sábado, 31 de julio de 2010

“dios” dinero

Uno de entre la gente le dijo a Jesús:
- Maestro, dile a mi hermano que me dé mi parte de la herencia.
Y Jesús le contestó:
- Amigo, ¿quién me ha puesto sobre ustedes como juez o partidor?
También dijo:
-Cuídense ustedes de toda avaricia, porque la vida no depende del poseer muchas cosas.
Entonces les contó esta parábola: "Había un hombre rico, cuyas tierras dieron una gran cosecha. El rico se puso a pensar: ¿Qué haré? No tengo dónde guardar mi cosecha. Y se dijo: "Ya sé lo que voy a hacer. Derribaré mis graneros y levantaré otros más grandes, para guardar en ellos toda mi cosecha y todo lo que tengo. Luego me diré: Amigo, tienes muchas cosas guardadas para muchos años; descansa, come, bebe, goza de la vida. Pero Dios le dijo: "Necio, esta misma noche perderás la vida, y lo que tienes guardado, ¿para quién será? Así le pasa al hombre que amontona riquezas para sí mismo, pero es pobre delante de Dios." (Lc 12, 13-21).

Alguien del público increpa a Jesús para que medie en una trifulca familiar a propósito de la herencia. Ese "poderoso caballero, don dinero", cupido de la codicia, es tremendamente seductor, y en las jaulas de sus señuelos han ido cayendo los hombres de todos los tiempos.

Jesús quiere, más allá de la disputa puntual que aquel suceso le planteó, desenmascarar el torpe chantaje que siempre supone el dios dinero, el ídolo del tener, la falsa seguridad de acumular. La conseja de la parábola de este Evangelio: "túmbate, come, bebe y date buena vida", la vemos corregida y aumentada, hoy igual que hace veinte siglos, por las consignas hedonistas, a las que nos empujan los adoradores de los nuevos becerros de oro: compre, consuma, cambie, aspire, goce, disfrute...

No es que Jesucristo y el cristianismo sean tristes y entristecedores, aguafiestas de la vida, pero ponen en guardia ante la propaganda fácil de una felicidad falsa. Se denuncia que poco a poco vayamos creyéndonos todos que el problema de nuestra felicidad depende de lo que tengo y acumulo. El problema viene cuando nos quitamos el disfraz del personaje y emerge la realidad de la persona, el drama viene cuando en el camerino de nuestra intimidad nos quitamos los maquillajes sociales y aparecen las arrugas de nuestra alma que habíamos camuflado bajo tantas apariencias.

Y cuando los profetas del consumo van llevando nuestra insatisfecha sociedad al jardín de las delicias de dios dinero; y cuando logrado el objetivo propuesto de adquirir o disfrutar de lo que se nos prometía lo último de lo último, seguimos masticando la tristeza y el hastío; y cuando en esta interminable espiral de ansiedad constatamos que nos falta demasiado para vivir felizmente; y cuando entrando al trapo del consumo, del dinero y del placer inhumano, lo que mayormente conseguimos es agobio, vanidad, enfrentamiento, ansiedad, injusticias, deshumanización... etc, entonces miramos los cristianos a Jesús, como aquellos otros hicieron hace dos mil años, y creemos que la única riqueza que no mancha, ni corrompe, ni ofende, ni destruye, es esa de la cual hablaba Él: "no amasar riquezas para sí, sino ser rico ante Dios".

Entonces, a la luz de este Evangelio, comprendemos que efectivamente Jesús no es rival de lo bueno, ni de lo bello, ni de lo gozoso, pero sí es implacable contra todo intento deshumanizador que pretende comprar y vender la felicidad y la dicha, bajo una bondad, una belleza y una alegría que son falsas, sencillamente falsas.

Comentario al Evangelio del domingo, XVIII del tiempo ordinario, 1 de agosto (Lucas 12,13-21), redactado por monseñor Jesús Sanz Montes, ofm, arzobispo de Oviedo.

JULIO 31 de 1556 muere SAN IGNACIO DE LOYOLA

San Ignacio nació en 1491 en el castillo de Loyola, en Guipúzcoa, norte de España, cerca de los montes Pirineos que están en el límite con Francia. Su padre Bertran De Loyola y su madre Marina Sáenz, de familias muy distinguidas, tuvieron once hijos: ocho varones y tres mujeres. El más joven de todos fue Ignacio. El nombre que le pusieron en el bautismo fue IÑIGO.

Entró a la carrera militar pero en 1521, a la edad de 30 años, siendo ya capitán, fue gravemente herido mientras defendía el Castillo de Pamplona. Al ser herido su jefe, la guarnición del castillo capituló ante el ejército francés. Los vencedores lo enviaron a su Castillo de Loyola a que fuera tratado de su herida. Le hicieron tres operaciones en la rodilla, dolorosísimas, y sin anestesia; pero no permitió que lo atasen ni que nadie lo sostuviera. Durante las operaciones no prorrumpió ni una queja. Los médicos se admiraban. Para que la pierna operada no le quedara más corta le amarraron unas pesas al pie y así estuvo por semanas con el pie en alto, soportando semejante peso. Sin embargo quedó cojo para toda la vida.

A pesar de esto Ignacio tuvo durante toda su vida un modo muy elegante y fino para tratar a toda clase de personas. Lo había aprendido en la Corte en su niñez. Mientras estaba en convalecencia pidió que le llevaran novelas de caballería, llenas de narraciones inventadas e imaginarias. Pero su hermana le dijo que no tenía más libros que "La vida de Cristo" y el "Año Cristiano", o sea la historia del santo de cada día. Y le sucedió un caso muy especial. Antes, mientras novelas y narraciones inventadas, en el momento sentía satisfacción pero después quedaba con un sentimiento horrible de tristeza y frustración. En cambio ahora al leer la Vida de Cristo y las Vidas de los santos sentía una alegría inmensa que le duraba por días y días. Esto lo fue impresionando profundamente.

Y mientras leía las historias de los grandes santos pensaba: "¿Y por qué no tratar de imitarlos? Si ellos pudieron a ese grado de espiritualidad, ¿por qué no lo voy a lograr yo? ¿Por qué no tratar de ser como San Francisco, Santo Domingo, etc.? Estos hombres estaban hechos del mismo barro que yo. ¿Por qué no esforzarme por llegar al que ellos alcanzaron?". Y después se iba a cumplir en él aquello que decía Jesús: "Dichosos los que tiene un deseo de ser santos, porque su deseo se cumplirá” (Mt. 5, 6), y aquella sentencia de los sicólogos: "Cuidado con lo que deseas, porque lo conseguirás".

Mientras se proponía seriamente convertirse, una noche le apareció Nuestra Señora con su Hijo Santísimo. La visión lo consoló inmensamente. Desde entonces se propuso no dedicarse a servir a gobernantes de la tierra sino al Rey del cielo. Apenas terminó su convalecencia se fue en peregrinación al famoso Santuario de la Virgen de Montserrat. Allí tomó el serio propósito de dedicarse a hacer penitencia por sus pecados. Cambió sus lujosos vestidos por los de un pordiosero, se consagró a la Virgen Santísima e hizo confesión general de toda su vida. Y se fue a un pueblecito llamado Manresa, a 15 kilómetros de Montserrat a orar y hacer penitencia, allí estuvo un año. Cerca de Manresa había una cueva y en ella se encerraba a dedicarse a la oración y a la meditación. Allí se le ocurrió la idea de los Ejercicios Espirituales, que tanto bien iban a hacer a la humanidad.

Después de unos días en los cuales sentía mucho gozo y consuelo en la oración, empezó a sentir aburrimiento y cansancio por todo lo que fuera espiritual. A esta crisis de desgano la llaman los sabios "la noche oscura del alma". Es un estado dificultoso que cada uno tiene que pasar para que se convenza de que los consuelos que siente en la oración no se los merece, sino que son un regalo gratuito de Dios. Luego le llegó otra enfermedad espiritual muy fastidiosa: los escrúpulos. O sea el imaginarse que todo es pecado. Esto casi lo lleva a la desesperación.

Pero iba anotando lo que le sucedía y lo que sentía y estos datos le proporcionaron después mucha habilidad para poder dirigir espiritualmente a otros convertidos y según sus propias experiencias poderles enseñar el camino de la santidad. Allí orando en Manresa adquirió lo que se llama "Discreción de espíritus", que consiste en saber determinar qué es lo que le sucede a cada alma y cuales son los consejos que más necesita, y saber distinguir lo bueno de lo malo. A un amigo suyo le decía después: “En una hora de oración en Manresa aprendí más a dirigir almas, que todo lo que hubiera podido aprender asistiendo a universidades".

En 1523 se fue en peregrinación a Jerusalén, pidiendo limosna por el camino. Todavía era muy impulsivo y un día casi ataca a espada a uno que hablaba mal de la religión. Por eso le aconsejaron que no se quedara en Tierra Santa donde había muchos enemigos del catolicismo. Después fue adquiriendo gran bondad y paciencia. A los 33 años empezó como estudiante de colegio en Barcelona, España. Sus compañeros de estudio eran mucho más jóvenes que él y se burlaban mucho. El toleraba todo con admirable paciencia. De todo lo que estudiaba tomaba pretexto para elevar su alma a Dios y adorarlo. Después pasó a la Universidad de Alcalá. Vestía muy pobremente y vivía de limosna. Reunía niños para enseñarles religión; hacía reuniones de gente sencilla para tratar temas de espiritualidad, y convertía pecadores hablándoles amablemente de lo importante que es salvar el alma.

Lo acusaron injustamente ante la autoridad religiosa y estuvo dos meses en la cárcel. Después lo declararon inocente, pero había gente que lo perseguía. El consideraba todos estos sufrimientos como un medio que Dios le proporcionaba para que le fuera pagando sus pecados. Y exclamaba: “No hay en la ciudad tantas cárceles ni tantos tormentos como los que yo deseo sufrir por amor a Jesucristo".

Se fue a París a estudiar en su famosa Universidad de La Sorbona. Allá formó un grupo con 6 compañeros que se han hecho famosos porque con ellos fundó la Compañía de Jesús. Son ellos: Pedro Fabro, Francisco Javier, Laínez, Salmerón, Simón Rodríguez y Nicolás Bobadilla. Recibieron doctorado en aquella universidad y daban muy buen ejemplo a todos. Los siete hicieron votos o juramentos de ser puros, obedientes y pobres, el día 15 de agosto de 1534, fiesta de la Asunción de María. Se comprometieron a estar siempre a las órdenes del Sumo Pontífice para que él los emplease en lo que mejor le pareciera para la gloria de Dios.

Se fueron a Roma y el Papa Pablo III les recibió muy bien y les dio permiso de ser ordenados sacerdotes. Ignacio (que se había cambiado por este nombre su nombre antiguo de Iñigo) esperó un año desde el día de su ordenación hasta el día de la celebración de su primera misa, para prepararse lo mejor posible a celebrarla con todo fervor. San Ignacio se dedicó en Roma a predicar Ejercicios Espirituales y a catequizar al pueblo. Sus compañeros se dedicaron a dictar clases en universidades y colegios y a dar conferencias espirituales a toda clase de personas. Se propusieron como principal oficio enseñar la religión a la gente.

En 1540 el Papa Pablo III aprobó su comunidad llamada "Compañía de Jesús" o Jesuitas. Superior General de la nueva comunidad fue San Ignacio hasta la muerte. En Roma pasó todo el resto de su vida. Era tanto el deseo que tenía de salvar almas que exclamaba: “Estaría dispuesto a perder todo lo que tengo, y hasta a que se acabara mi Comunidad, con tal de salvar el alma de un pecador".

Fundó casas de su congregación en España y Portugal. Envió a San Francisco Javier a evangelizar el Asia. De los jesuitas que envió a Inglaterra, 22 murieron martirizados por los protestantes. Sus dos grandes amigos Laínez y Salmerón fueron famosos sabios que dirigieron el Concilio de Trento. A San Pedro Canisio lo envió a Alemania y este santo llegó a ser el más célebre catequista de aquel país. Recibió como religioso jesuita a San Francisco de Borja que era rico político, gobernador, en España. San Ignacio escribió más de 6.000 cartas dando consejos espirituales.

El Colegio que San Ignacio fundó en Roma llegó a ser modelo en el cual se inspiraron muchísimos colegios más y ahora se ha convertido en la célebre Universidad Gregoriana. Los jesuitas fundados por San Ignacio llegaron a ser los más sabios adversarios de los protestantes y combatieron y detuvieron en todas partes al protestantismo. Les recomendaba que tuvieran mansedumbre y gran respeto hacia el adversario pero que se presentaran muy instruidos para combatirlos. El deseaba que el apóstol católico fuera muy instruido.

El libro más famoso de San Ignacio se titula: “Ejercicios Espirituales" y es lo mejor que se ha escrito acerca de cómo hacer bien los santos ejercicios. En todo el mundo es leído y practicado este maravilloso libro. Duró 15 años escribiéndolo. Su lema era: "Todo para mayor gloria de Dios". Y a ello dirigía todas sus acciones, palabras y pensamientos: a que Dios fuera más conocido, más amado y mejor obedecido.

Muy caritativo con todos, especialmente con los enfermos, recomendaba que en la conversación no se emplearan frases muy autoritarias como de quien se imagina que en lo que dice no puede equivocarse. Recomendaba mucho a todos que estudiaran lo más posible, pero corregía con valentía a los que veía muy orgullosos y engreídos por sus estudios o a los que por dedicarse todo el tiempo a estudiar no dedicaban el tiempo suficiente a rezar o a enseñar catecismo. Siempre estaba alegre.

En los 15 años en que San Ignacio dirigió la Compañía de Jesús, esta pasó de siete socios a mil. A todos y cada uno trataba de formarlos muy bien espiritualmente. Como casi cada año se enfermaba y después volvía a obtener la curación, cuando le vino la última enfermedad nadie se imaginó que se iba a morir y murió súbitamente el 31 de julio de 1556 a los 65 años.

En 1622 el Papa lo declaró Santo y después Pío XI lo declaró Patrono de los Ejercicios Espirituales en todo el mundo. Su comunidad de Jesuitas es la más numerosa en Iglesia Católica. Los pecadores lo recordaban como un sacerdote extraordinariamente comprensivo y bondadoso que siempre los recibía bien y los atendía con el mayor esmero. Muchas veces hacía él mismo la penitencia que no arriesgaba a ponerles a ciertos grandes pecadores. Ya estos les recomendaba que su mejor penitencia sería siempre el soportar con paciencia y por amor a Dios los sufrimientos de día.

San Ignacio compuso una oración que es muy conocida en todo el mundo y dice así: "Toma Señor y recibe toda mi libertad, mi memoria, mi entendimiento, y toda mi voluntad. Tú me lo diste, a Ti Señor lo devuelvo. Puedes disponer de todo según tu Divina Voluntad. Con que me concedas tu amor y tu gracia, con esto me basta y nada más te quiero pedir”. Otra oración muy amada y recomendada por San Ignacio es aquella que la gente piadosa dice después de comulgar: “Alma de Cristo Santifícame, etc.".

Su libro preferido después de la S. Biblia, era la Imitación de Cristo. Cada día después de almuerzo, en la visita que hacía al Santísimo Sacramento leía un capítulo de la Imitación de Cristo (Este precioso librito ha sido el más editado en el mundo después de la Biblia. Tiene ya más de 3.000 ediciones, y abriéndolo donde a uno le salga, al azar, le dice consejos maravillosamente apropiados para ese momento).

San Ignacio: ruégale a Dios por todos los que como tú, deseamos extender el Reino de Cristo y hacer amar más a nuestro Divino Salvador. TODO PARA MAYOR GLORIA DE DIOS (San Ignacio)

Tomado de Vida de Santos del P. Eliécer Sálesman

jueves, 22 de julio de 2010

Santiago y sus truenos

Evangelio del próximo domingo, XVII del tiempo ordinario, 25 de julio, solemnidad de Santiago Apóstol (Mateo 20, 20-28):

La madre de los hijos de Zebedeo, junto con sus hijos (Santiago y Juan) se acercó a Jesús y se arrodilló delante de él para pedirle un favor. Jesús le preguntó:
¬¿Qué Quieres?
Ella le dijo:
¬Manda que en tu reino uno de mis hijos se siente a tu derecha y el otro a tu izquierda.
Jesús Contestó:
¬Ustedes no saben lo que piden. ¿Pueden beber el trago amargo que voy a beber yo?
Ellos dijeron:
¬Podemos.
Jesús les respondió:
¬Ustedes beberán este trago amargo, pero el sentarse a mi derecha o a mi izquierda no me corresponde a mí darlo, sino que se les dará a aquellos para quienes mi Padre lo ha preparado.
Cuando los otros diez discípulos oyeron esto, se enojaron con los dos hermanos. Pero Jesús los llamó, y les dijo:
¬Como ustedes saben, entre los paganos los jefes gobiernan con tiranía a sus subditos, y los grandes hacen sentir su autoridad sobre ellos. Pero entre ustedes no debe ser así. Al contrario, el que entre ustedes quiera ser grande, deberá servir a los demás; y el que entre ustedes quiera ser el primero, deberá ser su esclavo. Porque del mismo modo, el Hijo del hombre no vino para que le sirvan, sino para servir y para dar su vida en rescate por una multitud.

Es un caso sorprendente el que nos relata el Evangelio de este día, festividad de Santiago. Estaban subiendo a Jerusalén el Maestro y un grupo grande de discípulos. Entre éstos estaban los Doce, que era el grupo más íntimo que Jesús había elegido llamándoles por su propio nombre en su habitual circunstancia profesional y familiar. Tomará a estos amigos más cercanos, para decirles el porqué están haciendo ese viaje de subida a Jerusalén. Y lo que les viene a decir es lo que particularmente a Él le espera en esa meta de llegada: su prendimiento, su juicio condenatorio, su muerte.

En ese trance, dos de los discípulos más próximos, los Zebedeos, aprovecharán a su propia madre para decirle al Señor: "concédenos sentarnos en tu gloria uno a tu derecha y otro a tu izquierda". Era como pedirle dos carteras ministeriales en el gobierno del cielo o, como pedirle una recomendación eficaz allí en la vida eterna, con puesto y nómina.

Con paciencia de Dios, Jesús les dirá dulcemente: "no sabéis lo que pedís". Y aprovechará el momento para hablarles del poder. Porque podrían creer los discípulos que había que organizarse como se organizan los sistemas de poder económico o político. Jesús quiere deshacer el equívoco y hablar que cómo el poderío que Él trae y que Él vive, no es el de la fuerza prepotente sino el del servicio discreto y preciso. Servir, como quien da la vida en vez de aprovecharse para obtener beneficios, esta es la clave de la entrega del Señor. Algo que entonces y siempre, necesitamos todos aprender.

Santiago se vino hasta España, que entonces era la última y más lejana provincia del Imperio Romano, para contar a nuestras gentes lo que él había encontrado. Forma parte de ese grupo de apóstoles más íntimos del Señor, y contará con el inmenso privilegio de haber visto a Jesús en su momento más luminoso y en el más oscuro de su vida. Santiago estará en el monte Tabor, cuando Jesús revestido de luz anticipe la gloria de la belleza de Dios. Santiago también estará en el huerto de Getsemaní, cuando el Señor se bata en la agonía cruda del suplicio que se le avecinaba. De todo esto es testigo Santiago, discípulo de Jesús: de cómo Dios ha querido abrazarnos en lo más hermoso de la luz y ha querido, igualmente, ser nuestro en las horas más bajas de su entrega.

Su sepulcro en Compostela ha sido visitado por innumerables peregrinos, romeros de la vida, que hasta allí se encaminan como buscadores de los senderos de Dios. Y en esa andadura van despacio, dándose tiempo para pensar y orar, para pedir y ofrecer, para comprender en su andar cómo Dios mismo se ha hecho para nosotros no sólo el Camino sino también el Caminante a nuestro lado.

Por monseñor Jesús Sanz Montes, ofm, arzobispo de Oviedo

domingo, 18 de julio de 2010

Un nuevo 'caravaggio' en el 400 aniversario de la muerte del pintor

Un nuevo golpe de efecto anima las celebraciones del cuarto centenario de la muerte de Michelangelo Merisi, Caravaggio, el más enigmático de los pintores barrocos. El diario vaticano L'Osservatore romano anunció en la portada de su edición de ayer que se están realizando estudios sobre un cuadro que representa el martirio de San Lorenzo, encontrado casualmente en Roma entre las propiedades de los jesuitas.

Se trataría de un nuevo lienzo del pintor barroco en la ciudad que le dio cobijo y fama. Todavía no está probado que el joven desnudo de la pintura, que se retuerce encima de una parrilla ¿con la boca abierta en un grito mudo y un brazo extendido como para buscar una última y desesperada defensa? sea obra de Caravaggio. Si bien cuenta con todos los "criterios para una atribución segura", según el periódico de la Santa Sede, son necesarias muchas más investigaciones, consideraciones formales y pruebas sobre los materiales utilizados para establecer la paternidad oficial de la obra.

"Se trata de una pintura estilísticamente impecable, bellísima: la luz que desde el fondo oscuro sacude y moldea con relámpagos los volúmenes. Es evidente la afinidad con pinturas autógrafas como la Conversión de San Pablo, el Martirio de san Mateo o Judit y Holofernes", afirma el diario. Según algunos importantes críticos de arte, entrevistados ayer en la prensa italiana, tanto el tema como el estilo podrían llevar a la autoría de Caravaggio. Aunque es pronto para confirmarlo.

Aunque todavía no se puede asegurar que la pintura proceda del maestro de los claroscuros, para 'L'osservatore' el lienzo muestra evidentes similitudes con otros cuadros de tema religioso del pintor. No obstante, también advierte de que «es fácil caer en la tentación» de declarar que se trata de un 'caravaggio' «a toda costa» y que serán las próximas investigaciones las que aclararán su autenticidad.

La celebración del aniversario de la muerte del sombrío pintor ha provocado gran número de iniciativas en Italia, sobre todo en Roma, adonde el artista llegó en 1592, con solo 21 años, en busca de fortuna desde su pueblo, cerca de Milán, y donde se hizo famoso. Aparte de la gran exposición en el Quirinale, con 24 de sus lienzos más emblemáticos y más de 5.000 visitantes diarios, se ha emitido un sello honorífico que reproduce el David con la cabeza de Goliat, un cuadro que Caravaggio regaló al sobrino del Pontífice, Scipione Borghese, para que éste mediase para conseguir su perdón. Precisamente, buscando la clemencia papal, Caravaggio encontró su muerte.

En 1606 el artista fue condenado por matar a un hombre durante una reyerta, motivo por el que escapó de la ciudad de los papas. Volvía a pedir la misericordia de Pablo V, cuando falleció en Porto Ercole debido a la enfermedad, el calor y la insolación. Era el 18 de julio de 1610. Cuando se cumplen 400 años de aquella fecha, Roma ha celebrado a su pintor maldito con una noche en blanco en la que se podrán visitar la Galleria Borghese y las iglesias que guardan algunas de las pocas obras, unas 70, que pintó en su corta vida.

Autobuses especiales hacen por las calles romanas la ruta de los cuadros del pintor con parada en la Iglesia de San Agustín, la Capilla Contarelli en San Luis de los Franceses y la basílica de Santa María del Popolo.

LUCIA MAGI - Bolonia - 17/07/2010

sábado, 17 de julio de 2010

Contemplativos en la Acción y Activos en la Contemplación

                                      EVANGELIO DE LUCAS (10, 38-42)

"En aquel tiempo entró Jesús en un poblado, y una mujer, llamada Marta, lo recibió en su casa. Ella tenía una hermana llamada María, la cual se sentó a los pies de Jesús y se puso a escuchar su palabra. Marta, entre tanto, estaba atareada en muchos quehaceres, hasta que se acercó a Jesús y le dijo:
- Señor, ¿no te has dado cuenta de que mi hermana me ha dejado sola con todo el trabajo? Dile que me ayude.
El Señor le respondió:
- Marta, Marta, muchas cosas te preocupan y te inquietan, siendo así que una sola es necesaria. María escogió la mejor parte y nadie se la quitará."

En la Semana 16ª del Tiempo Ordinario, la Liturgia nos propone reflexionar sobre la presencia de Dios en nuestras vidas combinando la acción y la contemplación. A partir del encuentro de Jesús con Marta y María, el evangelista Lucas (10, 38-42) nos presenta la manera de relacionarnos con Dios, que tiene lugar al hacernos contemplativos en la acción, al encontrarnos con Dios en la Vida y al encontrarnos con la Vida en Dios.

Una lectura apresurada de este evangelio puede dar pie a una interpretación falseada, al contraponer acción y contemplación. Pero para evitar esta ruptura, conviene tener muy en cuenta que este pasaje bíblico está precedido por la parábola del Buen Samaritano (10, 25-37), lo cual no deja duda de la primacía que tiene la acción para el Señor, y cuánto más si se trata de la práctica de la misericordia o del servicio.

Para Jesús, es tan importante la actitud de María centrada en la escucha (contemplación) de su Palabra, como el desvelo (acción) de Marta por servirlo. ¡Qué imprescindible la actuación que busca en todo momento atender bien las necesidades de la vida! y ¡qué imprescindible también la actitud de quien escucha con atención al que comunica vida! Porque la conjunción de estos dos modos es lo que conocemos en cristiano como la contemplación activa y acción contemplativa.

Cuando Jesús dice a la hermana atareada: “Marta, Marta, muchas cosas te preocupan y te inquietan, siendo así que una sola es necesaria”, le está advirtiendo con especial cariño, que algo no está funcionando bien en su vida, que en su corazón algo no anda bien. Y es que Marta se ha centrado de tal manera en lo que hace, que ha terminado descentrada, sin paz y perdiendo la perspectiva. No así María, quien captó en determinado momento, a juzgar por el reclamo que hace Marta a Jesús, que lo más importante ahora era centrar toda la atención en la Palabra del Señor, y por eso lo escucha a sus pies, como discípula. Asunto que Marta se estaba perdiendo.

Lucas presenta sin rodeos la doble tensión latente en la vida cristiana: Una, la necesaria medida en la acción para que no se descentre la persona ni se desquicie. Y otra, la necesaria mesura en la dedicación a Dios para que no haya un desentendimiento del curso cotidiano de la vida.

El evangelista destaca la actitud exterior e interior que toda persona necesita para lograr aquello que nadie podrá quitarnos: la comunión con Dios y con la Vida. No hay aquí dos personajes, sino uno sólo: la persona por fuera y por dentro. Marta representa la capacidad de acogida, de recibimiento, de atención y dedicación expresa a la gente. Ella es la apertura a la vida que nos hace servidores. Y María representa la fuerza que nutre la entrega, la dedicación sentida desde dentro, el impulso que da consistencia a todo lo que se haga. Ella es la interioridad de la vida que nos hace fecundos.
Gustavo Albarrán, S.J.

jueves, 15 de julio de 2010

La escritura de antes del Rey David

Un fragmento de arcilla del siglo XIV a.C. recientemente descubierto contiene la muestra de escritura más antigua que se haya encontrado en Jerusalén, según los arqueólogos. El director de excavaciones Eilat Mazar, de la Universidad Hebrea, dijo que el fragmento de dos centímetros de longitud contiene una muestra de escritura cuneiforme acadia. El texto incluye las palabras "tú", "ellos" y "más tarde".

Es unos 600 años anterior a la muestra de escritura más antigua conocida previamente y se remonta a cuatro siglos antes del reinado del monarca bíblico David. Mazar dijo el lunes que el fragmento proviene probablemente de una corte real y que podría haber otras muestras enterradas en la parte más antigua de Jerusalén, situada en el sector oriental.

Eilat Mazar (10 de septiembre de 1956) es una investigadora perteneciente a la tercera generación de arqueólogos israelíes, especializada en Jerusalén y la civilización fenicia. Es colaboradora principal del Instituto de Arqueología del Centro Shalem (editor de la revista Azure) y ha trabajado en las excavaciones del Monte del Templo y en Aczib. Asimismo, se halla afiliada a la Universidad Hebrea de Jerusalén, donde obtuvo su doctorado en 1997. Es nieta del pionero de la arqueología israelí Benjamin Mazar. Es madre de cuatro hijos y reside en Jerusalén.

El 4 de agosto de 2005 Mazar anunció el hallazgo en Jerusalén de lo que podría haber sido el palacio del bíblico rey David, el segundo soberano del Reino unido de Israel y Judá, quien gobernó entre el 1005 y el 965 a. C. También referido como la "estructura de grandes piedras", el hallazgo de Mazar consiste en un edificio público de 30 m de lado fechado en el siglo X a. C., junto con un rollo de cobre, fragmentos cerámicos del mismo periodo y una bulla o sello estatal de Jucal, hijo de Selemías, hijo de Shevi, un funcionario del rey Sedecías mencionado al menos dos veces en el Libro de Jeremías.[1] [2]

En julio de 2008 anunció el descubrimiento de un segundo sello, perteneciente a Gedalías, hijo de Pasur, quien es mencionado junto con Jucal en el mismo texto bíblico. La excavación fue patrocinada por el Centro Shalem y financiada por Roger Hertog, un banquero estadounidense de origen judío, mientras que el terreno es propiedad de la Fundación Ciudad de David (Ir David Foundation).

La protesta

Santa Marta de Betania
La escena del Evangelio de este domingo, XVI del tiempo ordinario, tiene lugar en una casa muy querida por Jesús, en Betania, donde unos hermanos (Lázaro, Marta y María) gozaban de su amistad. Se da un célebre diálogo entre Marta y Jesús, que no podemos leer de modo reduccionista: María la mujer contemplativa "que no hace nada", y Marta la mujer activa "que trabaja por las dos". Desde esta visión dualista y divididora saldría el elogio de Jesús ("María ha escogido la mejor parte") en beneficio de la vida contemplativa, pero contra la otra actitud representada por una Marta demasiado atareada y nerviosilla.

En una interpretación sesgada de esta actitud, pudiera parecer que María era una aprovechada, mientras que Marta era el personaje disipado acaso víctima del privilegio de su hermana. Es decir, María escuchaba al Maestro y Marta pagaba el precio del lujo contemplativo de su hermana. Pero lo que Jesús "reprocha" a Marta no es su actividad, sino que realice su trabajo sin paz, con agobio y murmuración, hasta el nerviosismo que llega a hacer olvidar la única cosa necesaria, en el afán de tantas otras cosas que no lo son. Por tanto, Jesús no está propugnando y menos aun alabando la holgazanería de "escurrir el bulto", sino la primacía absoluta de su Palabra.

Esta escena trata de alertarnos sobre los dos extremos que un discípulo de Jesús debería de evitar: tanto un modo de trabajar que nos haga olvidadizos de lo más importante, como un modo de contemplar que nos haga inhibidores de aquellos quehaceres que solidariamente, hemos de compartir con los demás.

No obstante, creo que hoy corremos más riesgo de olvidar esa actitud fontal de escuchar a Jesús, de dedicar tiempo a su Palabra y a su Presencia. Hijos como somos de una cultura de la prisa y del arrebato, del eficientismo, lo que no está de moda es la gratuidad y por ello tanto nos cuesta orar de verdad, y ello explicaría en buena medida cómo trabajando a veces tanto -incluso apostólicamente- tenga en ocasiones tan poco fruto todo nuestro esfuerzo y dedicación.

La tradición cristiana ha resumido esta enseñanza de Jesús en un binomio que recoge la actitud del verdadero discípulo cristiano: contemplativo en la acción y activo en la contemplación. Dicho de otra manera, que todo cuanto podamos hacer responda a esa Palabra que previamente e incesantemente escuchamos, y al mismo tiempo, que toda verdadera escucha del Señor nos lance no a un egoísmo piadoso sino a un trabajo y a una misión que edifiquen el proyecto de Dios, su Reino.

Comentario al Evangelio del próximo domingo 18 de julio (Lucas 10, 38-42), redactado por monseñor Jesús Sanz Montes, ofm, arzobispo de Oviedo.

sábado, 10 de julio de 2010

PRACTICA SIEMPRE LA MISERICORDIA

En esta 15ª Semana del Tiempo Ordinario, la Liturgia nos invita a reflexionar sobre la práctica continua de la misericordia como el camino que conduce a la vida eterna y como el único medio para la felicidad humana (Lucas 10, 25-37).

A Jesús se le acercó un experto en cosas de la vida (doctor de la ley) para preguntarle ¿que debía hacer para conseguir la vida eterna? Y es muy válida la pregunta porque el profundo sentido de la persona no está solamente en vivir, sino en vivir a plenitud.

A este experto en la vida, Jesús le expone el camino a la vida plena mediante una historia humana muy cruda. Le dice: un hombre estaba medio muerto en el camino y ante él pasaron tres personas, pero sólo el samaritano, el extranjero, el que no tenía rango ni distintivo, tuvo compasión y se lanzó a socorrer a aquel moribundo. Si quieres llegar la vida eterna, conviértete tú en próximo del que te necesite. Acércate a las necesidades reales de las personas y disponte a practicar la misericordia.

Hoy también contamos con millones de moribundos y moribundas que padecen soledad, miedo, desesperanza y enfermedades. Personas con las que nos topamos a diario. Situaciones ante las que actuamos o dejamos de hacerlo, porque no admiten medias acciones, sino acciones completas. Y es que el amor cristiano es así: o tienes amor o tienes desamor.

El que ama, capta las necesidades de los demás, capta la realidad porque va con la mirada atenta. No racionaliza la realidad, la ve tal cual es. No hace filosofía de la pobreza o de los problemas, se acerca. Por eso experimenta compasión, se le estremecen las entrañas. Cuenta con la libertad de los hijos de Dios, y por eso sabe discernir que la persona está por encima de cualquier ley o norma y de cualquier obligación o compromiso.

Un corazón y una mente bien dispuestos a la misericordia no se improvisan. No se trata de que practiquemos algunos gestos heroicos de servicio o caridad. Sino la cotidianidad de una sensibilidad modelada en la escuela de la ternura, de la solidaridad, del respeto, de la inclusión y de la valoración real y efectiva de la persona, incluso sobreponiéndonos a nuestras convicciones o criterios. Tampoco basta a la misericordia el que me importe todo lo humano, sino que ningún ser humano me sea ajeno, es decir, que me importe toda persona humana.

Si llegáramos a convencernos, y cuánto más los cristianos, que toda persona, especialmente la que sufre, es el único rostro visible de Dios y el único medio de llegar a la felicidad, estaríamos más cerca del Reino. Haríamos que la vida fuera más vida, más humana, más fraterna. Conseguiríamos vivir de modo reconciliado. Tendríamos fe, paz y esperanza. Porque amaríamos al prójimo como a nosotros mismos, y sería mucho más creíble nuestra fe y amor a Dios.

FRESCURA DEL ALMA

Mira de frente a la gente, nunca te quedes dormido,
que a tu paso siempre hay alguien medio muerto o mal herido;
y no eludas al que sufre por tu oficio o compromiso.

Acércate pronto y ligero a socorrer al mendigo,
sin preguntarle quién es, ni por qué perdió el camino;
y no olvides que al cuidarlo has de ofrecerte a ti mismo.

Nunca escondas tú la mano a quienes piden auxilio,
ni tu rostro agrio y tenso te muestre como mezquino,
que la frescura de alma tendrás cuando des amor y alivio.

(Gustavo Albarrán, S.J. - CEP)

viernes, 9 de julio de 2010

Haz tú lo mismo

Este domingo la Iglesia nos proclama uno de los evangelios que Charles Péguy calificaba como "desvergonzados" porque parece que Dios pierde la vergüenza al mostrarnos su corazón. De maestro a maestro, un letrado va hasta Jesús, no para aprender de Él sino "para ponerlo a prueba". Un falso interés, vino a desvelar su más crasa ignorancia: "¿quién es mi prójimo?". Entonces Jesús contará la conmovedora parábola del buen samaritano.

Hay un hombre malherido, medio muerto por una paliza bandida. Sobre ese cruel escenario van a ir pasando diferentes personajes poniendo de manifiesto la calidad de su amor, la caridad de su corazón. En este ejemplo de Jesús, se puso bien a las claras hasta qué punto la "ley puede matar", cómo hay cumplimientos que son sólo torpes evasiones: cumplo y miento.

El último personaje ante el escenario común, será un samaritano, alguien que no entiende de leyes, ni de distingos. Se topa con un pobre maltratado y... no sabe más. Alguien que seguramente jamás se había planteado qué había que hacer para heredar la vida eterna, pero que sería el único de los actores que había entendido la Ley.

Observemos los verbos empleados: llegó a donde estaba él, lo vio, sintió lástima, se acercó, le vendó las heridas, lo montó en su cabalgadura, lo llevó a una posada, lo cuidó, pagó los gastos... ¿No recuerdan estos verbos las actitudes del padre de la parábola del hijo pródigo?: estando todavía lejos, le vio su padre, se conmovió, corrió hacia él, se echó a su cuello, le besó efusivamente e hizo fiesta en su honor.

Aquel samaritano fue para su hermano prójimo lo que este padre para su hijo pródigo. Nosotros, conocedores de la revelación de la misericordia que se nos ha manifestado en Jesucristo, podemos correr el riesgo de no entender nada del cristianismo, si al preguntarnos legítimamente sobre qué hacer para heredar el cielo, lo hacemos evadiéndonos de la tierra, del dolor de Dios que Él quiere sufrir en tantos de sus hijos pobres, enfermos, marginados, torturados, expatriados, asesinados, silenciados... Ser cristiano es tener la entraña de Dios, es decir, vivir con misericordia. Ser prójimo, en cristiano, es practicar la misericordia con cada próximo, sea quien sea. Y Jesús añadió, y hoy nos añade a nosotros: anda, haz tú lo mismo.

(ZENIT.org).- Comentario al Evangelio del próximo domingo, XV del tiempo ordinario, 11 de julio (Lucas 10, 25-37), redactado por monseñor Jesús Sanz Montes, ofm, arzobispo de Oviedo, administrador apostólico de Huesca y de Jaca.

miércoles, 7 de julio de 2010

Duns Scoto, el fiel cantor de la Encarnación

El Papa Benedicto XVI quiso ofrecer hoy, miércoles 7 de julio de 2010, dentro del ciclo sobre grandes teólogos y pensadores del medioevo, la figura del beato Duns Scoto, el defensor de la Inmaculada Concepción.

Durante la Audiencia General, celebrada en el Aula Pablo VI, el Papa quiso acercar la figura de este insigne teólogo franciscano, llamado Doctor subtilis por su inteligencia brillante, y que anticipó la reflexión sobre la Inmaculada Concepción de la Virgen que luego utilizaría Pío IX en 1854, cuando definió solemnemente este dogma. Escocés de nacimiento, Scoto enseñó teología en Oxford, Cambridge y París, hasta su muerte en Colonia, en 1308.

Uno de los rasgos que el Papa quiso subrayar de su vida fue su lealtad al Papa, al alejarse de París cuando, “tras estallar un grave conflicto entre el rey Felipe IV el Hermoso y el papa Bonifacio VIII, Duns Scoto prefirió el exilio voluntario, más que firmar un documento hostil al Sumo Pontífice, como el rey había impuesto a todos los religiosos”.

Este hecho “nos invita a recordar cuantas veces, en la historia de la Iglesia, los creyentes encontraron hostilidad y sufrieron incluso persecuciones a causa de su fidelidad y de su devoción a Cristo, a la Iglesia y al Papa”, afirmó. “Nosotros todos miramos con admiración a estos cristianos, que nos enseñan a custodiar como un bien precioso la fe en Cristo y la comunión con el Sucesor de Pedro y, así, con la Iglesia universal”, prosiguió.

Aunque su culto fue casi inmediato a su muerte, no fue sino hasta 1993 cuando el papa Juan Pablo II le beatificó, llamándole "cantor del Verbo encarnado y defensor de la Inmaculada Concepción”. “Ante todo, meditó sobre el Misterio de la Encarnación y, a diferencia de muchos pensadores cristianos del tiempo, sostuvo que el Hijo de Dios se habría hecho hombre aunque la humanidad no hubiese pecado”.

Este pensamiento, “quizás un poco sorprendente”, reconoce el Papa, nace “porque para Duns Scoto la Encarnación del Hijo de Dios, proyectada desde la eternidad por parte de Dios Padre en su plan de amor, es cumplimiento de la creación, y hace posible a toda criatura, en Cristo y por medio de Él, ser colmada de gracia, y dar alabanza y gloria a Dios en la eternidad”.

Duns Scoto, “aun consciente de que, en realidad, a causa del pecado original, Cristo nos redimió con su Pasión, Muerte y Resurrección, reafirma que la Encarnación es la obra más grande y más bella de toda la historia de la salvación, y que esta no está condicionada por ningún hecho contingente, sino que es la idea original de Dios de unir finalmente todo lo creado consigo mismo en la persona y en la carne del Hijo”. Esta visión teológica “nos abre a la contemplación, al estupor y a la gratitud: Cristo es el centro de la historia y del cosmos, es Aquel que da sentido, dignidad y valor a nuestra vida”.

                                                Inmaculada Concepción

Duns Scoto reflexionó “no sólo el papel de Cristo en la historia de la salvación, sino también el de María”, especialmente en lo tocante a la Inmaculada Concepción. Scoto, explicó el Papa, argumentó, contra el parecer de sus coetáneos, que “ María está totalmente redimida por Cristo, pero ya antes de su concepción”, lo que se llamó la “Redención preventiva”. Ese argumento “fue después adoptado también por el papa Pío IX en 1854, cuando definió solemnemente el dogma de la Inmaculada Concepción de María”.

También desarrolló “un punto en el que la modernidad es muy sensible. Se trata del tema de la libertad y de su relación con la voluntad y con el intelecto”. Sin embargo, “subrayó la libertad como cualidad fundamental de la voluntad, iniciando una postura de tendencia voluntarista”, a cual “corre el riesgo, de hecho, de llevar a la idea de un Dios que no estaría ligado tampoco a la verdad ni al bien”.

“El deseo de salvar la absoluta trascendencia y diversidad de Dios con una afirmación tan radical e impenetrable de su voluntad no tiene en cuenta que el Dios que se ha revelado en Cristo es el Dios "logos", que actuó y actúa lleno de amor hacia nosotros”.
El propio Papa recordó que “la libertad en todos los tiempos ha sido el gran sueño de la humanidad, desde el inicio, pero particularmente en la época moderna".

“Precisamente la historia moderna, además de nuestra experiencia cotidiana, nos enseña que la libertad es auténtica, y ayuda a la construcción de una civilización verdaderamente humana, sólo cuando está reconciliada con la verdad”, concluyó.

CIUDAD DEL VATICANO, (ZENIT.org).-

domingo, 4 de julio de 2010

Renovada y reabierta la prisión de Pedro y Pablo

Mientras los propietarios de cines de Roma se sentían confusos sobre cómo celebrar la fiesta de San Pedro, el superintendente de Arqueología no se sentía tal. Tras un año de excavaciones, la Cárcel Mamertina, donde San Pedro y San Pablo fueron mantenidos antes de su ejecución, ha sido renovada y reabierta.

El sitio de la prisión es adyacente al antiguo Foro Romano, cavado en la roca de la Colina Capitolina y dando a la casa del Senado. Creyéndose construida por el rey romano Servio Tulio en el siglo VI antes de Cristo, la Cárcel Tuliana, como es también conocida, consiste en dos celdas una sobre la otra. La celda inferior, un apretado y húmedo espacio, era accesible sólo a través de un agujero en el piso de la celda superior, y se usó a lo largo de la República y el Imperio como prisión y lugar de ejecución.

El jefe galo Vercingetorix fue extrangulado en esta celda, después del triunfo de Julio César, y Yugurta, rey de los numidios, fue dejado morir de hambre en las profundidades de la prisión.

Escribiendo en el siglo I antes de Cristo, el autor romano Salustio describía la prisión como “de 12 pies de profundidad, cerrada alrededor por paredes y una bóveda de piedra. Su aspecto es repugnante pavoroso por su abandono, oscuridad y hedor”. Un siglo después de que Salustio escribiera esta descripción, San Pedro y San Pablo fueron a habitar la repelente celda inferior, en sus últimos días antes de su martirio, encarcelados por el emperador Nerón.

La presencia de los dos apóstoles transformó el lugar de desesperación en un espacio de esperanza, oración y catequesis para sus carceleros Proceso y Martiniano. Cuando los dos soldados romanos pidieron ser bautizados, no había agua en la celda para el sacramento, de manera que San Pedro golpeó el suelo de piedra con su bastón y brotó una fuente a través de la roca. El sitio del milagroso manantial de agua se conmemora todavía en la celda inferior.

Los carceleros de Pedro le ayudaron a escapar de la triste prisión, pero tras encontrar a Cristo en la Vía Apia, San Pedro regresó y aceptó voluntariamente su muerte por crucifixión en el circo de Nerón sobre la Colina Vaticana.

La semana pasada, la oficina romana del superintendente de la Comisión Pontificia de Arqueología Sagrada anunció que las excavaciones han descubierto restos de frescos que documentan la transformación del lugar en una iglesia junto con otras estructuras en el Foro. La excavación trazó las diversas fases del área desde la arcaica cantera de piedra hasta la prisión, y la “verdaderamente rápida transformación” en un centro petrino de devoción.

Hoy la prisión se sitúa bajo la Iglesia de San José de los Carpinteros, contruida en el siglo XVII, pero el lugar es propiedad del Vicariato de Roma, y será abierto al público por la Obra Romana de Peregrinaciones, quizá tan pronto como en julio.

Allí, los peregrinos tendrán la oportunidad de rendir homenaje a San Pedro y San Pablo, que situados en un Foro, lleno de templos dedicados a hombres que se convirtieron en dioses, tuvieron el valor de proclamar el Evangelio de Dios hecho hombre.

ROMA, domingo 4 de julio de 2010 (ZENIT.org).- Por Elizabeth Lev
[Traducido del inglés por Nieves San Martín]

viernes, 2 de julio de 2010

Portadores de paz

El evangelio de Lucas nos sigue narrando ese viaje, sube que sube hacia Jerusalén. Jesús, como enviado del Padre, había venido para traer a los hombres un modo nuevo de vivir y convivir entre ellos y ante Dios, que luego el pecado frustró. La vida humana se convirtió compleja y hostil, muy lejana del proyecto amoroso de Dios que nos la ofre­ció como un camino armonioso e inocente. Sin embargo el pecado, no pudo arrancar del corazón humano el inmenso deseo de habitar un mundo de belleza y de hacer una historia bondadosa. Pero la crónica diaria restregaba al hombre la incapacidad de realizar ese camino por el que en el fondo su corazón seguía latiendo.

Jesús vino para responder a ese drama humano, rompiendo el fatalismo de to­dos sus callejones sin salida. La venida de Jesús es la llegada del Reino de Dios, el comienzo de la posibilidad para los hombres, de ser verdadera y apasionadamente hu­manos, el inicio de esa otra historia en la que coinciden los caminos de Dios y los del hombre. No obstante, el Señor no ha querido realizarlo todo ni realizarlo solo. Por eso, con­sciente de que es mucho el trabajo y pocos los obreros, invitará a pedir al dueño de la mies que envíe más manos, más corazones, que vayan preparando la creciente llegada de ese Reino.

El Señor envía a sus discípulos a los caminos del mundo, a las casas de los hom­bres hermanos, para hacerles llegar el gran mensaje, el gran acontecimiento: el Reino de Dios ha llegado, ya se aproxima, está muy cerca. Y con él, se terminan todas nue­stras pesadillas para dar comienzo ese sueño hermoso que Dios nos confió como tarea, y que como ansia infinita puso latente en el pálpito de nuestro herido e inquieto corazón.

Como a aquellos discípulos también a nosotros nos envía para anunciar el mismo Reino de Dios, de modo que aquello que sucedió entonces siga sucediendo. No anunciamos una paz de supermercado, una paz que se negocia y pacta como herramienta política, sino una paz que es una Vida, y un Nombre, y un Rostro concreto: Dios con nosotros, en nosotros y entre nosotros. Porque no anunciamos una paz nuestra ni la que el mundo nos puede dar, sino la que Dios nos regala y nos confía, la paz que nace de la verdad, de la justicia, de la libertad, del amor. Portadores de la paz del Reino de Dios, es lo que el Señor ha querido confiarnos como una herencia inmensa y una tarea llena de desafío e ilusión.

(ZENIT.org).- Publicamos el comentario al Evangelio del próximo domingo, XIV del tiempo ordinario, 4 de julio (Lucas 10,1-12.17-20), redactado por monseñor Jesús Sanz Montes, ofm, arzobispo de Oviedo, administrador apostólico de Huesca y de Jaca.