. Se afirma, en cambio, que sus discípulos deben velar. No en el sentido de asechar, o de anunciar cualquier cosa sospechosa, o de rechazar a un enemigo, como Pedro lo haría más adelante. No. Deben velar, es decir, deben orar y vigilar porque el enemigo está a las puertas. El cristiano se debe preparar en la oración para el combate espiritual. Se trata de la vigilancia interior a la hora de la crisis.

Para Marcos Cristo ora, sufre y lucha a solas, sin la compañía de sus discípulos, a solas con su Padre. Por eso, Jesús se retira un poco más, alejado incluso de los apóstoles de más confianza. Se postra en el suelo y ora. Así lo habían hecho también los grandes varones del Antiguo Testamento Abraham (Gen 22,5) y Moisés (Ex 24,12-18).

Sugerencias pastorales

a) El camino del cristiano: un camino que reproduce el misterio de Cristo.

Nuestra vida es un caminar continuo. Estamos inmersos en el tiempo y vamos ascendiendo hacia la “Jerusalén del cielo”. Dentro de la existencia humana los padecimientos de Jesús son inevitables; pero en el seguimiento de Jesús son también superables, pues nos invitan a una profundidad y plenitud de vida a la que el hombre íntimamente aspira. Todos aspiramos a una vida plena, pero el paso del tiempo parece arrebatarnos esa plenitud. Abramos los ojos y veamos que con Cristo y en Cristo, ese avanzar por la vida se convierte en un camino de plenitud, de íntima y alegre realización.

Hay momentos en la vida en el que nos llega el cansancio ante la lucha por el bien. Estamos por soltar las armas. Estamos a punto de rendirnos y abandonarnos al mejor postor. “¡No puedo más. Me abandono!” Non ce la faccio più , Je ne peux plus. Que no nos sorprenda el dolor y las dificultades de la vida: son camino de salvación. Que no nos desanime la vejez, la enfermedad, las desgracias naturales, las guerras... hemos de caminar e instaurar el Reino de Cristo, a pesar del mal que parece rodearnos. Por encima del mal y del pecado, está el amor de Dios en Cristo Jesús. No dejemos de caminar. Quizá en esos momentos nos conviene repetir la oración que compuso Romano Guardini para aquellas horas que no pasan:

Dios viviente
Nosotros creemos en Ti.
Enséñanos a comprender
la hora en la que parece
que Tú nos has abandonado,
Tú, que eres la fidelidad eterna....

Dios viviente, nosotros creemos en Ti.
Danos la fuerza para resistir
Cuando todo se hace vano a nuestro alrededor.

Padre, nosotros creemos en Ti,
Porque aquello que nosotros llamamos mundo,
Es obra de tus manos. Tú lo has modelado,
Has querido que existiese y sólo de Ti
Recibe su duración y su esplendor.
Tú guías todas las cosas.
Tú guías también nuestra pequeña vida.
La guías en el misterio de tu silencioso gobierno.
Nosotros debemos confiarnos totalmente sólo de tu amor.
Tu magnanimidad ha querido tener necesidad de nosotros,
Tú has puesto el mundo que creaste, y es tuyo,
en nuestras manos,
Tú quieres que pensemos con tus pensamientos
Y que obremos de acuerdo con tus decretos.

Cristo Jesús,
Redentor del mundo,
que volviste al Padre, cuando "todo fue cumplido".
Tú te sientas a la derecha del Padre en el trono de la gloria,
Y esperas la hora en la que volverás con poder
Para juzgar vivos y muertos.
Nosotros creemos en Ti.
Enséñanos a ofrecer en el abandono,
la fe que esta hora espera de nosotros,
Porque que parece que tu luz ya no luce,
Y, sin embargo, ella brilla más que nunca en la obscuridad.
Tú has redimido todo en el misterio de tu amor,
Lo has redimido todo en tu obediencia,
Que es tan grande como el mandato de tu Padre.
Haz que Tu amor por nosotros no sea vano.

Espíritu Santo,
Enviado a nosotros,
Que habitas en nosotros,
a pesar de que los espacios hacen ecos vacíos,
Como si Tú estuvieras lejano.
En tus manos están todos los tiempos.
Tú ejercitas tu poder en el misterio del silencio
Y Tú llevarás a término todas las cosas.
Por ello, nosotros creemos en el mundo futuro, (en la vida eterna)
¡Y lo esperamos!
¡Enséñanos a esperar en la esperanza!
Haznos partícipes del mundo futuro
A fin de que en nosotros
encuentre cabal cumplimiento la promesa de la gloria eterna.


b) La oración en el momento de Crisis: no dejar a Cristo solo.

En la carta Nuovo millenio ineunte, el Papa dice: “Pasa ante nuestra mirada la intensidad de la escena de la agonía en el huerto de los Olivos. Jesús, abrumado por la previsión de la prueba que le espera, solo ante Dios, lo invoca con su habitual y tierna expresión de confianza: « ¡Abbá, Padre! ». Le pide que aleje de él, si es posible, la copa del sufrimiento (cf. Mc 14,36). Pero el Padre parece que no quiere escuchar la voz del Hijo. Para devolver al hombre el rostro del Padre, Jesús debió no sólo asumir el rostro del hombre, sino cargarse incluso del « rostro » del pecado. « Quien no conoció pecado, se hizo pecado por nosotros, para que viniésemos a ser justicia de Dios en él » (2 Co 5,21).

Nunca acabaremos de conocer la profundidad de este misterio. Es toda la aspereza de esta paradoja la que emerge en el grito de dolor, aparentemente desesperado, que Jesús da en la cruz: « "Eloí, Eloí, lema sabactaní?" —que quiere decir— "¡Dios mío, Dios mío! ¿por qué me has abandonado?" » (Mc 15,34). ¿Es posible imaginar un sufrimiento mayor, una oscuridad más densa? En realidad, el angustioso « por qué » dirigido al Padre con las palabras iniciales del Salmo 22, aun conservando todo el realismo de un dolor indecible, se ilumina con el sentido de toda la oración en la que el Salmista presenta unidos, en un conjunto conmovedor de sentimientos, el sufrimiento y la confianza. En efecto, continúa el Salmo: « En ti esperaron nuestros padres, esperaron y tú los liberaste... ¡No andes lejos de mí, que la angustia está cerca, no hay para mí socorro!».

Cristo nos devuelve el rostro del Padre, ¡qué misericordia ha tenido el Señor con nosotros! ¡Que nadie, pues, se quede sin recibir este abrazo del Padre. En nuestras horas oscuras, cuando sintamos el cansancio de la fe, cuando todo nos parezca obscuro y la angustia haga presa de nuestros miembros, veamos a Jesús en Getsemaní, y digámosle con sincero corazón: ¡no te dejo solo! ¡No, no te dejo solo en tu lucha por la salvación de las almas! Salgamos de esa oración con el alma ardiente y dispuesta a seguir luchando por Cristo y sus intereses. No reduzcamos nuestra misión cristiana a nuestras pobres miradas, cuando Cristo nos pide estar con Él en lo más duro de la batalla.

Autor: P. Octavio Ortíz | Fuente: Catholic.net

martes, 27 de marzo de 2012

Identificado con las víctimas


Evangelio (Mc 14,1—15,47) Pasión de Nuestro Señor Jesucristo según san Marcos, Domingo de Ramos (B)

C. Faltaban dos días para la fiesta de Pascua y de los panes Ázimos. Los sumos sacerdotes y los escribas andaban buscando una manera de apresar a Jesús a traición y darle muerte, pero decían: S. “No durante las fiestas, porque el pueblo podría amotinarse”.

C. Estando Jesús sentado a la mesa, en casa de Simón el leproso, en Betania, llegó una mujer con un frasco de perfume muy caro, de nardo puro; quebró el frasco y derramó el perfume en la cabeza de Jesús. Algunos comentaron indignados: S. “¿A qué viene este derroche de perfume? Podía haberse vendido por más de trescientos denarios para dárselos a los pobres”. C. Y criticaban a la mujer; pero Jesús replicó: † “Déjenla. ¿Por qué la molestan? Lo que ha hecho conmigo está bien, porque a los pobres los tienen siempre con ustedes y pueden socorrerlos cuando quieran; pero a mí no me tendrán siempre. Ella ha hecho lo que podía. Se ha adelantado a embalsamar mi cuerpo para la sepultura. Yo les aseguro que en cualquier parte del mundo donde se predique el Evangelio, se recordará también en su honor lo que ella ha hecho conmigo”.

C. Judas Iscariote, uno de los Doce, se presentó a los sumos sacerdotes para entregarles a Jesús. Al oírlo, se alegraron y le prometieron dinero; y él andaba buscando una buena ocasión para entregarlo.

El primer día de la fiesta de los panes Ázimos, cuando se sacrificaba el cordero pascual, le preguntaron a Jesús sus discípulos: S. “¿Dónde quieres que vayamos a prepararte la cena de Pascua?” C. Él les dijo a dos de ellos: † “Vayan a la ciudad. Encontrarán a un hombre que lleva un cántaro de agua; síganlo y díganle al dueño de la casa en donde entre: ‘El Maestro manda preguntar: ¿Dónde está la habitación en que voy a comer la Pascua con mis discípulos?’ Él les enseñará una sala en el segundo piso, arreglada con divanes. Prepárennos allí la cena”. C. Los discípulos se fueron, llegaron a la ciudad, encontraron lo que Jesús les había dicho y prepararon la cena de Pascua.

Al atardecer, llegó Jesús con los Doce. Estando a la mesa, cenando, les dijo: † “Yo les aseguro que uno de ustedes, uno que está comiendo conmigo, me va a entregar”. C. Ellos, consternados, empezaron a preguntarle uno tras otro: S. “¿Soy yo?” C. Él respondió: † “Uno de los Doce; alguien que moja su pan en el mismo plato que yo. El Hijo del hombre va a morir, como está escrito: pero, ¡ay del que va a entregar al Hijo del hombre! ¡Más le valiera no haber nacido!

C. Mientras cenaban, Jesús tomó un pan, pronunció la bendición, lo partió y se lo dio a sus discípulos, diciendo: † “Tomen: esto es mi cuerpo”. C. Y tomando en sus manos una copa de vino, pronunció la acción de gracias, se la dio, todos bebieron y les dijo: † “Ésta es mi sangre, sangre de la alianza, que se derrama por todos. Yo les aseguro que no volveré a beber del fruto de la vid hasta el día en que beba el vino nuevo en el Reino de Dios”.

C. Después de cantar el himno, salieron hacia el monte de los Olivos y Jesús les dijo: † “Todos ustedes se van a escandalizar por mi causa, como está escrito: Heriré al pastor y se dispersarán las ovejas; pero cuando resucite, iré por delante de ustedes a Galilea”. C. Pedro replicó: S. “Aunque todos se escandalicen, yo no”. C. Jesús le contestó: † “Yo te aseguro que hoy, esta misma noche, antes de que el gallo cante dos veces, tú me negarás tres”. C. Pero él insistía: S. “Aunque tenga que morir contigo, no te negaré”. C. Y los demás decían lo mismo.

Fueron luego a un huerto, llamado Getsemaní, y Jesús dijo a sus discípulos: † “Siéntense aquí mientras hago oración”. C. Se llevó a Pedro, a Santiago y a Juan; empezó a sentir terror y angustia, y les dijo: † “Tengo el alma llena de una tristeza mortal. Quédense aquí, velando”. C. Se adelantó un poco, se postró en tierra y pedía que, si era posible, se alejara de él aquella hora. Decía: † “Padre, tú lo puedes todo: aparta de mí este cáliz. Pero que no se haga lo que yo quiero, sino lo que tú quieres”.

C. Volvió a donde estaban los discípulos, y al encontrarlos dormidos, dijo a Pedro: † “Simón, ¿estás dormido? ¿No has podido velar ni una hora? Velen y oren, para que no caigan en la tentación. El espíritu está pronto, pero la carne es débil”. C. De nuevo se retiró y se puso a orar, repitiendo las mismas palabras. Volvió y otra vez los encontró dormidos, porque tenían los ojos cargados de sueño; por eso no sabían qué contestarle. Él les dijo: † “Ya pueden dormir y descansar. ¡Basta! Ha llegado la hora. Miren que el Hijo del hombre va a ser entregado en manos de los pecadores. ¡Levántense! ¡Vamos! Ya está cerca el traidor”.

C. Todavía estaba hablando, cuando se presentó Judas, uno de los Doce, y con él, gente con espadas y palos, enviada por los sacerdotes, los escribas y los ancianos. El traidor les había dado una contraseña, diciéndoles: S. “Al que yo bese, ése es. Deténgalo y llévenselo bien sujeto”. C. Llegó, se acercó y le dijo: S. “Maestro”. C. Y lo besó. Ellos le echaron mano y lo apresaron. Pero uno de los presentes desenvainó la espada y de un golpe le cortó la oreja a un criado del sumo sacerdote. Jesús tomó la palabra y les dijo: † “¿Salieron ustedes a apresarme con espadas y palos, como si se tratara de un bandido? Todos los días he estado entre ustedes, enseñando en el templo y no me han apresado. Pero así tenía que ser para que se cumplieran las Escrituras”. C. Todos lo abandonaron y huyeron. Lo iba siguiendo un muchacho, envuelto nada más con una sábana, y lo detuvieron; pero él soltó la sábana y se les escapó desnudo.

Condujeron a Jesús a casa del sumo sacerdote y se reunieron todos los pontífices, los escribas y los ancianos. Pedro lo fue siguiendo de lejos, hasta el interior del patio del sumo sacerdote y se sentó con los criados, cerca de la lumbre, para calentarse. Los sumos sacerdotes y el sanedrín en pleno buscaban una acusación contra Jesús para condenarlo a muerte y no la encontraban. Pues, aunque muchos presentaban falsas acusaciones contra él, los testimonios no concordaban. Hubo unos que se pusieron de pie y dijeron: S. “Nosotros lo hemos oído decir: ‘Yo destruiré este templo, edificado por hombres, y en tres días construiré otro, no edificado por hombres’”. C. Pero ni aun en esto concordaba su testimonio. Entonces el sumo sacerdote se puso de pie y le preguntó a Jesús: S. “¿No tienes nada que responder a todas esas acusaciones?” C. Pero él no le respondió nada. El sumo sacerdote le volvió a preguntar: S. “¿Eres tú el Mesías, el Hijo de Dios bendito?” C. Jesús contestó: † “Sí lo soy. Y un día verán cómo el Hijo del hombre está sentado a la derecha del Todopoderoso y cómo viene entre las nubes del cielo”. C. El sumo sacerdote se rasgó las vestiduras exclamando: S. “¿Qué falta hacen ya más testigos? Ustedes mismos han oído la blasfemia. ¿Qué les parece?” C. Y todos lo declararon reo de muerte. Algunos se pusieron a escupirle, y tapándole la cara, lo abofeteaban y le decían: S. “Adivina quién fue”. C. Los criados también le daban de bofetadas.

Mientras tanto, Pedro estaba abajo, en el patio. Llegó una criada del sumo sacerdote, y al ver a Pedro calentándose, lo miró fijamente y le dijo: S. “Tú también andabas con Jesús Nazareno”. C. Él lo negó, diciendo: S. “Ni sé ni entiendo lo que quieres decir”. C. Salió afuera hacia el zaguán, y un gallo cantó. La criada, al verlo, se puso de nuevo a decir a los presentes: S. “Ése es uno de ellos”. C. Pero él lo volvía a negar. Al poco rato, también los presentes dijeron a Pedro: S. “Claro que eres uno de ellos, pues eres galileo”. C. Pero él se puso a echar maldiciones y a jurar: S. “No conozco a ese hombre del que hablan”. C. En seguida cantó el gallo por segunda vez. Pedro se acordó entonces de las palabras que le había dicho Jesús: ‘Antes de que el gallo cante dos veces, tú me habrás negado tres’, rompió a llorar. Luego que amaneció, se reunieron los sumos sacerdotes con los ancianos, los escribas y el sanedrín en pleno, para deliberar. Ataron a Jesús, se lo llevaron y lo entregaron a Pilato. Éste le preguntó: S. “¿Eres tú el rey de los judíos?” C. Él respondió: † “Sí lo soy”. C. Los sumos sacerdotes lo acusaban de muchas cosas. Pilato le preguntó de nuevo: S. “¿No contestas nada? Mira de cuántas cosas te acusan”. C. Jesús ya no le contestó nada, de modo que Pilato estaba muy extrañado.

Durante la fiesta de Pascua, Pilato solía soltarles al preso que ellos pidieran. Estaba entonces en la cárcel un tal Barrabás, con los revoltosos que habían cometido un homicidio en un motín. Vino la gente y empezó a pedir el indulto de costumbre. Pilato les dijo: S. “¿Quieren que les suelte al rey de los judíos?” C. Porque sabía que los sumos sacerdotes se lo habían entregado por envidia. Pero los sumos sacerdotes incitaron a la gente para que pidieran la libertad de Barrabás. Pilato les volvió a preguntar: S. “¿Y qué voy a hacer con el que llaman rey de los judíos?” C. Ellos gritaron: “¡Crucifícalo!” S. Pilato les dijo: “¿Pues qué mal ha hecho?” C. Ellos gritaron más fuerte: S. “¡Crucifícalo!” C. Pilato, queriendo dar gusto a la multitud, les soltó a Barrabás; y a Jesús, después de mandarlo azotar, lo entregó para que lo crucificaran.
Los soldados se lo llevaron al interior del palacio, al pretorio, y reunieron a todo el batallón. Lo vistieron con una manto de color púrpura, le pusieron una corona de espinas que habían trenzado, y comenzaron a burlarse de él, dirigiéndole este saludo: S. “¡Viva el rey de los judíos!”. C. Le golpeaban la cabeza con una caña, le escupían y, doblando las rodillas, se postraban ante él. Terminadas las burlas, le quitaron aquel manto de color púrpura, le pusieron su ropa y lo sacaron para crucificarlo.

Entonces forzaron a cargar la cruz a un individuo que pasaba por ahí de regreso del campo, Simón de Cirene, padre de Alejandro y de Rufo, y llevaron a Jesús al Gólgota (que quiere decir “lugar de la Calavera”). Le ofrecieron vino con mirra, pero él no lo aceptó. Lo crucificaron y se repartieron sus ropas, echando suertes para ver qué le tocaba a cada uno. Era media mañana cuando lo crucificaron. En el letrero de la acusación estaba escrito: “El rey de los judíos”. Crucificaron con él a dos bandidos, uno a su derecha y otro a su izquierda. Así se cumplió la Escritura que dice: Fue contado entre los malhechores.
Los que pasaban por ahí lo injuriaban meneando la cabeza y gritándole: S. “¡Anda” Tú que destruías el templo y lo reconstruías en tres días, sálvate a ti mismo y baja de la cruz”. C. Los sumos sacerdotes se burlaban también de él y le decían: S. “Ha salvado a otros, pero a sí mismo no se puede salvar. Que el Mesías, el rey de Israel, baje ahora de la cruz, para que lo veamos y creamos” C. Hasta los que estaban crucificados con él también lo insultaban.

Al llegar el mediodía, toda aquella tierra se quedó en tinieblas hasta las tres de la tarde. Y a las tres, Jesús gritó con voz potente: † “Eloí, Eloí, ¿lemá sabactaní?” (que significa: Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?). C. Algunos de los presentes, al oírlo, decían: S. “Miren, está llamando a Elías”. C. Uno corrió a empapar una esponja en vinagre, la sujetó a una caña y se la acercó para que bebiera, diciendo: S. “Vamos a ver si viene Elías a bajarlo”. C. Pero Jesús, dando un fuerte grito, expiró.

Entonces el velo del templo se rasgó en dos, de arriba abajo. El oficial romano que estaba frente a Jesús, al ver cómo había expirado, dijo: S. “De veras este hombre era Hijo de Dios”.
C. Había también ahí unas mujeres que estaban mirando todo desde lejos; entre ellas, María Magdalena, María (la madre de Santiago el menor y de José) y Salomé, que cuando Jesús estaba en Galilea, lo seguían para atenderlo; y además de ellas, otras muchas que habían venido con él a Jerusalén.

Al anochecer, como era el día de la preparación, víspera del sábado, vino José de Arimatea, miembro distinguido del sanedrín, que también esperaba el Reino de Dios. Se presentó con valor ante Pilato y le pidió el cuerpo de Jesús. Pilato se extrañó de que ya hubiera muerto, y llamando al oficial, le preguntó si hacía mucho tiempo que había muerto. Informado por el oficial, concedió el cadáver a José. Éste compró una sábana, bajó el cadáver, lo envolvió en la sábana y lo puso en un sepulcro excavado en una roca y tapó con una piedra la entrada del sepulcro. María Magdalena y María, la madre de José, se fijaron en dónde lo ponían.


Ni el poder de Roma ni las autoridades del Templo pudieron soportar la novedad de Jesús. Su manera de entender y de vivir a Dios era peligrosa. No defendía el imperio de Tiberio, llamaba a todos a buscar el reino de Dios y su justicia. No le importaba romper la ley del sábado ni las tradiciones religiosas, solo le preocupaba aliviar el sufrimiento de las gentes enfermas y desnutridas de Galilea.

No se lo perdonaron. Se identificaba demasiado con las víctimas inocentes del imperio y con los olvidados por la religión del templo. Ejecutado sin piedad en una cruz, en él se nos revela ahora Dios, identificado para siempre con todas las víctimas inocentes de la historia. Al grito de todos ellos se une ahora el grito de dolor del mismo Dios.

En ese rostro desfigurado del Crucificado se nos revela un Dios sorprendente, que rompe nuestras imágenes convencionales de Dios y pone en cuestión toda práctica religiosa que pretenda dar culto a Dios olvidando el drama de un mundo donde se sigue crucificando a los más débiles e indefensos.

Si Dios ha muerto identificado con las víctimas, su crucifixión se convierte en un desafío inquietante para los seguidores de Jesús. No podemos separar a Dios del sufrimiento de los inocentes. No podemos adorar al Crucificado y vivir de espaldas al sufrimiento de tantos seres humanos destruidos por el hambre, las guerras o la miseria.

Dios nos sigue interpelando desde los crucificados de nuestros días. No nos está permitido seguir viviendo como espectadores de ese sufrimiento inmenso alimentando una ingenua ilusión de inocencia. Nos hemos de rebelar contra esa cultura del olvido, que nos permite aislarnos de los crucificados desplazando el sufrimiento injusto que hay en el mundo hacia una "lejanía" donde desaparece todo clamor, gemido o llanto.

No nos podemos encerrar en nuestra "sociedad del bienestar", ignorando a esa otra "sociedad del malestar" en la que millones de seres humanos nacen solo para extinguirse a los pocos años de una vida que solo ha sido muerte. No es humano ni cristiano instalarnos en la seguridad olvidando a quienes solo conocen una vida insegura y amenazada.

Cuando los cristianos levantamos nuestros ojos hasta el rostro del Crucificado, contemplamos el amor insondable de Dios, entregado hasta la muerte por nuestra salvación. Si lo miramos más detenidamente, pronto descubrimos en ese rostro el de tantos otros crucificados que, lejos o cerca de nosotros, están reclamando nuestro amor solidario y compasivo.

José Antonio Pagola

1 de abril de 2012

sábado, 24 de marzo de 2012

Dejarme impactar por el Crucificado


Aportes para la HOMILÍA del domingo 25 de Marzo de 2012, 5ª Semana de Cuaresma-Ciclo “B” (JUAN 12, 20-33)

Llegamos a la última semana de Cuaresma y la liturgia nos invita a dejarnos atraer por el Señor. A partir del deseo que tienen unos visitantes griegos de ver a Jesús, se nos plantea hoy que el Crucificado es quien nos atrae hacia Dios.

Para el cristiano, la experiencia de Dios comienza con el deseo de encontrarnos con Jesús. Una atracción que se despierta en lo más profundo de quienes no se conforman con vivir la vida de cualquier manera, sino impactados por algún motivo que dé sustento a su existencia.

El querer de la mujer y del hombre es algo muy sentido. Una fuerza que impulsa a todo ser humano a salir de sí y a dirigirse hacia aquello que le dé la consistencia. Así, el querer es el impulso motivacional que nos lanza a vivir.

Para Jesús, este impulso o fuerza motivadora, es lo que hace posible el verdadero encuentro con las personas y con la vida. Por eso el Señor dice a Felipe y a Andrés: ha llegado la hora de la auténtica gloria del Hombre. Es decir, llegó el momento decisivo, porque, quien se ama a sí mismo, se pierde, pero quien no está centrado en sí mismo ni en el mundo, se gana para la vida plena.

No tendremos vida si vivimos replegados sobre nosotros mismos. Lo más radical del ser humano consiste en experimentarse persona “para y con los demás”. Porque somos como las semillas que, si nos guardamos, quedaremos infecundos. Mientras que cuando nos encontrarnos con los otros, reconociéndolos, amándolos, y hasta dando vida a través de nuestro ser, alcanzamos la fecundidad.

El Crucificado es la ruta que libera la propia libertad. En la Cruz aprendemos que la única posesión que tenemos realmente es aquello que damos, lo que somos capaces de entregar. De ahí que sólo tiene alegría quien hace surgir la alegría en los demás, sólo tiene esperanza quien se atreve a sembrarla a su alrededor, y sólo tiene amor quien ama sin medida.

La fe que propone Jesucristo va más allá de verlo a Él. No es encuentro inmediato con Dios, sino actuación de servicio y seguimiento desinteresados. Jesús lo dirá de forma clara: el que quiera servirme, que me siga, para que donde yo esté, también esté mi servidor. Así será honrado por mi Padre. Por tanto, el encuentro con Dios está mediado por aquel modo de relación que se basa en la generosidad.

Quien se ha encontrado con el Crucificado y con los crucificados de la tierra puede hablar y actuar de forma sensata y fecunda sobre el curso de la vida y sobre el curso del mundo. Con la experiencia de la cruz se puede arrojar el mal, transformar el dolor, irradiar esperanza. La Cruz nos atrae hacia Jesús, nos atrae a la vida y a la salvación.

ATRAÍDOS A TU CRUZ

Eres sol de salvación, buen Jesucristo,
con tu luz, todo mal el hombre espanta;
en tanto que la noche retrocede
y el día sobre el mundo se levanta.

Semilla en tu mano es todo hombre,
sembrada al calor de tu silencio;
mientras graba en su seno bien tu nombre,
para vivir con la fuerza de tu aliento.

Se siente ya la presencia de tu canto,
volviendo a florecer el universo;
la fuente que hasta ayer manó su llanto,
se llena ahora con la luz del firmamento.

Despliega ya tus brazos sobre el mundo,
Cruz de Dios, cruz de verdad y cruz abierta;
así tu sombra hará que el día sea fecundo,
y nuestra vida a tanto amor se vea expuesta.

(Gustavo Albarrán S.J)

viernes, 23 de marzo de 2012

El papa partió para América Latina


En la mañana de este viernes 23 de marzo de 2012 dio comienzo el 23 Viaje Apostólico internacional del santo padre Benedicto XVI, que lo llevó a México, con motivo del 220 aniversario de la Independencia de México, y muchos países latinoamericanos (23-26 de marzo), y a la República de Cuba por el 400 aniversario del hallazgo de la imagen de la Virgen de la Caridad del Cobre (26-28 de marzo).

El avión con el santo padre a bordo –un B777 de Alitalia- partió del aeropuerto internacional Leonardo da Vinci de Roma Fiumicino, a las 9,30 horas. La llegada al aeropuerto internacional de Guanajuato, en León, México, tras cerca de 14 horas de vuelo, estaba prevista para las 16,30 horas locales (las 23,30 horas de Roma).

Poco antes, a la llegada del helicóptero con el que llegó desde el Vaticano, el pontífice fue acogido por el presidente del Consejo de Ministros italiano Mario Monti, quien le acompañó, conversando cordialmente, a los pies de la escalerilla del avión.

Saludaron al papa también los arzobispos Bernardini, nuncio apostólico en Italia, y Harvey, prefecto de la Casa Pontificia, los obispos De Nicolò, regente de la Prefectura, y Reali, ordinario de Porto-Santa Rufina, la diócesis en cuyo territorio se encuentra el aeropuerto romano, los embajadores de Cuba y de Italia ante la Santa Sede Delgado Bermúdez y Greco.

Antes, en el Patio de San Dámaso, tuvo lugar la despedida del papa en presencia de los cardenales Sodano, decano del Colegio Cardenalicio, y Vallini, vicario general para la diócesis de Roma; de los arzobispos Suriani, delegado para las Representaciones pontificias, y del Blanco Prieto, limosnero; de los monseñores Wells, asesor de la Secretaría de Estado, subsecretario para las Realciones con los Estados, y Nwachukwu, jefe de Protocolo; y del decano del cuerpo diplomático ante la Santa Sede, embajador Valladares Lanza. Luego, en el helipuerto vaticano, el pontífice fue despedido por el cardenal Bertello y el obispo Sciacca, respectivamente presidente y secretario general del Gobernatorado.(ZENIT.org)

Benedicto XVI inició ayer su primer viaje a México y Cuba con un mensaje contra la narcoviolencia y de crítica al marxismo. El Papa instó a “desenmascarar la estafa” que representa el narcotráfico y llamó a luchar contra ese “mal destructivo” para la sociedad, pocas horas antes de aterrizar en el aeropuerto de León, en el Estado de Guanajuato. Joseph Ratzinger declaró a los periodistas que le acompañaban en el avión que “hoy es evidente que el comunismo no funciona” en Cuba y que la Iglesia ayudará a la isla a buscar otras formas de avanzar sin “traumas”.

“Hoy es evidente que la ideología marxista en la forma en que fue concebida no se corresponde ya con la realidad”, afirmó el Papa, quien añadió que “nuevos modelos deben ser encontrados con paciencia y de forma constructiva”. Benedicto XVI ofreció la ayuda de la Iglesia “en un espíritu de diálogo que evite traumas y sirva para hacer avanzar a la sociedad” cubana. Su antecesor, Juan Pablo II, visitó la isla en 1998 abriendo el camino de la reconciliación entre la Iglesia y el régimen castrista.

La violencia vinculada al crimen organizado ha causado casi 50.000 muertos desde 2006 y dividido a la sociedad mexicana, mayoritariamente católica. El cartel de Los Caballeros Templarios aceptó el mes pasado la tregua pedida por el arzobispo de León durante la visita papal, mientras que el poeta católico y líder del Movimiento por la Paz, Javier Sicilia, ha criticado el "silencio cómplice" de la jerarquía eclesiástica ante los asesinatos. Sicilia, que ha viajado a Roma para entregar una carta al pontífice, dijo ayer que el Vaticano ha dejado la "puerta abierta" a la posibilidad de que durante sus tres días de estancia en Guanajuato, Ratzinger "se salga del protocolo" y haga "un gesto evangélico" a favor de las víctimas de la violencia. Unos 13.000 efectivos, entre policías y militares, velarán por la seguridad. (El País)

miércoles, 21 de marzo de 2012

El film "Cristiada" presentado en Roma, poco antes del viaje del papa a México


Cuatro días antes de que el papa Benedicto XVI inicie su viaje apostólico a Cuba y México fue presentado este miércoles en Roma el film mexicano Cristiada, que narra los terribles eventos de la guerra civil mexicana (1929–1929), conocida como cristera y cuyos personajes son varios de los beatificados por él y canonizados por Juan Pablo II.

En un auditorio del instituto Patrístico Agustinianum –situado al lado de las columnas del Bernini de Plaza San Pedro– los invitados, mayoritariamente periodistas o relacionados con el mundo de la comunicación y el espectáculo, pudieron apreciar el preestreno del colosal mexicano, en el evento organizado por la agencia H2o y presentado por el mexicano Pablo José Barroso, productor del film y por Jesús Colina actual director de Aleteia.org.

El productor del film señaló a los presentes: “Este domingo el santo padre celebrará la misa en las faldas del cerro Cubilete, donde está la imagen de Cristo Rey, centro geográfico y espiritual de México”. Lo que significa, añadió, “un reconocimiento a todos nuestros mártires que lucharon por la fe y libertad de religión”.

El productor recordó que, entre los personajes del film, uno de los protagonistas principales es un niño, “el beato José Sánchez del Río, que fue martirizado cuando tenía 14 años y beatificado por Benedicto XVI, junto con Anacleto González Flores, Miguel Gómez Loza y los hermanos Vargas”.
“Ustedes los verán en esta película –indicó– y conocerán su historia, como la de Cristobal Magallanes, interpretado por Peter O'Toole, y la del padre José María Robles, canonizados por Juan Pablo II”.

En el cerro del Cubilete, donde hace 90 años, el delegado apostólico, Ernesto Filippi fue a consagrar la primera piedra del monumento a Cristo Rey, lo que le valió la deportación, “ahí mismo el papa a va a celebrar la santa misa con más de cuatrocientas mil personas.

“Con Cristiada queremos que el mundo sepa y nunca olvide a las personas que murieron por Jesús su fe y por defender su libertad de religión. Siempre con las palabras ¡Viva Cristo Rey y la Virgen de Guadalupe!” Y concluyó pidiendo “el apoyo de ustedes y de todas las personas que creen en la libertad para que nos mantengan en los cines”.

El filme será presentado en los cines de México el 20 de abril, en Estados Unidos el 1 de junio, y en septiembre en España. Es la producción mexicana más reciente, realizada por técnicos y talentos del país azteca que puede competir con las mejores en el medio mundial. Lo interpretan actores de fama mundial como Andy García, Peter O’Toole. El film es dirigido por Dean Wright, cuyos efectos especiales fueron famosos en películas como Titanic, El Señor de los Anillos y Crónicas de Narnia, y fue escrito por Michael Love, basándose en eventos históricos y rodada en inglés”.

“Fue más que una coincidencia una Dioscidencia”, le indicó Barroso a ZENIT. “Esta película la planeamos hace tres años. Quién iba a pensar que el papa iba a México y más aún al Cubilete y menos hacer una misa ahí. Todo esto viene del Cielo”.

Nosotros de la Dos Corazones Films, hemos hecho otras tres películas y vemos que a la gente le interesan las historias con valores positivos. Primero hicimos una sobre la historia de la Virgen de Guadalupe, después una sobre La leyenda del sol y también El gran milagro, que estuvo en México primero en taquilla por cinco semanas. Yo no quería hacer más películas pero cuando Dios quiere que algo se dé, es más insistente que nadie y se dio. Él mismo nos inspiró y guió, se encontraron actores muy buenos que nos han funcionado y el resultado lo podemos ver y superaron mis expectativas”.

"Los cristeros son importantes para México y para todo el continente, personas que se entregaron por sus creencias y gracias a ellos logramos tener la libertad de religión que hoy tenemos y un viaje de un papa a México".

El filme, basándose en hechos reales de la guerra cristera, inicia con la prohibición de culto del presidente Plutarco Calles. Una petición de un millón de firmas presentadas en protesta, es rechazada por el gobierno y parten una serie de intimidaciones, como sacerdotes fusilados, misas interrumpidas y un crescendo de violencia lleva a gente simple de poblaciones rurales a empuñar las armas. Los católicos se dividen sobre la oportunidad, tantos se unen, otros no apoyan y muchos no participan pero ayudan a los cristeros con armas y apoyo logístico. Parte también un boicot económico popular evitando cualquier consumo.

El filme, que cuenta una guerra de tres años a través de una serie de personajes y rica en efectos especiales, recuerda que no faltaron brutalidades como la quema de 51 personas en un tren debido a un ataque cristero. Los levantados reciben la ayuda de un general, Enrique Gorostieta, se disciplinan y el levantamiento toma cuerpo. Ponen en seria dificultad al gobierno de Calles si bien no aceptan la mediación de Roma para poner fin al conflicto.

El filme es rico en detalles importantes que muestran la transformación interior de los personajes, partiendo del general Gorostieta que acepta comandar en defensa de la libertad religiosa, aunque no cree en la Iglesia, pero el sucederse de los hechos preparan a su conversión. En ella es determinante el papel del niño José, uno de los principales personajes, que es asesinado después de ser torturado, por no renegar y proclamar viva Cristo Rey. El trailer es posible verlo en: http://www.cristiadafilm.com.

Por H. Sergio Mora (ZENIT.org)

martes, 20 de marzo de 2012

“Si alguien quiere servirme, que me siga”


Comentario al Evangelio del Domingo V de Cuaresma – Ciclo B (Juan 12, 20-33) – 25 de marzo de 2012

Una de las meditaciones más típicas de los Ejercicios Espirituales de san Ignacio de Loyola lleva por nombre: “El llamamiento del rey temporal ayuda a contemplar la vida del rey eternal”. Esta meditación comienza proponiéndole al ejercitante que imagine “las sinagogas villas y castillos por donde Cristo nuestro Señor predicaba”. Enseguida, san Ignacio le sugiere a la persona que hace los Ejercicios que pida “gracia a nuestro Señor para que no sea sordo a su llamamiento, sino presto y diligente para cumplir su santísima voluntad”.

Una vez se han establecido el escenario y la petición, san Ignacio propone dos partes en esta meditación; la primera es poner delante a un “rey humano, elegido de mano de Dios nuestro Señor, a quien hacen reverencia y obedecen todos los príncipes y todos los hombres cristianos”. El ejercitante debe imaginar cómo este rey habla a los suyos y los invita a conquistar toda la tierra de infieles, diciéndoles: “quien quisiere venir conmigo ha de ser contento de comer como yo, y así de beber y vestir, etc.; asimismo, ha de trabajar conmigo en el día y vigilar en la noche, etc.; porque así después tenga parte conmigo en la victoria, como la ha tenido en los trabajos”. Termina esta parte haciendo que el ejercitante se pregunte qué cree él que deben responder “los buenos súbditos a rey tan liberal y tan humano” (desde luego, liberal aquí significa generoso). La respuesta parece obvia; por tanto, añade san Ignacio, “si alguno no aceptase la petición de tal rey, cuánto sería digno de ser vituperado por todo el mundo y tenido por perverso caballero”. La segunda parte del ejercicio consiste en aplicar el ejemplo del rey temporal a Cristo nuestro Señor, conforme a los tres puntos anteriores: un rey que invita, un proyecto y la respuesta que debería suscitar.

El mundo lleva varios años sumido en una guerra "preventiva", contra el mundo infiel que no quiere desarmarse por las buenas. Surgen ante nosotros las imágenes de países como Irak, Irán, Afganistán y tantos otros pueblos invadidos o amenazados porque no se postran ante un líder mundial que nos invita a todos a unirnos a su causa. Desde luego, la invitación no incluye participar junto a ellos en el proyecto, compartiendo su comida, su bebida o su vestido; y mucho menos trabajar con ellos en el día y vigilar en la noche... para eso tienen un ejército de marines que cumplen fielmente sus obligaciones con la "libertad"... Cuántas personas han respondido con su apoyo a este proyecto que da por descontada la victoria. Pienso también en la manera como este mundo respondió a los llamamientos de un Papa anciano que, en su momento, declaró inmoral una guerra que trajo muerte y desolación para naciones demasiado maltratadas por la historia.

La invitación de Jesús es a entregar la propia vida antes de levantar un dedo contra otro ser humano, aún en defensa propia. Y es una invitación que lo implicó a él desde lo más radical de su propia existencia. No es un proyecto para los otros, sino que él mismo lo asumió primero y supo hacer realidad lo que dijo: “Si el grano de trigo no cae en tierra y muere, queda él solo; pero si muere, da abundante cosecha. El que ama su vida, la perderá; pero el que desprecia su vida en este mundo, la conservará para la vida eterna. Si alguno quiere servirme, que me siga; y donde yo esté, allí estará también el que me sirva”. El rey eternal nos sigue llamando hoy a seguirlo en la pena, para también participar con él en su gloria.

Hermann Rodríguez Osorio, S.J. Sacerdote jesuita, Decano académico de la Facultad de Teología de la Pontificia Universidad Javeriana – Bogotá

lunes, 19 de marzo de 2012

El atractivo de Jesús


Comentario al Evangelio del Domingo V de Cuaresma (B), Juan 12, 20-33

Entre los que habían llegado a Jerusalén para adorar a Dios en la fiesta de Pascua, había algunos griegos, los cuales se acercaron a Felipe, el de Betsaida de Galilea, y le pidieron: “Señor, quisiéramos ver a Jesús”. Felipe fue a decírselo a Andrés; Andrés y Felipe se lo dijeron a Jesús y él les respondió: “Ha llegado la hora de que el Hijo del hombre sea glorificado. Yo les aseguro que si el grano de trigo, sembrado en la tierra, no muere, queda infecundo; pero si muere, producirá mucho fruto. El que se ama a sí mismo, se pierde; el que se aborrece a sí mismo en este mundo, se asegura para la vida eterna.
El que quiera servirme, que me siga, para que donde yo esté, también esté mi servidor. El que me sirve será honrado por mi Padre.
Ahora que tengo miedo, ¿le voy a decir a mi Padre: ‘Padre, líbrame de esta hora’? No, pues precisamente para esta hora he venido. Padre, dale gloria a tu nombre”. Se oyó entonces una voz que decía: “Lo he glorificado y volveré a glorificarlo”. De entre los que estaban ahí presentes y oyeron aquella voz, unos decían que había sido un trueno; otros, que le había hablado un ángel. Pero Jesús les dijo: “Esa voz no ha venido por mí, sino por ustedes. Está llegando el juicio de este mundo; ya va a ser arrojado el príncipe de este mundo. Cuando yo sea levantado de la tierra, atraeré a todos hacia mí”. Dijo esto, indicando de qué manera habría de morir.


Unos peregrinos griegos que han venido a celebrar la Pascua de los judíos se acercan a Felipe con una petición: «Queremos ver a Jesús». No es curiosidad. Es un deseo profundo de conocer el misterio que se encierra en aquel hombre de Dios. También a ellos les puede hacer bien.

A Jesús se le ve preocupado. Dentro de unos días será crucificado. Cuando le comunican el deseo de los peregrinos griegos, pronuncia unas palabras desconcertantes: «Llega la hora de que sea glorificado el Hijo del Hombre». Cuando sea crucificado, todos podrán ver con claridad dónde está su verdadera grandeza y su gloria.

Probablemente nadie le ha entendido nada. Pero Jesús, pensando en la forma de muerte que le espera, insiste: «Cuando yo sea elevado sobre la tierra, atraeré a todos hacia mí». ¿Qué es lo que se esconde en el crucificado para que tenga ese poder de atracción? Sólo una cosa: su amor increíble a todos.

El amor es invisible. Sólo lo podemos ver en los gestos, los signos y la entrega de quien nos quiere bien. Por eso, en Jesús crucificado, en su vida entregada hasta la muerte, podemos percibir el amor insondable de Dios. En realidad, sólo empezamos a ser cristianos cuando nos sentimos atraídos por Jesús. Sólo empezamos a entender algo de la fe cuando nos sentimos amados por Dios.

Para explicar la fuerza que se encierra en su muerte en la cruz, Jesús emplea una imagen sencilla que todos podemos entender: «Si el grano de trigo no cae en tierra y muere, queda infecundo; pero si muere, da mucho fruto». Si el grano muere, germina y hace brotar la vida, pero si se encierra en su pequeña envoltura y guarda para sí su energía vital, permanece estéril.

Esta bella imagen nos descubre una ley que atraviesa misteriosamente la vida entera. No es una norma moral. No es una ley impuesta por la religión. Es la dinámica que hace fecunda la vida de quien sufre movido por el amor. Es una idea repetida por Jesús en diversas ocasiones: Quien se agarra egoístamente a su vida, la echa a perder; quien sabe entregarla con generosidad genera más vida.

No es difícil comprobarlo. Quien vive exclusivamente para su bienestar, su dinero, su éxito o seguridad, termina viviendo una vida mediocre y estéril: su paso por este mundo no hace la vida más humana. Quien se arriesga a vivir en actitud abierta y generosa, difunde vida, irradia alegría, ayuda a vivir. No hay una manera más apasionante de vivir que hacer la vida de los demás más humana y llevadera. ¿Cómo podremos seguir a Jesús si no nos sentimos atraídos por su estilo de vida?

José Antonio Pagola

jueves, 15 de marzo de 2012

Transformar la propia vida en la Cruz de Jesús


Aportes para la HOMILÍA del domingo 18 de Marzo de 2012, 4ª Semana de Cuaresma-Ciclo “B” (JUAN 3, 14-21)

Estamos en la 4ª Semana de Cuaresma y la Liturgia retoma el signo medicinal y sanador de la serpiente levantada por Moisés en el desierto para mostrarnos la salud y la vida que trae la Cruz de Jesús.

Qué tiene el Hijo del Hombre en la cruz que irradia verdad, bondad y amor. Qué difícil mirar al Crucificado y no conocerlo, conocerlo y no amarlo, amarlo y no seguirlo. Porque Jesús crucificado atrae hacia sí mismo cualquier tipo de muerte para transformarla en vida.

En la Cruz se nos revela hasta dónde ha sido Dios capaz de abajarse. En la Cruz, dice San Pablo (Flp. 2,7-8), se manifiesta la grandeza del amor, que es el rostro humano de Dios. La Cruz, que siendo signo de dolor, se convierte en signo auténtico de luz y sanación.

El evangelista (Jn. 3, 12-25) afirma que la condenación se debe al rechazo de la luz. Es decir, a una vida mantenida a fuerza de tinieblas, a fuerza de torcer la verdad y a fuerza de estrangular el amor. Por ello ante el Crucificado que es la Luz queda cribada toda actuación.
La experiencia de la Cruz es experiencia de discernimiento porque criba nuestra vida desde tres aspectos muy importantes: 1º) Si somos capaces de aceptar la cruz sin amargura ni resentimientos, sino como el medio más apto y eficaz para llegar a la autenticidad. 2º) Si estamos dispuestos a seguir caminando en la vida después de los conflictos, afrontando las limitaciones propias. 3º) Si permitimos que la cruz transforme nuestros desórdenes y egoísmos para poder amar y servir cada vez más desinteresadamente a las personas.

En la Cruz se topan pecado y perdón. La Cruz es el modo más eficaz de «salir de sí mismo» y el modo más real de manifestarse el ágape de Dios. Humanamente podríamos formularlo diciendo que un amor que se pierde de este modo se gana para siempre. Ya no puede morir.

Quien fije su mirada en Jesús crucificado no podrá dejar de preguntarse por la calidad de su amor. Y tampoco dejará de preguntarse por la calidad de su entrega, de su generosidad y de su modo de proceder ante las situaciones complejas de la vida.

Quien centre su razonamiento y afecto en el Crucificado será devuelto a la vida, habilitado para ser amable ante toda dureza, sensato ante toda insensatez, abierto ante toda cerrazón, agudo ante toda simplonería, sencillo ante toda prepotencia y lúcido ante toda tiniebla.

Centro de Espiritualidad y Pastoral

martes, 13 de marzo de 2012

Mirar al crucificado


Comentario al Evangelio del Domingo IV de Cuaresma-Ciclo B, (Jn 3,14-21)

En aquel tiempo, Jesús dijo a Nicodemo: “Así como levantó Moisés la serpiente en el desierto, así tiene que ser levantado el Hijo del hombre, para que todo el que crea en él tenga vida eterna.
Porque tanto amó Dios al mundo, que le entregó a su Hijo único, para que todo el que crea en él no perezca, sino que tenga vida eterna. Porque Dios no envió a su Hijo para condenar al mundo, sino para que el mundo se salvara por él. El que cree en él no será condenado; pero el que no cree, ya está condenado, por no haber creído en el Hijo único de Dios.
La causa de la condenación es ésta: habiendo venido la luz al mundo, los hombres prefirieron las tinieblas a la luz, porque sus obras eran malas. Todo aquel que hace el mal, aborrece la luz y no se acerca a ella, para que sus obras no se descubran. En cambio, el que obra el bien conforme a la verdad, se acerca a la luz, para que se vea que sus obras están hechas según Dios”.


El evangelista Juan nos habla de un extraño encuentro de Jesús con un importante fariseo, llamado Nicodemo. Según el relato, es Nicodemo quien toma la iniciativa y va a donde Jesús «de noche». Intuye que Jesús es «un hombre venido de Dios», pero se mueve entre tinieblas. Jesús lo irá conduciendo hacia la luz.

Nicodemo representa en el relato a todo aquel que busca sinceramente encontrarse con Jesús. Por eso, en cierto momento, Nicodemo desaparece de escena y Jesús prosigue su discurso para terminar con una invitación general a no vivir en tinieblas, sino a buscar la luz.

Según Jesús, la luz que lo puede iluminar todo está en el Crucificado. La afirmación es atrevida: «Tanto amó Dios al mundo que entregó a su Hijo único para que no perezca ninguno de los que creen en él, sino que tengan vida eterna». ¿Podemos ver y sentir el amor de Dios en ese hombre torturado en la cruz?

Acostumbrados desde niños a ver la cruz por todas partes, no hemos aprendido a mirar el rostro del Crucificado con fe y con amor. Nuestra mirada distraída no es capaz de descubrir en ese rostro la luz que podría iluminar nuestra vida en los momentos más duros y difíciles.

Sin embargo, Jesús nos está mandando desde la cruz señales de vida y de amor.

En esos brazos extendidos que no pueden ya abrazar a los niños, y en esa manos clavadas que no pueden acariciar a los leprosos ni bendecir a los enfermos, está Dios con sus brazos abiertos para acoger, abrazar y sostener nuestras pobres vidas, rotas por tantos sufrimientos.

Desde ese rostro apagado por la muerte, desde esos ojos que ya no pueden mirar con ternura a pecadores y prostitutas, desde esa boca que no puede gritar su indignación por las víctimas de tantos abusos e injusticias, Dios nos está revelando su "amor loco" a la Humanidad.

«Dios no mandó su Hijo al mundo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por él». Podemos acoger a ese Dios y lo podemos rechazar. Nadie nos fuerza. Somos nosotros los que hemos de decidir. Pero «la Luz ya ha venido al mundo». ¿Por qué tantas veces rechazamos la luz que nos viene del Crucificado?

Él podría poner luz en la vida más desgraciada y fracasada, pero «el que obra mal... no se acerca a la luz para no verse acusado por sus obras». Cuando vivimos de manera poco digna, evitamos la luz porque nos sentimos mal ante Dios. No queremos mirar al Crucificado. Por el contrario, «el que realiza la verdad, se acerca a la luz». No huye a la oscuridad. No tiene nada que ocultar. Busca con su mirada al Crucificado. Él lo hace vivir en la luz.

José Antonio Pagola

miércoles, 7 de marzo de 2012

“¡No hagan un mercado de la casa de mi Padre!”


Domingo III de Cuaresma – Ciclo B (Juan 2, 13-25) – 11 de marzo de 2012

Cuando se acercaba la Pascua de los judíos, Jesús llegó a Jerusalén y encontró en el templo a los vendedores de bueyes, ovejas y palomas, y a los cambistas con sus mesas. Entonces hizo un látigo de cordeles y los echó del templo, con todo y sus ovejas y bueyes; a los cambistas les volcó las mesas y les tiró al suelo las monedas; y a los que vendían palomas les dijo: “Quiten todo de aquí y no conviertan en un mercado la casa de mi Padre”.En ese momento, sus discípulos se acordaron de lo que estaba escrito: El celo de tu casa me devora.

Después intervinieron los judíos para preguntarle: “¿Qué señal nos das de que tienes autoridad para actuar así?” Jesús les respondió: “Destruyan este templo y en tres días lo reconstruiré”. Replicaron los judíos: “Cuarenta y seis años se ha llevado la construcción del templo, ¿y tú lo vas a levantar en tres días?” Pero él hablaba del templo de su cuerpo. Por eso, cuando resucitó Jesús de entre los muertos, se acordaron sus discípulos de que había dicho aquello y creyeron en la Escritura y en las palabras que Jesús había dicho.

Mientras estuvo en Jerusalén para las fiestas de Pascua, muchos creyeron en él, al ver los prodigios que hacía. Pero Jesús no se fiaba de ellos, porque los conocía a todos y no necesitaba que nadie le descubriera lo que es el hombre; porque él sabía lo que hay en el hombre.


Jesús de Montreal es una película canadiense, dirigida por Denys Arcand, que ofrece una lectura de la vida de Jesús desde nuestra realidad actual. Fue rodada en 1989 y estrenada un año después. En mi concepto, es la mejor realización cinematográfica de la vida de Jesús. No es una recreación del Jesús de Galilea en su contexto socio-cultural e histórico, sino una actualización, en el mejor sentido de la palabra, de la vida del Señor en el mundo de hoy.

El protagonista es un actor de teatro al cual contratan para que renueve una dramatización que se ofrece a los feligreses desde hace 40 años en los alrededores de la famosa Basílica de Montreal. El párroco contacta a un actor joven y le manifiesta su deseo de transformar la anticuada puesta en escena que solía congregar a grandes multitudes durante la Cuaresma y que se representa al aire libre, en los parques que rodean la Basílica.

Este joven actor, que en la película tiene el nombre de Daniel Coloumbe, se dedica durante muchos días a estudiar los últimos avances de la teología para fundamentar muy bien su nueva propuesta. Al mismo tiempo, se dedica a buscar a otros actores y actrices que lo acompañen en el nuevo proyecto. Daniel va haciendo suyas las actitudes de Jesús al que va conociendo a través de sus lecturas. De alguna manera, comienza a encarnarlo, no ya sólo para la obra teatral, sino en su vida cotidiana.

Una de las actrices que contacta, es una joven que se dedica, por falta de mejores ofertas, a posar como modelo para comerciales publicitarios. Una actividad que no la llena en lo absoluto, pero a la que se ve obligada por la grave situación económica que vive. Durante el proceso de preparación de la obra teatral, Daniel acompaña a su amiga a un casting para la publicidad de una cerveza, en el que tiene que bailar ante un grupo de jueces que califican la actuación y las condiciones de todas las actrices. Como no lleva traje de baño, le piden que se quite el saco porque así no podrán apreciar su cuerpo con plena libertad; ella se excusa diciendo que no lleva nada debajo; sin embargo, los organizadores insisten que tienen apreciar su cuerpo para poder participar en el concurso; de modo que ella toma la decisión de bailar con el torso desnudo.

Pero antes de que se quite el saco, Daniel se levanta de su puesto y le dice que no tiene por qué hacerlo; que es mejor que se vayan; los miembros del jurado comienzan a presionar y se quejan de esa escena de amor que les hace perder su valioso tiempo. De modo que Daniel se enfurece y, lleno de indignación, comienza a tirar todo por el piso; voltea la mesa en las que tienen los equipos de filmación y hace un látigo con los cables de los aparatos y comienza a azotar a todos los presentes y a expulsarlos del teatro donde se realizaba el casting.

Desde luego, el director de la película pretende revivir la ira santa de Jesús ante el atropello del que es objeto el templo de Jerusalén que nos describe el Evangelio de san Juan este domingo. Pero ya no se trata de un templo de ladrillos que han convertido en mercado... sino del templo vivo de la persona humillada y maltratada por una sociedad de consumo que no se detiene ante ningún valor para alcanzar el lucro y la ganancia. Hoy también Jesús volvería a hacer un látigo para expulsar a todos los que hacen de su templo una cueva de bandidos.

Hermann Rodríguez Osorio, S.J. Sacerdote jesuita, Decano académico de la Facultad de Teología de la Pontificia Universidad Javeriana – Bogotá

jueves, 1 de marzo de 2012

Expuestos a la transfiguración del Señor


Aportes para la HOMILÍA del II domingo de Cuaresma, Ciclo "B", 4 de Marzo de 2012 (MARCOS 9, 2-10)

Seis días más tarde tomó Jesús a Pedro, a Santiago y a Juan y se los llevó aparte a una montaña elevada. Delante de ellos se transfiguró: su ropa se volvió de una blancura resplandeciente, tan blanca como nadie en el mundo sería capaz de blanquearla. Se les aparecieron Elías y Moisés conversando con Jesús. Pedro tomó la palabra y dijo a Jesús:
-Maestro, ¡qué bien se está aquí! Vamos a armar tres carpas: una para ti, otra para Moisés y otra para Elías -No sabía lo que decía, porque estaban llenos de miedo-.
Entonces vino una nube que les hizo sombra, y salió de ella una voz:
-Este es mi Hijo querido. Escúchenlo.
De pronto miraron a su alrededor y no vieron más que a Jesús solo com ellos. Mientras bajaban de la montaña les encargó que no contaran a nadie lo que habían visto, hasta que el Hijo del Hombre resucitara de entre los muertos. Ellos cumplieron aquel encargo pero se preguntaban qué significaría resucitar de entre los muertos.


Estamos en la 2ª semana de Cuaresma y la liturgia nos presenta la Transfiguración del Señor. Los evangelistas Marcos, Lucas, y Mateo, relatan la Transfiguración como una experiencia de transformación personal y comunitaria.

En esta experiencia hay cuatro aspectos que tienen gran implicación para la oración personal y para la vivencia comunitaria de la fe. Estos aspectos son: apartarse para estar con Jesús, abrirse a la gloria de Dios, escuchar a Dios y volver a la cotidianidad de la vida.

Apartarse para estar con Jesús. A Pedro, a Santiago y a Juan los ha convocado el Señor para subir al monte para estar a solas con Él. Dejarse convocar por Jesús es permitirle que entre a nuestra casa, es decir, que entre a mi vida como en propia casa, como dice el Apocalipsis (3,20): Mira que estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y me abre la puerta, entraré en su casa y cenaré con él y él conmigo. El camino por el que nos conduce el Señor puede ser de subida (ascenso) o de bajada (descenso), ya que la ruta de Dios es cruz y luz a la vez. Sólo así se fragua la rectitud de las intenciones, la transparencia del afecto o querer y la autenticidad de la actuación.

Abrirse a la gloria de Dios. En la montaña, según este Evangelio (Mc. 9, 2-10), Jesús irradia una luz intensa, una luminosidad que con su esplendor hace que los discípulos vean a Jesús conversando con Moisés y Elías. Junto a Jesús, que es total bondad, aparecen Moisés (la Tradición) y Elías (la Libertad). Esta visión rebasa el imaginario que los discípulos puedan tener de Jesús. Y es que la Gloria de Dios se manifiesta como comunión, que el horizonte definitivo al que convoca el Señor.

Escuchar a Dios. A los discípulos los cubrió una sombra de nube que les hizo oír: Este es mi Hijo amado, escúchenlo. Pero ya no vieron a nadie más, sino a Jesús que estaba solo con ellos. Y es que Dios no se deja atrapar. Cuando Dios habla, solamente podemos ver a Jesús que es su Palabra viva. Si lo escuchamos, encontraremos en Él la forma y modo habitual de encontrarnos con las personas, con el mundo y con el mismo Dios. Jesús será para siempre el reflejo de la presencia de Dios en nuestra existencia.

Volver de la montaña de Dios a la cotidianidad de la vida. Al bajar de la montaña, Jesús pidió a sus amigos contar lo vivido cuando Él volviera de la muerte. Y es que el encuentro con Dios no es para huir o apartarnos de la vida, sino para bajar y sumergirnos más y mejor en ella. Bajar de la montaña de Dios, es ponernos en sintonía con el mundo para comunicar y contagiar que la vida es más fuerte que la muerte, que es posible pasar del miedo a la calma, de la soledad a la compañía, del desasosiego a la confianza.

Que la experiencia de la Transfiguración del Señor nos ayude a ponernos en las manos de Dios, a encontrarnos cara a cara con Jesús y a escuchar su palabra, para quedar transformados por su amor, ganados para la comunión y abiertos a la esperanza.

CEP